Capitulo 42

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Maia Afrodita Zabat.

Un par de horas después desperté sofocada en calor sintiendo un hormigueo por todo mi cuerpo. Abrí los ojos con dificultad maxima debido al cansancio que tenía todavía aunque había dormido genial, cuando vi que estaba durmiendo por encima de Leonardo con nuestras piernas entrelazadas y con nuestros pechos desnudos chocando entre sí. La sensación era maravillosa, la mezcla de ambientes e incluso verle así de relajado mientras dormida sin pudor ninguno entre nosotros.

Igual entre en pánico. Lo había hecho por primera vez, y no con alguien cualquiera, con un gangster italiano. Esto se ponía de mal en peor, porque me asustaba tener que depender de él y de sus caricias. Me asustaba que todo saliera tal cual había pensado de un comienzo. Este no era mi mundo, y el mío no era el suyo. Punto.

Ya estuve dos veces cerca de terminarle algo que no teníamos, pero cuando menos me lo vi venir el deseo fue reemplazando todas mis preocupaciones hasta llegar al nivel de romper nuestras barreras internas.

Era difícil, si. Pero mi vida se caía a pedazos secos cada vez que me acercaba a él. Cada vez que nos veíamos, que salíamos de fiesta o que me enseñaba a disfrutar de maneras diferentes. Tenía diecisiete años, estaba en tercero de secundaria y no era normal esto que llevábamos entre manos, en absoluto.

—Veo que despertaste.—la voz ronca y grave de Leonardo me hizo dar un respingo mientras un escalofrío me recorrió toda mi espalda al sentir la yema de sus dedos pasando de arriba a abajo por mi columna descubierta.

—Recién.—susurré avergonzada. Avergonzada de mi y de mi debilidad ante el. Avergonzada de estar desnuda ante un hombre. Avergonzada de lo que hicimos.

—Te ves hermosa.—susurró sin dejar de mirarme mientras apoyaba mis manos en mi mentón. Sus ojos azules estaban más que encendidos mientras mi cabellera rubia ceniza caía por su torso. Tenía el pelo revuelto y una sonrisa de oreja a oreja que me hipnotizaba.—Así tal cual.

Sonreí de nerviosa. No sabía que cosas hacia este chico para hacerme sentir de tal forma, era horrible. Lo vulnerable que llegaba a ser frente a él...

—Creo que tengo que volver a Grecia.—susurré bajando la vista de sus ojos cuando las caricias de mi espalda cesaron.—Hoy es lunes y ya falte. Me van a matar.

—Si... cierto.—musitó cuando me sacó las manos de su torso y se paró desnudó hasta ir al baño, dejándole ver ni más ni menos, que su estupendo trasero.—Me voy a duchar. ¿Vienes?

Quería. Asentí mientras me paraba pero un ardor por mi vientre me hizo retorcerme horriblemente, pta luego sentir como me dolían mis senos. ¿Era normal?

Leonardo se volteó mientras me recomponían en pararme todavía con un leve dolor entre piernas, pero era soportable.

—Es normal.—me dijo mientras asentía y arrebataba la sabana de la cama para empreñarla en mi cuerpo de sido. Pero no... fue peor.

Una pequeña gota de sangre pero visible a lo lejos estaba en medio de la cama, me puse roja como tomate al verla... ¿me había llegado el periodo o algo?

Leo al ver mi cara se acercó y al ver la cama se río dulcemente mientras me agarraba de los hombros y me obligo a pasar mis brazos por su cintura abrazándome. Su olor natural era algo de otro mundo literal, y sus brazos rodeándome era la sensación más extraña pero dulce que había sentido.

—No te avergüences.—susurró arriba de mi cabeza dándome un pequeño beso en mi cabello.—Eso pasa cuando es tu primera vez... tranquila.

Solté un suspiro. Me habría muerto si era mi menstruacion o algo parecido ya que no traía tampones ni toallas para aquello. Otro beso cayó en mi frente esta vez cuando Romano me tomó de la mano y me tiró hacia el cuarto de baño encendiendo el agua soltando nubes de humo por todo el cuarto.

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora