HERMANOS RUSOS

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Cinco días antes...

Rusia

IRINA

—Irina, Maxim.—mi padre, Ivan Volkov, nos llamo cuando íbamos entrando a su salón principal, inundado en olor a tabaco y a perfume caro.
A pesar de que me faltaban tres años para los treinta, me seguía acojonando igual de cuando tenía cinco esta oficina y la cara de mi padre.

Maxim se tenso a mi lado y nos miramos antes de caminar derechos, rectos y con la barbilla en alto. Reglas, simples reglas que seguimos desde que tengo conocimiento y la verdad no me apetecían unos azotazos por incumplirlas. Ya llevaba tres gran marcas en mi espalda, y no quería más.

Lo único que me preocupaba era el porque de que nos lamo únicamente a mi y a mi hermano. Vik y Alexei quedaron fuera de esta reunión...

—закрыть дверь.—cierren la puerta.*

Hicimos lo que nos pidió mientras reparaba mi ropa viendo que no tuviera arrugas. Mi pantalón negro apretado a mis piernas junto a mi camiseta de cuello largo y brazos. Nuevo código; vestimenta discreta y cubierta en la central para no distraer a los солдаты...

солдаты: soldados rusos.*

Jodidas reglas.

—Siéntense.—ordenó nuevamente mientras reparaba en su mano derecha e izquierda. Llevaba mia anillos de siempre, su reloj de oro blanco y la artística y apreciada cicatriz a lo largo de su cuello.

Aquella cicatriz era honorable, símbolo de poder y aristocracia en los Volkov. Aquella cicatriz fue un indicio de muerte, un grito ahogado ante todos y todas las magias mundiales.

Mi padre fingió su muerte hace diez años cuando tenía mis diecisiete recién cumplidos. Hizo pasar la mafia a nuestras manos, a los de sus legítimos hijos, cuando nunca fue así y el siguió liderando. Nosotros somos sus títeres y caretas ante los otros países, ya que lo perseguían y acechaban constantemente, y por protección creó un ataque en vivo con expectantes en la masacre de Grecia imitando que alguien le cortó la garganta, y ese alguien no fue ni nada menos ni nada más que yo. Pues si se la corté, pero no lo suficientemente profundo para darle fin a su larga y retorcida vida.

—¿Porque nuestros...?

—Cállate.—espeto cuando iba a preguntar por Alexei y Viktoria. Cerré la boca mordiéndome la lengua.—Maxim, ¿cuánto descendió nuestra cadena de droga?

—Un 40 %

Trague grueso mientras la madre de Vik entraba dejando nuevas botellas de licor en la mesa del lado del escritorio. Se despidió con una reverencia y besó la comisura de los labios de mi padre.

Mi madre fue el verdadero amor de Iván, pero falleció en manos de nuestros enemigos; Lucila Petrov. Luego los gemelos, Maxim y Alexei, fueron concebidos por una americana secuestrada del tráfico que llevaba mi padre, la cual fue asesinada luego de dar a luz. Y por último estaba la esposa actual de mi padre, o mejor dicho la esclava. Reyna Volkov, agente infiltrada en la KBG rusa y madre de Viktoria Volkov, aunque esta nunca fue de respetar ni con nosotros. La despreciamos, hasta la propia Vik.

—¿Cuánto bajo nuestro tráfico de personas?

—Desde que el KBG incautó, un 79%.—mi hermano iba hojeando los papeles que le paso mi papá rápidamente y casi sudando por encima mientras trataba de que su voz saliera dura y firme.

KBG: FBI rusa.*

Irina.—me llamó cuando estaba a punto de arrancarme los dedos de ansiedad. La baja de todas nuestras cadenas solo tenía una respuesta.—¿Que significa esto?

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora