Capitulo 32

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Leonardo Romano.

—Calmate Leito.—la voz de Federico me hizo que la sangre se me calentara más y mi mano se apretara más al vaso.—No sabía que irían a hacer eso.

—Por la mierda.—susurré teniendo en cuenta las palabras de Patrick a través del celular.

"—Leonardo, destruyeron todo. Esta todo tirado y todo roto. Estaba fuera con Afrodita cuando paso.

—Pásamela al teléfono.

—Les voy a pagar todo. Olvídalo."

No era buena señal que me sintiera así de impotente respecto a lo sucedido pero su tenía el porque. Los mal paridos hermanos de Federico entraron en casa de Maia y rompieron todo, como amenaza hacia nuestra familia. Pero la de Maia no se merecía aquello, ni me imagino que le tendrá que decir a su madre o a su hermana.

El vaso que tenía entre dedos ya vacío explotó en mil pedazos en cuanto lo divisé por el sonido de los cristales cayendo sobre el suelo.

—Tus hermanos la liaron.—hablé gravemente.—No se metan con ella. El problema es con nosotros.

—Lo se. Yo no les mande a hacer nada, tienen sus diminutos cerebros trabajando por si solos.—respondió riendo.—Yo les doy órdenes por encima, y por lo que recuerdo no he dado ninguna.

—Controla a tus perritas Antea de que sea tarde.—brame sacudiendo mi mano cortada por el vaso.—Antes Fe que te mate.

—¿Me estás amenazando?

—No. Es una advertencia solamente. Solo que si no haces lo que digo, de a poco los dedos de tus hermanos irán llegando a la puerta de tu casa hasta que no los encuentres por ningún lado, luego irán tus amigos y si quieres que continúe...

—Está bien. Cálmate viejo. No la tocarán.

—Rompe tu palabra y no esperare ningún Segundo en cagarte la vida.

Sin más agarre mi chaquetón, resistiendo en mover mis dedos hacia el gatillo y el tronco del arma que tenía enganchada a mi pantalón en cuanto ya me encontraba fuera controlando mis impulsos.

Tenía que volver a Grecia, y lo antes posible.

***

El primer vuelo atravesando el mar fue el que tome en dos segundos. No podía permitirme que, uno; estuviera Maia lidiando con esto sola, dos; que esos imbeciles y lunáticos estén sueltos, y tres; que Patrick la estuviera consolando y no yo.

Estoy seguro que no me dormí en el vuelo de una hora, aproveché de intercambiar unos datos y hacer unas llamadas telefónicas para que empezaran la búsqueda de esos gilipollas. También que mi familia y la Ledger estuvieran bajo protección, por lo que mi padre, la madre de Patrick y mi hermana; Sabrina fueron enviados a Estados Unidos, America. Mientras que Jaden, Patrick y yo nos quedaríamos en casa.

En esto de pensar sobre la familia me hizo memoria a mi infancia. En cuanto mi madre todavía vivía junto a mi y a Sabrina, sin importar la vida de mi padre o incluso en lo que me iría a meter.
Recuerdo claramente como mi madre le enseñaba una canción a mi hermana que era más pequeña... la cual servía para llamar ayuda en los momentos más dificil o peligrosos que ella podría vivir.

"Había una vez un acechador que perseguía a un bandido y cuando lo pasaba mejor... ¡Bam!... hizo el bandido"

Inexplicablemente mi padre cubría nuestro alrededor con seguridad y en aquel Bam, siempre y sin falta, uno de ellos disparaba a las espaldas de mi hermana matando a su acechador.

Tenía 15 y ella 6 cuando me tocó hacerlo por primera vez. Empezó a cantar en cuanto iba caminando en un pasillo blanco junto a mi en la casa de un hombre conocido a mi padre. Su tarareo apenas comenzó me erizo la piel en ese minuto, ella iba tras mi y escuchaba unos pasos sordos por detrás mío. Cantó hasta que llegó el momento y en un movimiento torpe pero rápido saque mi primer arma que me habían regalado mientras Sabrina se agachó y fuertemente dispare a un hombre rubio de mediana edad que iba con un cuchillo entre manos.

"Hizo el bandido" se rio abrazando a su peluche en cuanto lo vio tirado.

—Señor llegamos.—Gian me saco de mi pasado en cuanto ya íbamos a aterrizar.

***

—"Lo siento, pagaré todo, gracias Patrick."—empecé a crearme un diálogo para cuando cruzara la puerta de la casa de Maia.

Su casa por fuera de veía igual que siempre, únicamente que el ambiente me presionaba el pecho y todos mis pensamientos. En la garganta se me formó un pequeño nudo que intenté tragar un par de ver es aunque fue en nulo.

Ya había caído la noche, viendo únicamente una mancha en la oscuridad frente a mi, sin autos por alrededor, lo que me indicaba que su familia todavía no estaba en casa.

—¿Maia..?—abrí la puerta que se encontraba sin pestillo tras tocar unas tres veces. Impaciente como nunca.

Al abrir habían bolsas de basura llenas de cristales, las sillas y sillón ya estaban en su lugar pero todavía estaba todo hecho un desastre. La luz seguía apagada de casa, me extraño debido a que seguramente había llegado unas dos horas luego de cuando encontraron todo el remolino que había sucedido por aquí.

—¿Hola?—pregunté únicamente a la oscuridad de la casa cuando prendí el interruptor de la entrada donde únicamente prendieron 3 focos de los 7 que habían. Estaban reventados por los hermanos.—Federico de mierda...

Seguí caminando mientras delicadamente moví mi mano hacia mi espalda donde estaba mi arma. No sabía que esperar ante esto. Todas las bolsas con basura y cosas seguían en los tablones como si estuvieran a medias, en cuanto me percate que cerca del meson de la cocina habían dos vasos con charcos de agua alrededor de ellos.

Me acerqué rápidamente para examinar mejor en cuanto un susto enorme me salió cuando vi a Maia tirada inconsciente un poco más allá de los vasos mientras el agua seguía corriendo en un chorro pequeño.

—Joder...—Corrí hacia el suelo evitando los vidrios revisando si respiraba con el peor de los miedos, y gracias al cielo si lo estaba haciendo. Mientras levante el cuerpo pesado sin reacción de Afrodita, el pecho se me apretó horriblemente al verla con sus párpados cerrados y en su frente al lado izquierdo tenía una pequeña tajada.—Maia. Despierta.

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora