Capitulo 9

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Teniendo a aquel mafioso de la isla en mi mano, empiezo a ponerme nerviosa pero intento en poner mi mejor sonrisa ante un par de cámaras que nos interferían.

Unas personas parecidas a Darío el gorila, sacaban a todos estos hombres con cámaras y micrófonos mientras hacían preguntas sin cesar y nos encandilaban los ojos con sus flashes.

Entramos por una puerta abierta de madera oscura de par en par y un hombre antes de traspasarla nos para.

—Dos para adultos.— habla Leo y me pongo nerviosa. Pues no era una puta adulta.

—Sus pulseras.— nos entregan unas pulseras de plástico que permitirían la entrada.

«Dios...»

Leo me para antes de ingresar al un salón que se veía de lejos y me suelta la mano para agarrarme la muñeca y abrochar aquella tira plateada.

—Procura no hablar.— «¿Que?»— la gente de aquí es mala...

—Pues estoy con el peor ¿no?

Touché—dice entre risas pero me lanza una mirada que demostraba preocupación.

Esta vez entrelaza nuestros brazos dejándolo a él como soporte mío para mis horrorosos tacones de aguja que me estaban matando y bajamos un par de escalones para por fin llegar al salón.

Era un ambiente totalmente diferente a lo que acostumbraba, en verdad, no conocía este tipo de eventos. Había música suave de jazz ambientando, camareros paseándose con la mirada en el suelo con copas de champagne y whiskey, sillones inundaban los extremos de la habitación y gente muy bien vestida.

—Justo en el clavo.— susurró a lo que Leo me dirige una mirada confusa.

—¿Que?

—Me vestí justo para esta ocasión.— musitó y veo como sus comisuras de su boca se elevan para después correr la vista de mi y caminamos lentamente hacia una isla de sillones con dos hombres canosos con una tres mujeres.

—Henry... Karen...—Habla Leo saludando de mano a la primera pareja. Era un hombre de pelo negro con cañas revoloteabas por encima, vestido de traje azul oscuro con un pañuelo rojo atado a su cuello. A su lado estaba "Karen", una mujer con el pelo platino, tendría al rededor de unos 34 años y vestía un vestido morado con un largo collar posado en el.

—¡Leonardo! Que tiempos ¿no?— dice al verme desde los pies hasta la cabeza.

—Ya dos años.— musita Leo con cierta frialdad y me da señal que me sentará en un sillón de cuero negro cerca del que estaba la pareja.

—¿Y esta dama quien es?— pregunta la señora mirándome con cierta dulzura.

—Afrodita.— responde Leonardo por mi.

Suelto una pequeña sonrisa y me acerco para estrecharle la mano cuando un hombre pelo castaño y unos ojos azules penetrantes impactan conmigo.

—¿De cuando que te van las crías?—Se sienta aquel hombre paralelamente a nosotros.

—Respeta Patrick. Estamos acá para negocios.—Leo se acomoda mientras dice aquellas palabras tranquilamente.

—La última vez ¿te recuerdo lo que paso?— «¿Que paso?»— como sea...

Entre dudas y un poco de miedo, llegar un hombre con una bandeja y un par de copas. Sin consultar tomo una y le doy un buen sorbo pero me delata mi mirada que no soy experta en beber alcohol.

—Patrick Ledger, un placer.— dice el hombre mientras arrebata una copa de la bandeja y la alza haciéndome un brindis guiñándome un ojo.

—Afrodita Zabat.— logró especular y suelta una sonrisa que me revolucionó pero el tacto de Leonardo me saca de mi nube.

—Controla tus hormonas.— susurra Romano a mi oido haciendo que lo mire con recelo y le pegue un puntapié.

No podía abrir mi boca, ya que por parte que ya estaba advertida de no hacerlo y por otra no me podía delatar mis rabietas de niña. Agarro la copa y voy con pequeños sorbos hasta que la dejo vacía en cuanto me uno nuevamente a la conversación.

—Como te decíamos Leo, el tráfico de...—«A la verga»

No quería, ni me interesaba saber tráficos ni contrabandos de estos hombres. Así que me digno a parar pero Leo me toma de la mano fuertemente, que tomo como advertencia.

—¿No me darás un beso?— dice riendo pero dentro de mi sabía que era por aparentar.

Me acerco y le planto un beso en la mejilla para después acercarme a una mujer de recepción para ir al lavabo.

Al entrar me retoco un poco la cara que ya la tenía brillosa debido al sudor que soltaba por los nervios. En cuanto veo mi celular veo que tengo 3 mensajes y 2 llamadas perdidas de Agatha.

«Ay no...»

Trato de sacar la imagen de mi madre tambaleándose entrando con cualquier hombre a casa. Cada vez que Agatha entra en pánico es por mi madre. Pero no podía contestar, tenia con suerte una línea de servicio.

Salgo media agitada del baño y con lo torpe que soy tropezo con un hombre más alto que yo, y logro ver una pequeña cadena con una mujer impregnada en la medalla.

—Disculpa...— digo sin subir la mirada.

—Está bien, ya estaba aburrido de la conversación.—«Mierda» es Patrick.

—Yo...— empiezo a tartamudear pero por fin me digno a subir la mirada.

—Tranquila de verdad.— me asegura con una amable sonrisa que cubría su rostro.— discúlpame tú por lo de antes.

—¿Que?

—Por llamarte cria... no te había visto bien.—«¿Esta flirteando conmigo?»

—No te preocupes, Patrick.— me sonrojo levemente y noto como me mira con una ternura en sus ojos.

—Me gustaría pedirte el número, pero ya tienes a un hombre.—«Definitivamente está flirteando conmigo» Quería gritar que yo con Leonardo no era nada, es un mafioso que para salvarme el pellejo mintió que era su novia, pero nada más. Pero mis pensamientos me inhibieron hacer tal acción.

No sabía que me estaba pasando, algo o alguien había tocado algo dentro de mi que empecé a comportarte de esta manera...

No necesito a un hombre al lado mío para que me proteja y menos para que me hiciera sentir mujer pero estando frente, cara a cara con Patrick. Se me removía el estómago.

—Maia.— siento una voz ruda y grave detrás mío que me eriza de instante la piel.— Vamonos.

Miro a Leonardo con una expresión oscura y de enojo, bajo la mirada y veo como sus nudillos estaban blancos de tanto apretarlos por lo que decido posar mi mano en su brazo para darlo vuelta e irnos pero es en vano.

—No te le acerques.— dice frunciendo más el ceño y me baja el miedo gota a gota.

—Tiene voz Leito.— «le dijo Leito, esto terminara mal»

—Te metes una vez más y juro que...— se empieza a acercar cuando me cruzo y quedo entremedio para interrumpirle.— Muévete.

—No.— por primera vez desde que lo conocí mi tono fue fuerte y seguro.— No tienes el derecho de darme órdenes.

Leonardo fulmina con la mirada a Patrick sin bajar la vista hacia mi y me agarra de la muñeca para después arrastrarme con el hacia las afueras.

—Suéltame ¡Joder!— me entra el enojo dejando de lado todo el mundo. Incluyendo al apuesto hombre de rizos, Patrick.

—Eres recatada ¿No? Te pedí que cerraras tu puta boca y ni eso puedes hacer. No me sorprendería que tampoco podrías cerrar las piernas ante Patrick.

Sin pensarlo y encontrándolo desprevenido le planto una bofetada en su mejilla haciendo que con suerte se gire ligeramente. ¿Como se atrevía a decir tal cosa?

—Quiero irme a Grecia. Ahora.— digo mientras lo dejo atrás para dirigirme a abrir la puerta del coche.

Continuará...

Sombras que aman (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora