Cassandra Lewis se había visto como la consentida de sus padres desde que tenía memoria. No precisamente porque ellos la malcriaran más, sino porque la atención que recibía de su parte o del resto nunca le parecía suficiente... y menos cuando llegó a sentirse desplazada por su hermano mayor.
Desde que lo conoció de niña, le tuvo rabia. Primero por ser un intruso en su casa, en su vida y después porque odiaba pensar que estaba recibiendo parte del cariño de sus padres sobre él. Le tuvo un odio inmenso, trató de hacer todo lo que pudo en su contra, quería que se fuera. Pero nada parecía ser suficiente, ya que él seguía sacando buenas notas, convirtiéndose en un hijo educado y que no daba problemas. Y quien ocupó el lugar que ella quería para Lex, fue ella, la que siempre acababa regañada o metiéndose en conflictos por cualquier cosa.
No era culpa de sus padres que ella fuera como lo era.
Pero tampoco era culpa suya pensar como lo hacía.
—¿Qué te ha pasado?
Su madre permanecía sentada en la punta de la cama. Sandie se había sentado un poco más arriba, sujetando sus piernas contra su torso.
—Pasa que quería cobrármelas con Lex —dijo la rubia con la voz cortada, tal y como se le había quedado después de parar de llorar—. El primer plan me salió mal y prometí vengarme.
—¿Y por eso investigas a su madre, sacas sus trapos sucios y lo humillas públicamente además de cargarte amistades por el camino? —cuestionó Celest—. ¿Te ha hecho algo tan malo para que actúes así?
—No se trata de lo que me ha hecho, sino de lo que siento.
Su madre la contemplaba con una expresión reprobatoria.
—Lex no se merecía esto —aseguró—. Ni tampoco Alia.
—No es mi culpa que a ella le gustara denigrarse de esa forma.
Y lo siguiente que recibió fue un bofetón en toda la cara.
—¡Tú no sabes nada! —exclamó Celest con furia—. ¡No conoces nada de lo que le ha pasado, lo que ha tenido que sufrir y de todas formas tú no tenías ningún derecho a hacerle lo que has hecho! ¡Te hizo de niñera y hasta te preparaba el biberón que no quisiste dejar hasta los 6 años, malagradecida!
Sandie se arrastró más atrás en la cama, sujetándose la mejilla que le ardía.
—Mamá...
—Si quieres llamar puta a alguien a la cara dímelo a mí. ¡A mí que me acostaba con medio campus por diversión mientras Alia trasnochaba para pagarse la comida y aún tener fuerzas para asistir a clases como si nada al día siguiente! —expresó con dolor—. ¡A mí que me lamentaba de mi vida por tenerlo todo mientras ella vivía como una huérfana desde los doce años! Pero no juzgues a la única chica que no se burló de mí cuando contraje una ETS, ni tampoco a la amiga que me dijo que valía la pena cuando nadie más lo había hecho...
Sandie se quedó paralizada del asombro. Su madre había sido muy abierta con ella y con su hermana en esos temas desde que habían tenido entre diez y once años. Pero jamás había llegado al punto de contar su propia experiencia... y menos algo algo así...
—Nathan nunca perderá el control contigo porque, para tu suerte, supe elegirte un buen padre —le dejó claro—. Te voy a dar un rato para que te tranquilices, pero luego vas a someterte a los interrogatorios que él te haga sin rechistar.
Y dicho esto, salió por la puerta.
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Perfectamente equivocados
Любовные романыAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...