66. Traspasar los límites

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Lex volvió a soltar otra carcajada, casi cayéndose en el lateral del banco donde estaba. Sus amigos rieron otra vez por el detalle.

—¡Joder, Lex!

Y mientras el susodicho disfrutaba de ese momento de felicidad esporádica, pensó en que a cierta cobriza algo así le vendría fenomenal.

—Tío, ¿estás soñando?

Lex parpadeó.

—¿Qué?

Dave soltó otra pequeña risa junto a Matt, quien lo miró divertido.

—¿Hoy tampoco vendrá Papagena por aquí?

Últimamente estaba poniendo apodos a todo el mundo por la asignatura de música. Y había elegido una de las parejas protagonistas de La flauta mágica para referirse a Candy y a él... a pesar de que no tuvieran nada que ver.

Lex negó.

—Está estudiando.

Pa-pa-pa-ge-na no está, Pa-pa-ge-na se fue.

—¡Matt! —exclamó Sienna volviendo a reír, a lo que el gracioso se dio por alabado.

—La verdad es que ya no recuerdo la última vez que la vi. —Meghan lo dijo en buen plan, pero aún así, a Lex le tocó la fibra sensible.

—Pues yo la veo a menudo.

Todos sintieron la tensión en sus palabras.

—Como debe de ser —concordó Sienna, arrimándose al hombro de Dave. Eso pareció animar a su novio a hablar.

—Eso. Mientras salgáis y tal, todo bien —señaló el moreno con ánimo—. Porque hacer una sola cosa tampoco es que ayude mucho a mantener una relación, ¿no? Y si Candy y tú seguís juntos, pues, creo que sí lo haréis.

—Sí, claro —respondió Lex de buena manera —. ¿Cómo no vamos a hacer más de una sola cosa cuando nos vemos?

—Pues me alegro por ti, tío.

Lex sonrió, aparentando que todo estaba bien. Aunque fue una de aquellas sonrisas que no le llegó a los ojos.

Tal vez no se pasaban el día estudiando como la posibilidad que sugirió Dave

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Tal vez no se pasaban el día estudiando como la posibilidad que sugirió Dave... pero para Lex, los ratos que se veían sí que se habían estancado en una sola actividad.

—Candy.

Ella, que prefería quedarse sin dormir a que sin verlo, había empezado a sentir algunas pulsaciones molestas en su cabeza que iban y venían por momentos. Pero valía la pena por sentir el cosquilleo que la recorría cada vez en las que dejaba caer sus caderas sobre él y su firme miembro.

—Lex...

Él la besó para ahogar sus jadeos mientras sus torsos se presionaban. Probó a intensificar sus embestidas, pegándola aun más a él desde su trasero... hasta que finalmente ambos se corrieron casi al mismo tiempo.

Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora