Después de decírselo, Candy se estaba comiendo la cabeza por la planificación que tenía para ese día, pero Lex estaba tan ansioso que no quería aceptarlo.
—¿Cómo que están en la sala?
—¡Yo ya había logrado bajar! —exclamó Candy tratando de no alzar mucho la voz—. No se oía nada y, de repente... ¡Celest y mi padre entraron por la puerta tan campantes!
Él se estiró los pelos de la cabeza.
—Candy, mi taxi debe estar ya en la esquina —le informó—. No te lo tomes a mal, pero necesito irme ya.
—¡Lo sé! —concordó ella—. Yo también estoy hasta arriba de cosas que hacer...
—Entonces comprenderás que he de salir de esta casa.
Candy bufó.
—¿Y cómo lo harás?
—Alguna manera habrá —dijo Lex encogiéndose de hombros.
Y ambos volvieron a bajar hasta el final de la escalera en la planta baja. Candy fue la que sacó la cabeza por la esquina de la pared para corroborar que los dos adultos estaban sentados en el sofá en medio de una conversación que iba para largo. En un punto su padre desvió la mirada y, si no fuera por sus reflejos, la hubiese visto.
—Que no —reiteró Candy con la cabeza bien pegada en la pared—. Que no se puede.
—¿Y si lo distraes? —propuso él, y justo en eso el móvil en su mano se iluminó—. ¡Vaya! Es el maldito taxi.
De pronto sonó un ruido desde arriba, a lo que Lex la miró extrañado.
—¿Qué es eso?
—Creo que Rachel estaba en su habitación... —murmuró Candy.
—¿Y podría bajar?
—Cuando quisiera...
Y entonces se dieron cuenta de que estaban rodeados.
—¡Te tienes que ir ya! —exclamó Candy en un susurro.
—¡Eso quiero!
—¡¿Pero cómo?!
Él dudó por un segundo.
—Distráelos —respondió al fin.
—¿Crees que pueda?
Lex le dio un beso rápido en los labios.
—Yo sé que sí, anda.
Candy negó con suavidad.
—Intentas inhibirme la razón...
—Es el único modo.
Ella iba a reír, pero oyeron el sonido de una puerta abriéndose, así que Candy corrió a la sala como una bala para presentarse ante Richard y Celest.
—Candy. —Su padre se quedó extrañado—. ¿Necesitas algo?
—¡Hey! Ehm, yo... bueno sí, tenía que contaros algo —dijo mientras caminaba a largos pasos hasta situarse en el lado opuesto a la entrada.
Ellos lucían confusos mientras la seguían con la mirada, sin pensar que fuera la única estrategia que se le ocurría para que Lex saliese pitando.
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Perfectamente equivocados
Roman d'amourAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...