62. Posibles discordancias II

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Al finalizar el período de exámenes, Lex siguió tratando de evitar las salidas con sus amigos, puesto a que la molestia con Dave todavía seguía muy presente en su mente. En su lugar... Candy fue su más grato refugio.

—Te tengo tantas ganas....

—Y yo a ti —admitió ella, rascándole la cabeza mientras besaba su cuello. Él subió a atacar su boca de nuevo, pero Candy lo separó un momento para mirar a los lados con algo de duda—, aunque... ¿estás seguro de que aquí no hay nadie?

Estaban en un sitio totalmente desierto, aparcados delante del árbol de un descampado que quedaba por la zona de bosquejos que vivía Lex, de camino a la ciudad de Reading. Eso los situaba cerca de la carretera principal... y, en fin...

¿Qué los había llevado a estar hasta allí? Un motivo muy sencillo: Se habían acostumbrado tanto a tener encuentros fortuitos casi a diario... que aquellos días con ambas casas ocupadas, y ya sin posibilidad de hacer nada de nada, habían sido infernales para los dos. Y ante la necesidad... Lex persuadió a su padre para que lo dejara probar el coche, ya que empezaría con las parte práctica del curso de conducir muy pronto. Una inversión de su tiempo que para Candy resultaría absolutamente imposible de encontrar...

—Totalmente. —Aprovechando que la tenía encima de su regazo en el sitio conductor, él presionó su ingle contra sus braguitas una vez más, devolviéndola a la nube en la que estaba sumergida no mucho tiempo atrás—. Pero de todas formas es mejor ir rápido.

—Sí... —Y antes de que Candy se diese cuenta, Lex la acercó a sus labios para besarla con desenfreno. La cobriza sintió sus manos desbotonando su blusa, y con toda la adrenalina que cargaba encima, y en cuanto descubrió que traía el sujetador de encaje, él jadeó.

—Sabía que te gustaría... —Y mientras ella suprimía su pequeña risa al besarle, aprovechó para desabrocharle el cinturón y la camisa. Repasó con sus manos absorta su torso desnudo, rascando suavemente la zona alrededor de sus tetillas. Lex mordió su cuello con suavidad, pegando un lametazo a su yugular, y acarició las nalgas de Candy antes de tratar de bajarle las bragas y... descubrir que no podía hacerlo.

—Lex, no hay espacio.

—Sí que lo hay —insistió él—. Solo... junta las piernas un momento.

Ella intentó pararse para pasar la pierna al lado donde tenía la otra, pero solo consiguió golpearse la cabeza. Así que, frustrada, volvió a arreglarse la falda con la ropa interior y se apoyó en un punto cerca de la palanca para tratar de pasar hacia atrás.

—Cuidado —le advirtió Lex con miedo, y por si acaso giró la llave del coche para evitar posibles incidentes.

No era fácil no estar advertido de los peligros a la hora de hacerlo en coche y en un lugar público por primera vez.

Cuando Lex llegó a pasar hacia atrás, Candy ya había pegado las braguitas al fondo del asiento y, tan pronto como Lex estuvo a su lado, lo hizo sentarse para ella subirse a horcajadas. Y así fue como casi se cayó de espaldas.

—¡Candy! —Menos mal que Lex la sujetó a tiempo.

—Es que esta postura me deja muy abierta... —Y prácticamente postrada también. Necesitó mucho espacio para, irónicamente, poder cerrar las piernas lo máximo posible entorno a su cintura para poder darle acceso y a la vez ganar movilidad sobre él.

—¿Mejor?

—Sí... —Sus dedos pasaron rápido al zipper y, con la ayuda de Lex, bajó todo hasta las rodillas.

Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora