Lo que al principio empezó como un día raro, para Candy acabó resultando un total martirio. De todo el bullicio que se generaba a su alrededor no lograba sonsacar nada. La única alternativa que le quedaba era analizar otro tipo de pistas, como la atención que le prestaban cuando se ponía a escribir en el ordenador o a ver el móvil.
O también otros momentos peores... como aquella ocasión en la que volvía de otra clase optativa hacia su mesa de siempre y descubrió algo que la dejó helada. En una de las esquinas del mueble, estaba escrito nítidamente el nombre de "Lexian" seguido de un corazón.
Ella cogió una goma y lo borró frotando muy rápido hasta hacerlo desaparecer. Cuando alzó la cabeza, detectó algún que otro par de ojos posándose en ella. Desde entonces, a pesar del mal trago, ya se hizo más o menos una idea de por donde iban los tiros.
Sin embargo, eso no detuvo su paranoia, ya que seguían tras ella estuviese o no con él. Ese pensamiento le perseguía hasta el baño, y cada vez que oía a chicas hablar o reír cerca de los cubículos, giraba la cabeza en todas las direcciones. Tal vez la estaban grabando, o no, no había motivo para que llegaran a tal extremo, ¿verdad?
Los nervios la traicionaban a tal magnitud que incluso llegó a tropezar con sus propios pies al subir las escaleras. No obstante, nadie pareció haber reparado en su fallo de coordinación.
Ya era miércoles y todavía no había visto a Lex. Tampoco era que se viesen con mucha frecuencia de por sí, y Candy sabía que los descansos solía dedicarlos o a sus amigos o al entrenamiento. Ese día, en cambio, iba a ser diferente. Su nivel de ansiedad estaba rozando el límite y ya no solo le urgía verlo, sino que lo necesitaba. Así que, con el corazón latiéndole a mil, tomó todo el coraje que pudo para ir al estadio y probar suerte en encontrarlo.
Una vez dentro la gigante instalación deportiva, se paró en una de las gradas e hizo un esfuerzo para fijarse si estaba en medio del campo o al otro bando de los espectadores. No le costó ubicarlo.
Lex estaba en medio de un grupo de chicos que vitoreaba a los que jugaban en el estadio. Movió el brazo hacia un lado a la vez que otro de los chicos lo apartó sin querer, así que él cogió su cabeza y empezó a a despeinársela mientras su víctima intentaba zafarse. Los otros empezaron a reír ante la escena. No obstante, se detuvieron al oír el grito inesperado de los que habían encestado. Entonces Lex se levantó y empezó a gritar del entusiasmo mientras chocaba el pecho con sus amigos y juntos se abrazaban en círculo por la emoción.
Hasta entonces, todos los chicos que había conocido alguna que otra vez hacían ese tipo de tonterías. No entendía cómo no había visto a Lex hacer algo así antes.
¿Tal vez porque jamás lo has visto en compañía de sus amigos o de otras personas que nos seas tú...?
Dejó estar su ocurrencia y volvió a prestar atención al escenario real. Los vencidos se limpiaron el sudor de la frente mientras se dirigían hacia una esquina, al mismo tiempo que los de las gradas también se movían a la velocidad del rayo hacia un bando. Candy captó que iban a cambiar puestos. Tal vez en ese cambio era más fácil hablar con él, así que sería mejor bajar una o dos filas para llamarlo cuando estuviesen a una distancia relativamente cerca.
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Perfectamente equivocados
RomansaAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...