Ella observaba atentamente a la cajera pasar el lector de código de barras sobre la esquina del juguete, pedir el dinero con amabilidad y recibirlo. ¿Qué preocupaciones tendría a esa edad para trabajar? ¿Pagarse la carrera? Suspiraba sintiendo una punzada de culpabilidad por ponerse a hacer comparaciones de ese tipo...
—¡Mamá! ¡Mira esto!
La castaña giró la cabeza hacia el niño que alguna vez fue el pequeño más rubio que habían visto sus ojos. En sus manos tenía otro de esos dinosaurios que al apretar el botón ubicado en su barriga empezaba a rugir, y que el niño en cuestión apretaba una y otra vez sin parar.
—Lex, ya te he comprado lo que querías. No me llega para más.
—Pero... —Su expresión se entristeció, por lo que ella fue hacia donde estaba y le pasó una mano por el pelo hasta su mejilla de modo cariñoso.
—Lo dejamos para la próxima vez, ¿vale?
Lex asintió, cabizbajo.
—¿Al menos puedo ir al escaparate?
Su madre lo miró con duda.
—Porfa... —insistió él dando saltitos.
Ella sonrió y le dio un pequeño beso en la frente.
—Está bien.
—¡Gracias, mami!
Su entusiasmo le llegaba al corazón.
—¡Pero no te alejes mucho! —Ante la advertencia, él se marchó como una bala.
Cuando ella volvió a su sitio, la cajera no le quitaba la mirada de encima. La morena se limitó a agachar la cabeza y coger el ticket con la bolsa.
—Que tenga un buen día... —murmuró la trabajadora en palabras, y por otra parte sus ojos le decían de todo menos eso.
—Gracias —respondió tajante, y rápidamente se dirigió hacia la puerta.
Al salir, se fijó en que su hijo permanecía con las manos en la vitrina pero moviéndose para uno y otro extremo de ella y, cada vez que avanzaba hacia el lado opuesto de la entrada de la tienda, se alejaba un poco más.
—Lex —llamó en voz alta.
Pero él seguía sin hacerle caso.
—¡Lexian! —Él siguió correteando hasta que llegó al cruce con la esquina de esa tienda, donde se chocó con las piernas de un hombre de traje que se detuvo a prestarle atención. La castaña fue corriendo hacia ellos, entre seria y alarmada, pero su expresión se ablandó al llegar y reconocer al dueño de los ojos verdes que se posaron sobre su persona.
—Lexie... —susurró él.
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Perfectamente equivocados
RomanceAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...