Dentro de un par de días, Candy había vuelto a recuperar aquella chispa de energía que la ayudaría a soportar la dura carga emocional que se imponía a sí misma.
La notable mejoría confortaba a Lex, aunque a cambio tuviera que compensar el tiempo extra que empezó a dedicarle de forma exclusiva a la cobriza con sus amigos. Además, debía encargarse de intercambiar unos cuantos apuntes de diversas asignaturas con el grupito que tenía para eso. Luego debía completarlos con lo que él veía necesario y volverlos a reenviar, ese era el trato. Una vez así, por fin se permitía adaptar todo a su gusto para estudiarse el contenido.
Y no como lo hacían los autores originales de esos apuntes, que ya eran alumnos que rayaban la excelencia, sino al nivel de dedicación que le ponía Candy.
Ella llevaba la ventaja y desventaja de no tener la presión social o de terceros añadida. Podía refrescar la mente o también convertirse en un entretenimiento no oportuno en ciertas ocasiones.
Sobre las tres de la mañana, Lex había cambiado del papel a ordenador para hacer notas y esquemas para estudiar, después de notar un repentino calambre en su brazo derecho por apenas apoyarse en él. Tal y como en su momento pasó con el izquierdo.
"¿Tampoco es como si fuera algo al corazón, no?"
Él suspiró de alivio. Al menos, la posibilidad que Candy mencionó y que Lex también había temido en su momento, quedaba descartada.
Lex empezó con la bebida energética a las doce y media de la noche y tomó el último sorbo a las cinco y media. Se tomaba horas en preparar el combo de actividades prácticas combinadas con teóricas para poder lograr ese ritmo de trabajo.
Cuando la alarma de las seis lo hizo levantarse de la silla para ir al colegio, no supo cómo detener el terrible estado tembloroso y acelerado de su cuerpo.
—¿Y bien?
Candy lo miró con una angustia que sumió a Lex en una gran tensión.
—Tengo una media por encima del 43 otra vez... —Le sacó la lengua seguido de una mueca burlona de "te engañé".
Lex dejó escapar el aire de los pulmones y la acercó para abrazarla, dejando que la alegría de la noticia los inundara a ambos.
—Pequeña bromista... —Besó el puente de su cabeza—. Sabía que lo conseguirías.
Candy no podía parar de sonreír, mientras se ponía a su lado para abrigarse del frío y caminaban en dirección al patio algo apartados de los otros estudiantes.
—Después de tantos días, por fin me siento... liberada —confesó—. Pero a la vez agotada.
—Menos mal que no te has dormido durante ningún examen.
—Por poco —concordó ella—. Mi vista se estaba distorsionando tanto que tuve que coger el papel y ponérmelo frente a los ojos para poder leer el ejercicio.
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Perfectamente equivocados
Roman d'amourAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...