Lex salió de clases dispuesto a charlar con los chicos antes de comenzar con el entrenamiento de esa tarde. Tenían una franja de media hora para prepararse antes de que los de infantil les dejasen libre el polideportivo.
Salió al patio de secundaria y sintió la típica brisa que solía haber sobre aquella hora de la tarde, acompañado del griterío de los niños mientras jugaban a pitching a lo lejos del campo. Un minuto después, recibió un mensaje de Candy avisándole que fuera al vestuario de chicas de piscina.
Lex casi se sonroja por llegar a leer parte de la última conversación que tuvieron. Pero al segundo siguiente, frunció el ceño. Ella no solía interrumpirle en aquellas tardes. Así que, con mucha confusión, acudió al lugar que le había indicado.
—¿Candy?
—Cierra con seguro, por favor.
Él hizo lo que le pidió y luego volvió a girarse. Pero seguía sin verla.
—¿Dónde...?
Ella apareció con las manos encogidas detrás de la pared de los vestidores, la que llevaba a los banquillos de las duchas.
—La verdad es que estaba empezando a echarme para atrás —dijo con un poco de cobardía. Pero al ver su expresión, Candy supo que lavar el conjunto de voleibol de su anterior colegio había valido la pena.
Lex se acercó a la cobriza sin quitar la vista del uniforme deportivo violeta con rayas blancas que llevaba puesto. La camiseta era algo amplia, pero que igual destacaba su prominente delantera, como era usual... y luego la parte de abajo sí que consistía en unos pequeños apenas visibles shorts. Candy jamás los había usado por lo mucho que se subían al mínimo roce de sus muslos... hasta esa situación en concreto, claro. Los había acompañado de unas medias altas que casi le rozaban la rodilla, que tardarían muy poco tiempo en empezar a bajarse, para terminar todo con unas zapatillas blancas y bajas.
—El otro día me mencionaste... que una de tus fantasías era hacerlo en un gimnasio —mencionó ella—. Pensé que esto contaría como parte de él.
Él tragó con dureza y sus orejas empezaron a enrojecer.
—¿Y tú... cómo...? —Miró hacia arriba, a los lados. El vestuario gris estaba impecable y vacío.
—Por supuesto, me encargué de todo —se apresuró a decir Candy—. Llamé a secretaria para saber que a esta hora la piscina estaba libre; también pedí las llaves de este vestuario, y no del general porque aquí no suelen venir tantas personas y está más limpio, ehm...
Lex dejó su mochila y su bolsa de gimnasio en una de las bancas sin dejar de escucharla.
—Sé que tienes 30 minutos antes del último entrenamiento, nadie va a entrar y... bueno. —Ella bajó la vista al suelo—. Era un poco arriesgado, pero... necesitaba que tuviésemos un momento a solas...
Él ya no aguantó la impaciencia y se acercó a pasos rápidos hasta alcanzar a besarla.
—Ninguna otra persona podría hacer una locura de forma tan bien premeditada.
Candy no pudo estar más de acuerdo.
—Los dos somos iguales en ese aspecto, ¿no?
Pero Lex estaba tan excitado por su aspecto, que le respondió con el simple hecho de volver a besarla. Candy estaba más que satisfecha. Al poco tiempo, ambos acabaron detrás de la pared hacia los banquillos de las duchas, el único sitio donde se podían encontrar bancos más anchos.
Realmente lo iban a hacer allí...
La cobriza notó un estremecimiento por toda la columna. Notó que la esquina del banquillo le presionaba la parte interior del muslo cuando Lex quiso recostarla encima. Él separó sus bocas y volvió a coger aire en la esquina de su cuello. Mientras tanto, ella repasó su torso con una mano mientras la otra, casi aplastada entre sus cuerpos, se dirigió poco a poco hacia el sur... Lex estiró y succionó su labio inferior cuando Candy comenzó a acariciar y bombear su miembro viril.
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Perfectamente equivocados
RomanceAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...