33. Experiencias distintas, ideas distintas

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Al salir de la casa de paredes blancas, Lex continuó caminando callado y a paso acelerado. Candy tuvo que hacer un esfuerzo por seguirle el ritmo, observándolo con coraje.

—¿Te vas a quedar en silencio todo el camino?

Él se encogió de hombros.

—Tal vez.

Ella tomó aire mientras volteaban la esquina de las tiendas.

—Bien, entonces hablaré yo —dijo con decisión—. Me ha gustado mucho conocer a tu madre.

—Qué bien.

Ella asintió.

—Ha sido muy amable, la verdad —prosiguió.

—Ya...

—Lástima que no pueda decir lo mismo de ti.

Lex frenó y se giró para encararla.

—¡Quedamos en que no ibas a juzgar...!

—...Tu comportamiento en relación a tu madre, sí, y no lo hecho —terminó por él—. En cambio, ahora a la que le estás hablando es a mí y no merezco para nada que me trates así.

Él bufó mirando al cielo.

—¿Tanto te cuesta ser comprensiva? —cuestionó con desdén.

—Intento serlo, ¡Pero tú no me dejas! —señaló—. ¡Te cierras en banda, no exteriorizas nada ni tampoco te dejas ayudar; y así el daño no solo se lo haces a ella, sino también a ti!

—¡Ya lo sé!

—¿Y entonces por qué lo haces?

—¡Pues porque es...!

Y justo en eso, su atención se desvió por encima de su hombro. Candy se dio la vuelta y detectó en su campo de visión a Nathan, agitando una mano en su dirección, y al vehículo aparcado a su lado en medio de una fila de otros coches. Lex suspiró y la esquivó para ir hacia allí.

A ella los nervios la carcomían de la rabia. Por primera vez, debía reconocer que la presencia de Nathan no era especialmente de su agrado. Con la velocidad y la tensión con las que se estaba desarrollando su anterior conversación con Lex tal vez, y solo tal vez, él pudiese haber acabado confesándole por fin algo importante.

Sin embargo, con la pausa de silencio que les seguiría en el coche, podría dar por erradicada cualquier tipo de esperanza.

Sin embargo, con la pausa de silencio que les seguiría en el coche, podría dar por erradicada cualquier tipo de esperanza

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—¿En serio no quieres ir a tu casa todavía, Candy?

Ella negó por décima vez. Barajaría hasta la última posibilidad.

—No, necesito hablar con Lex.

Nathan asintió.

—De acuerdo, estaré en la cocina con Celest. Me avisáis, chicos. —Y sin más dilatación, se marchó dejándolos solos en el recibidor de la entrada.

Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora