72. Soluciones sobre la mesa

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"Está acusada de distribución de material pornográfico de menores"

Para Nathan, el dolor que le provocaba recibir esas palabras era proporcional al que tendría si le clavasen una puñalada en el pecho a sangre fría.

Y si él se sentía así, ya ni qué decir de la mujer que le acompañaba de copiloto. Ella mantenía el brazo apoyado en la división de la ventana y la puerta del vehículo mientras se cubría la cara con la mano, sin importarle mucho que el coche fuera dando pequeños bruces de vez en cuando y que pudiese golpearla al mínimo movimiento en falso. Su llanto se atenuaba cada pocos minutos y enseguida volvía a aumentar.

—Lexie... o Alia todavía tenía 16 años en el vídeo. —Nathan aprovechó uno de los momentos más calmados de Celest para continuar su explicación—. Estaba emancipada, pero la ley de entonces y la actual en el Reino Unido no permiten que ejerciese ese tipo de trabajos antes de los 18 años. —Respiró hondo antes de continuar—. La pena normal para la distribución de este tipo de material suele ser de uno a tres años de cárcel y para su creación, de hasta doce...

—¡Cassandra todavía es una niña! —exclamó la pelinegra entre lágrimas.

—¿Y ese es el tipo de cosas que haría una niña? —replicó Nathan manteniendo la mirada clavada en sus ojos—. Pregunto, Celest. Porque si es así, entonces tenemos pensamientos muy diferentes en lo que concierne a la definición de niñez.

Ella trató de apaciguar su siguiente sollozo y Nathan suspiró.

—Con un delito suficientemente grave podría ser juzgada como adulta e ir a un centro de menores —señaló él—. Pero aún así, estoy convencido de que no van a llegar tan lejos. La ley va a ampararla todo lo posible por ser tan joven, pero te lo digo para que conozcas el alcance que puede tener las travesuras de nuestra hija. Especialmente, porque ha implicado a muchos más en todo esto...

Llegaron a la estación de policía y llamaron al agente encargado del caso, que no tardó demasiado en aparecer.

Un policía de contextura delgada, alrededor de cuarenta y cincuenta años, estudió con sus orbes marrones a ambos padres.

—¿Quién la va a acompañar en el interrogatorio?

—Yo. —Nathan no solo se ofrecía por ser abogado, sino porque Celest a su lado no estaba en las mejores condiciones para lidiar con ello—. ¿Qué tal si te vas a echar un poco de agua?

Ella solo asintió e hizo caso, sin ganas de pensar. Se fue alejando por el pasillo en lo que Nathan era acompañado por el agente Thompson hacia uno de los cuartos con la puerta abierta.

Y una vez cruzó el cuarto, cierta rubia se levantó como un rayo para lanzarse a sus brazos.

—¡Papá...!

Él la retuvo contra sí durante un momento, tratando de ayudarla a calmar el ligero llanto con el que expresaba su angustia. Por el bien de los dos, trató de eliminar con rapidez el nudo en la garganta formado por sus emociones como padre y la guió de vuelta a las sillas.

—Quiero que respondas con la verdad a todo lo que te pregunten, ¿de acuerdo? —le dijo en un susurro calmado—. Con palabras concisas. Recuerda, nunca más de lo necesario.

La rubia asintió. Entonces un agente entró, cerrando la puerta tras él, y se dirigió hacia Sandie.

—Bien, esto va ir de la siguiente manera —anunció antes de proseguir—. Te voy a hacer una serie de preguntas que serán grabadas. "No estás obligada a decir nada, pero sé consciente de que puedes perjudicar tu propia defensa si no lo haces. A su vez, lo que respondas será un material confiado posteriormente al tribunal, así que ten en cuenta que todo lo que digas también puede presentarse como una prueba en tu contra".

Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora