Esa mañana hubo un tráfico terrible. La lluvia había desembocado después de un par de días entre sol y nubes, y todos los coches estaban detenidos por completo en la salida de la ciudad.
Tal nivel de saturación estaba ocasionando que Candy llegase con retraso.
Una vez en el colegio se alejó del coche y empezó a correr hacia las escaleras como posesa. Se paró un momento para mirar la agenda, donde tenía apuntado el aula de la optativa que le tocaba. Aprovechó ese minuto para descansar un poco de lo agitada que estaba, apretando el bolsillo de la falda, y luego volvió a subir una planta más. Giró bruscamente hacia la derecha y no se fijó en si alguien venía por las escaleras paralelas del otro edificio.
—¡AY! —gritó en cuanto se sintió golpeada por uno de sus costados.
—¡Lo siento! Yo...
Ella levantó la vista de prisa y dejó escapar un jadeo irónico al descubrir quién era.
—Cómo no.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él con un tono demandante.
—¿Tú qué crees que hago, genio? Yendo a clase como cualquier persona normal.
Ella pasó de largo y él fue tras sus pasos, dudoso, hasta que entraron uno seguido del otro por la misma puerta.
—Llegáis tarde.
Ellos se detuvieron bruscamente y el profesor aprovechó para examinarlos de arriba a abajo.
A Candy se le había mojado un poco el pelo de camino a clase mientras que a Lex tal vez le habían caído un par de gotas más, pero nada del otro mundo.
—Hubo un tráfico terrible, señor —se excusó Lex, rascándose la nuca.
—¿No vivías a diez minutos de aquí a pie?
Él abrió la boca y la volvió a cerrar.
—Sí, pero los coches me interrumpían el paso.
—En ese caso, se sale antes —le respondió el profesor con reprobación.
—Yo salí con antelación, pero vivo a las afueras de la ciudad —intervino Candy.
El señor Bond asintió, comprendiéndola por las distancias.
—¿Cuál es tu excusa a eso, Lewis?
—Tuve un retraso en casa.
—¿Qué tipo de retraso?
Él volvió a quedarse en blanco.
—Es... un asunto familiar.
Candy miró hacia abajo, disimulando una sonrisa sarcástica.
Seguro que si se fijaba, podría verle la marca de la almohada grabada en su cara.
—En fin, ahora que ya estáis aquí, os informo que estamos haciendo un trabajo en parejas. Y como comprenderéis, a estas alturas ya no...
—De acuerdo, ¿Pete?
Lex se dirigió al chico de tez oscura de la esquina antes de que el profesor tuviese tiempo de acabar la fase.
—Voy con Harry, Lex, lo siento.
Levantó la vista un poco más.
—¿Clarckson?
El pelirrojo negó.
—Voy con Greg, está enfermo.
—¿Simon?
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Perfectamente equivocados
Roman d'amourAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...