Media hora más tarde, entró una profesora rubia que rondaba los treinta años. No tenía pinta de ser de las más firmes, pero Candy sabía que para estar allí seguramente iba a cumplir sus expectativas como profesional.
—Chicos, bienvenidos otra vez —saludó arreglándose el pelo en una coleta—. Antes de empezar, os quiero comentar un par de cosas. Primero, los criterios evaluativos siguen siendo los mismos del año pasado; por ello os sugiero aprovechar los trabajos en grupo, ya que como cuentan bastante os ayudarán en caso de que los exámenes no vayan tan bien.
Algunos empezaron a rumorear.
—El mismo tostón de siempre... —oyó a sus espaldas.
—Segundo —alzó un poco la voz para recuperar la atención—. Como espero que recordéis, el año pasado dimos un enfoque muy centrado en el lenguaje, ¿verdad?
—Sí...
Las contestaciones no sonaron muy convincentes.
—Bien; pues este lo dedicaremos a lo que nos falta, a la literatura. Solo vamos a hacer dos bloques en todo el curso, pero dentro de cada uno hay varias cosas que procesar. Por otro lado, también había pensado en la posibilidad de hacer un repaso general de estos dos años antes de empezar los finales; lo malo es que no sé si nos dará tiempo —mencionó con pesar.
—Ms. Ward, y en caso de que no nos dé tiempo, ¿podemos hacer horas extra de repaso en el patio o así? Es que no me acuerdo de nada de lo que dimos en primero.
Algunas risitas y burlas se escucharon a sus espaldas.
—¿Acaso el cerebro no te da para más?
—Siquiera ella tiene uno... —dijeron por el lado.
Otra ronda de risas prosiguió al comentario y la primera que tuvo dudas se mostró feliz de sentirse comprendida.
—Veremos más adelante qué hacemos —repuso la profesora—. Por ahora, comenzaremos con lo que nos toca ¿de acuerdo?
Ella se fue al ordenador y conectó el proyector para que se mostrase una imagen con un texto dentro. Era de Shakespeare.
—Bien. Hagamos de cuenta que este es un texto cualquiera. ¿Todos podemos leerlo e interpretarlo de distinta manera, verdad?
Todos asintieron. Algunos solo porque seguían la corriente como borregos.
—Claro, porque al leer estamos interiorizando el texto, le añadimos nuestra interpretación. Pero lo escrito en sí no depende de nosotros. Es lo mismo para él, que para ti o para mí —subrayó—. Un texto se construye de distintos elementos, pero primordialmente de tres ejes principales.
Ella fue hasta la pizarra y apuntó en grande: El contexto cultural, histórico y sociológico.
Mientras tanto, Candy iba tomando nota.
—Pero, ¿Por qué el texto se construye de esa manera? ¿Por qué el autor tiene esa idea? ¿De dónde la ha sacado? Si nos planteamos preguntas, hallamos bastante contenido; el cual nos ayuda a entender mucho mejor y a profundizar en un escrito, a dejarnos ver más allá de lo que interpretamos cada uno por separado.
Después, apagó las luces y mostró un vídeo en la pantalla que añadió información complementaria de lo que ella había explicado.
A diferencia del resto, Candy era capaz de captar el interés por cualquier cosa que le pusieran por delante. Sabía que todo sería útil, e incluso de lo más aburrido, ella tenía el don de extraer lo necesario. A su vez, esa habilidad le ayudaba para crear un lazo de afecto sincero y recíproco entre ella y los profesores.
Detuvieron la reproducción al minuto siete.
—Hasta aquí. ¿Alguna duda o pregunta?
Nadie dijo nada.
"Después de que la mayor parte de la clase hubiese pasado olímpicamente del vídeo, no me extraña" —pensó Candy para sus adentros.
—Bien, pues esto es justo lo que quiero que hagáis ahora en grupos de cinco. Contará como un trabajo introductorio para ver cuales son las dificultades que más se presentan para ir tratando de resolverlas a medida que vayamos avanzando el tema —explicó—. Ahora escribiré en la pizarra lo que debéis analizar. Podéis poneros con quien queráis, pero recordad juntaros con alguien con quien trabajéis y no que os vaya a distraer.
Pocos serían los que atenderían a ese criterio. En cuanto la profesora acabó de hablar, empezó el griterío incesante de llamarse los unos a los otros desde extremos contrarios de la clase.
En un abrir y cerrar de ojos, la mayoría ya estaban reunidos en círculo con las mesas conversando sin parar. Candy por su parte seguía intacta en su sitio mirando a la profesora, que tardó en darse cuenta de que se sentía perdida.
—Oh, ehm... ¿Alguien necesita a alguien más?—preguntó en voz alta.
Ella frunció el ceño. ¿Acaso no le habían informado de nada?
—¡Aquí!
Una chica con el pelo castaño hasta los hombros y de gafas levantó la mano.
—Candice, puedes ir con ellos.
Candy obedeció y se levantó, aún confusa. Caminó en diagonal para unirse al equipo de cuatro, mientras un tipo de sensación familiar empezó a invadir su cuerpo otra vez.
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Perfectamente equivocados
RomanceAtraídos como imanes, Candy y Lex se unirán para continuar siendo los mejores estudiantes del colegio sin renunciar a la libertad que el último año de bachillerato amenaza con arrebatarles. Ambos conocen parte de la crudeza que conlleva la perfecc...