52. Exploraciones II

1K 113 145
                                    


—Sí...

Cuando trató de reincorporarse, Lex sintió una presión incómoda bajo sus pulmones por haber pasado tanto tiempo aplastándolos contra el colchón. Pero había valido la pena... así que lo ignoró y fue a sentarse en la orilla de la cama, el lugar al cual Candy también se estaba acercando. Inmediatamente él bajó la vista hacia su escote y, sacando partido de aquello, ella se sentó sobre una de sus piernas y llevó las manos del rubio a sus pechos, justo antes de comenzar a besarlo de forma impaciente.

Lex disfrutó del tacto de aquellas cimas llenas en sus palmas. Las apretaba, acariciaba, jugaba con ellas y se maravillaba de su suavidad sin que sus bocas dejasen de formularse promesas la una a la otra...

—¡Ah! —Candy se separó de golpe—. Se me olvidaba...

Él bufó mientras ella se levantaba y se dirigía hacia la mesita de noche para revisar el bolso. Al menos, durante el corto trayecto Lex pudo apreciar de una vista sugestiva de sus nalgas bajo la camisa.

Todavía no las había admirado lo suficiente.

Pero cuando ella se giró, finalmente sacó y dejó a la vista lo que más espacio ocupaba dentro del gigante bolso, que era nada más y nada menos que una botella de agua de litro y medio.

—¿Para qué demonios quieres eso? —exclamó Lex.

Ella se limitó a reír.

—Obviamente se me va a resecar la boca si lo único que luego haré será lamerte el cuerpo como un gato —se justificó volviendo a sentarse cerca de su muslo—. ¿Quieres un poco?

Lex parpadeó varias veces.

—Eh... vale.

Candy se la ofreció sin problema.

—Lo lógico sería que me lo hubieses ofrecido antes...

—Y lo planeaba hacer, pero digamos que me distraje. —Ella frunció los labios con una ligera sonrisa—. Para la próxima vez, será...

Cuando Lex le pasó la botella, Candy bebió un poco más que él. Y al limpiarse las comisuras con la lengua, se le quedó mirando de una manera que hizo que Lex se removiera bajo sus nalgas.

—¿Pasa algo?

—No.

Ella se rozó sugestiva contra sus piernas cuando volvió a levantarse para colocar el recipiente plástico en el mueble. Pero antes que regresara por su propio pie, él la cogió entre sus brazos a medio camino y volvió a besarla con ansias.

Aquello era justo lo que necesitaba. Las manos de una Candy entusiasmada se fueron deslizando lentamente sobre su pecho y abdomen, trazando círculos, palpando, hasta cada vez acercarse más al borde de la camiseta. Él la ayudó a quitársela con impaciencia.

Una vez fuera, la cobriza suspiró, maravillada de las privilegiadas vistas.

—Estás muy formado... —murmuró Candy, fijándose en su pecho marcado y definido. No estaba como para decir que ejercitara para ello, pero sí de sobras para que le gustara...

—Es el básquet. —Él se aguantó la risa—. No tengo tiempo para gimnasios.

Las manos de Candy acariciaron sus brazos con apreciación, y entonces inclinó su cabeza para besar la piel desnuda que tenía frente a ella. Aprovechando la humedad en su boca, fue trazando senderos irregulares de besos mojados.

—Candy... para, por favor.

—¿Por qué?

Él tenía los labios fruncidos.

Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora