81. Reflexiones I

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Mientras Ethan caminaba, escuchaba las conversaciones a su alrededor.

—¿Quién viene al After Dark Club esta noche?

—Vamos cinco a la bolera por esta tarde. ¿Alguien se apunta?

—Pss, ¿y si nos saltamos la clase de mates mañana y así a nadie nos pone falta?

Los diversos planes sobre posibles escapadas reflejaban el hastío ante las clases, la necesidad de descanso del burn out estudiantil en sí. Algunos no veían otra escapatoria de descanso que no fuera esa, otros pasaban porque preferían ir manteniendo el ritmo, y entre los que a veces iban y a veces no estaba cierto moreno que vivía la vida a su manera.

No encajaba dentro del salida "como si no hubiera un mañana", pero tampoco en el de que siempre estaban encerrados en casa. Entraba dentro del grupo de su propia particularidad, teniendo problemas como todo el mundo y socializando cuando le venía en gana. Aunque no iba a salir de fiesta esa tarde, sí que llegó a reunirse con cierta cobriza que se aferraba a la taza de café con la mirada frenética hacia un lado y otro.

—Hey.

La chica de ojos verdes se sobresaltó sobre su asiento, alisándose la falda del recatado uniforme. Ropa doblada que parecía no arrugarse jamás. Ni demasiado ostentosa con las joyas, pero tampoco escaseaba el toque de oro que solía distinguir su aspecto. Peinada, pero con los desarreglos que el viento improvisado a media tarde de Reading se encargaba de conseguir. Y pese a todo, una tensión alojada en su cuerpo que la hacía lucir cansada, pero en alerta todo el tiempo.

—Hola, ¿cómo has estado?

—Normal. —Levantó el mentón, señalándola—. Tú pareces no haber dormido bien.

Ella respondió con una risa jocosa, atenuando el cansancio presente en su rostro.

—Me es imposible hacerlo fuera de vacaciones. Y, bueno, estoy tratando de evitar el café y un té es lo que más se le parece para andar despierta.

—¿Y eso?

Bajó la mirada y se encogió de hombros.

—De vez en cuando descanso de los vicios. —Y volvió a dar un sorbo a su bebida—. ¿Quieres pedir algo?

—Sí, creo que una empanada... de casi tres libras, que la de cuatro es abusar.

Candy se le quedó mirando, pero no dijo nada. Ya, tal vez para ella no había mucha diferencia porque no medía los pequeños gastos a gran escala.

—Lo puedo pagar yo, al fin y al cabo he sido la que te propuse venir.

—No hace falta, pero gracias. —Ethan tomó asiento frente a ella, con las manos todavía en los bolsillos—. Imagino que si me has pedido venir, será por algo.

Candy lo examinó por un momento.

—¿Y por qué te importa?

—¿Cómo?

—¿Por qué te interesaba hacerme caso? —cuestionó la cobriza—. Bien podrías haber podido pasar de contestarme y hacer otros planes. No sé... ¿qué me consideras exactamente? ¿Una amiga o...? Es que me interesa saberlo.

Ethan estaba algo shockeado, nada preparado para un interrogatorio de esos. ¿Por qué demonios rebuscaba reflexionar sobre todo? Estaba por abstenerse a contestar, pero sus ojos parecían desesperados, así que trató de pensar en algo.

—Bueno, al principio necesitabas ayuda en la discoteca, ya sabes. Y luego pues, ehm, no sé, viene bien compartir otros puntos de vista, quizás. —Se encogió de brazos—. Para las fundaciones y tal siempre viene bien alguien que quiera colaborar... No hay mucho más que decir. No me planteo estas cosas, solo sigo el flow y ya.

Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora