20. ¿Qué ocurrió?

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Lex subió con ella hasta su habitación. Tenía una decoración bastante neutra: paredes desnudas de un tono gris ciaro, de muebles blancos, una funda de cama azul marino con cojines blancos y un escritorio amplio con varios libros en la estantería de al lado. Esa era la parte de la habitación que perdía la sensación de pulcritud y donde habían varios cuadros de él en diferentes deportes, pero un solo trofeo expuesto.

—¿Dónde tienes escondido los anime?

Él señaló uno de los estantes altos, frente al cual había una filera de muñequitos pop.

—Ya decía yo...

Él rio.

Pero cuando Candy apartó la vista de ese estante, se dio cuenta que el de abajo estaba repleto de libros de anatomía humana, misterios del cerebro, microbios...

—¿Te interesa la biología, eh?

—Sí, no sé, desde pequeño me ha interesado leer sobre ese tipo de cosas; creo que en parte gracias a la serie de Érase una vez... el cuerpo humano. Y luego también se me daba bien en clase así que, eso es todo.

Candy sonrió y lo dejó estar a la vez que se volteaba.

—Ahora, ¿Me puedes explicar todo lo que pasó ayer?

—Sí, pero anda, ponte cómoda.

Él caminó hasta posarse al borde de la cama, y entonces, ella decidió tomar asiento en el otro extremo. De paso, se quitó el gran abrigo, lo dejó a un costado, y se puso a sacar todos los libros y cuadernos que había llevado; aunque fuera para tenerlos preparados.

Lex frotó sus manos antes de comenzar.

—Después de dejarte en la pista, volví al VIP y pedí unas bebidas... algo más fuertes de las que habíamos probado, pero por lo mismo me dijeron que esas solo se servían en la barra.

—¿Y para qué las ibas a pedir?

Él entrecerró los ojos.

—Era la noche de las experiencias. Tenía que enseñarte lo que era el alcohol, fijo.

—Ya había probado lo que eran los cocteles —alegó con frustración—. No me hubiese querido arriesgar a probar más en una sola noche, Lex.

—Tampoco iba a dejar que llegases a estar borracha perdida —exclamó indignado—. Pero sí quería que lo probases y que aprendieses a beber.

Candy negó.

—En fin, ¿Y qué pasó?

—Digamos... que me tocó lidiar con un barman frustrado por no poder cumplir el sueño de ser policía.

—¿Qué?

—Vale, no —reconoció—. Pero su comportamiento parecía indicar eso.

Candy suspiró.

—Dime la verdad.

Lex ladeó la cabeza, pensando en cómo podía contárselo.

Lex ladeó la cabeza, pensando en cómo podía contárselo

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Perfectamente equivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora