155. 𝗟𝗔 𝗛𝗜𝗦𝗧𝗢𝗥𝗜𝗔

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.ciento cincuenta y cinco

Harry subió a todo correr al dormitorio de los chicos para agarrar la capa invisible y el mapa del merodeador, que guardaba en su baúl; se dio tanta prisa que Ron y él estaban listos para salir por lomenos cinco minutos antes de que Lucy y Hermion...

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Harry subió a todo correr al dormitorio de los chicos para agarrar la capa invisible y el mapa del merodeador, que guardaba en su baúl; se dio tanta prisa que Ron y él estaban listos para salir por lomenos cinco minutos antes de que Lucy y Hermione bajaran del dormitorio de las chicas, Hermione provista de bufanda, guantes y uno de los gorros de elfo llenos de nudos.

-¡Es que fuera hace mucho frío! -se justificó cuando Ron chasqueó la lengua con impaciencia.

Salieron por la abertura del retrato y se apresuraron a cubrirse con la capa; Ron había crecido tanto que ahora tenía que encorvarse para que no le asomaran los pies por debajo. Bajaron despacio y con cuidado las diferentes escaleras, y se detenían de vez en cuando para comprobar, con ayuda del mapa, si Filch o la Señora Norris andaban cerca. Tuvieron suerte: no vieron a nadie más que a Nick Casi
Decapitado, que se paseaba flotando y tarareando distraídamente «A Weasley vamos a coronar». Cruzaron el vestíbulo con sigilo y salieron a los silenciosos y nevados jardines. A Harry le dio un vuelco el corazón cuando vio unos pequeños rectángulos dorados de luz y el humo que salía en espirales por la chimenea de la cabaña de Hagrid. Echó a andar hacia allí a buen paso, y los otros tres lo siguieron dando traspiés. Bajaron emocionados por la ladera, donde la capa de nieve cada vez era más gruesa, y por fin llegaron frente a la puerta de madera de la cabaña. Harry levantó el puño y llamó tres veces, e inmediatamente se oyeron los ladridos de un perro.

-¡Somos nosotros, Hagrid! -susurró Harry por la cerradura.

-¡Debí imaginármelo! -respondió una áspera voz. Los tres amigos se miraron sonrientes debajo de la capa invisible; la voz de Hagrid denotaba alegría-. Sólo hace tres segundos que he llegado a casa... Aparta, Fang, ¡quítate de en medio, perro! -se oyó cómo descorría el cerrojo, la puerta se abrió con un chirrido y la cabeza de Hagrid apareció en el resquicio. Hermione no pudo contener un grito-. ¡Por las barbas de Merlín, no chilles! -se apresuró a decir Hagrid, alarmado, mientras observaba por encima de las cabezas de los chicos-. Llevan la capa ésa, ¿no? ¡Vamos, entren, entren!

-¡Lo siento! -se disculpó Hermione mientras los tres entraban apretujándose en la cabaña y se quitaban la capa para que Hagrid pudiera verlos-. Es que... ¡Oh, Hagrid!

-¡No es nada, no es nada! -exclamó él rápidamente. Cerró la puerta y corrió todas las cortinas, pero Hermione seguía mirándolo horrorizada.

Hagrid tenía sangre coagulada en el enmarañado pelo, y su ojo izquierdo había quedado reducido a un hinchado surco en medio de un enorme cardenal de color negro y morado. Tenía diversos cortes en la cara y en las manos, algunos de los cuales todavía sangraban, y se movía con cautela, lo que hizo sospechar a Lucy que Hagrid tenía alguna costilla rota. Era evidente que acababa de llegar a casa. Había una gruesa capa negra de viaje colgada en el respaldo de una silla, y una mochila donde habrían cabido varios niños pequeños apoyada en la pared, junto a la puerta. Hagrid, que medía dos veces lo que mide un hombre normal, fue cojeando hasta la chimenea y colocó una tetera de cobre sobre el fuego.

✓ DRAGONS, harry potter [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora