39. 𝗖𝗛𝗔𝗥𝗟𝗔 𝗖𝗢𝗡 𝗛𝗔𝗚𝗥𝗜𝗗

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.capítulo treinta y nueve

           —YA CASI LLEGAMOS, RON —dijo Hermione, cuando vieron a lo lejos la cabaña del guardián—

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           —YA CASI LLEGAMOS, RON —dijo Hermione, cuando vieron a lo lejos la cabaña del guardián—. Dentro de un minuto estarás bien. Ya falta poco.

  Lucy sabía que no era momento para sorprenderse, ¿pero Hermione no se estaba preocupando demasiado por Ron?

  Sin duda parecía la más preocupada.

  Les separaban siete metros de la casa de Hagrid cuando se abrió la
puerta. Pero no fue Hagrid el que salió por ella, sino Gilderoy Lockhart, que aquel día llevaba una túnica de color malva muy claro. Se les acercó con paso decidido.

—Rápido, aquí detrás —dijo Harry, escondiendo a Ron detrás de un
arbusto que había allí con ayuda de Lucy. Hermione y Sara los siguieron.

—¡Es muy sencillo si sabes hacerlo! —decía Lockhart a Hagrid en voz
alta—. ¡Si necesitas ayuda, ya sabes dónde estoy! Te dejaré un ejemplar de mi libro. Pero me sorprende que no tengas ya uno. Te firmaré un ejemplar esta noche y te lo enviaré. ¡Bueno, adiós! —Y se fue hacia el castillo a grandes zancadas.

—¿Cuántos libros tiene ése hombre? —murmuró Lucy confundida, viendo a Lockhart irse.

—Tiene... —pero antes de que Hermione conteste, Lucy la interrumpió.

—Era una pregunta retórica —dijo Lucy de mala gana—. No quiero saberlo.

  Harry esperó a que Lockhart se perdiera de vista y luego sacó a Ron del arbusto y lo llevó hasta la puerta principal de la casa de Hagrid.

Llamaron a toda prisa.

  Hagrid apareció inmediatamente, con aspecto de estar de mal humor, pero se le iluminó la cara cuando vio de quienes se trataba.

—Me estaba preguntando cuándo vendrían a verme... Entren, entren.
Creía que sería el profesor Lockhart que volvía.

Harry y Hermione introdujeron a Ron—, seguidos de Lucy y Sara,— en la cabaña, donde había una gran cama en un rincón y una chimenea encendida en el otro extremo. Hagrid no pareció preocuparse mucho por el problema de las babosas de Ron, cuyos detalles explicó Harry apresuradamente mientras lo sentaban en una silla.

—Es preferible que salgan a que entren —dijo ufano, poniéndole delante una palangana grande de cobre—. Vomítalas todas, Ron.

—Iugh —exclamó Sara, cuando Ron casi vomita en sus zapatos.

—No creo que se pueda hacer nada salvo esperar a que la cosa acabe —
dijo Hermione apurada, contemplando a Ron inclinado sobre la palangana—. Es un hechizo difícil de realizar aun en condiciones óptimas, pero con la varita
rota...

  Hagrid estaba ocupado preparando un té. Fang, su perro jabalinero,
llenaba a Harry de babas.

—¿Qué quería Lockhart, Hagrid? —preguntó Harry, rascándole las orejas
a Fang.

✓ DRAGONS, harry potter [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora