98. 𝗘𝗟 𝗧𝗢𝗥𝗡𝗘𝗢 𝗗𝗘 𝗟𝗢𝗦 𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗠𝗔𝗚𝗢𝗦

10.3K 878 750
                                    

.capítulo noventa y ocho

                      LOS CARRUAJES ATRAVESARON las verjas flanqueadas por estatuas de cerdos alados y luego avanzaron por el ancho camino, balanceándose peligrosamente bajo lo que empezaba a convertirse en un temporal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

                      LOS CARRUAJES ATRAVESARON las verjas flanqueadas por estatuas de cerdos alados y luego avanzaron por el ancho camino, balanceándose peligrosamente bajo lo que empezaba a convertirse en un temporal. Los rayos cruzaban el cielo cuando su carruaje se detuvo ante la gran puerta principal de roble, que se alzaba al final de una breve escalinata de piedra. Los que ocupaban los carruajes de delante corrían ya subiendo los escalones para entrar en el castillo. También Harry, Lucy, Ron, Hermione, Sara y Neville saltaron del carruaje y subieron la escalinata a toda prisa, y sólo levantaron la
vista cuando se hallaron a cubierto en el interior del cavernoso vestíbulo
alumbrado con antorchas y ante la majestuosa escalinata de mármol.

—¡Vaya! —exclamó Ron, sacudiendo la cabeza y poniéndolo todo perdido
de agua—. Si esto sigue así, va a terminar desbordándose el lago. Estoy empapado... ¡Ay!

  Un globo grande y rojo lleno de agua acababa de estallarle en la cabeza.
Empapado y farfullando de indignación, Ron se tambaleó y cayó contra Harry, al mismo tiempo que un segundo globo lleno de agua caía... rozando a Lucy. Estalló a los pies de Harry, y una ola de agua fría le mojó las zapatillas y los calcetines. A su alrededor, todos chillaban y se empujaban en un intento de huir de la línea de fuego. Lucy levantó la vista y vio, flotando a seis o siete metros por encima de ellos, a Peeves el poltergeist, una especie de hombrecillo con un gorro lleno de
cascabeles y pajarita de color naranja. Su cara, ancha y maliciosa, estaba
contraída por la concentración mientras se preparaba para apuntar a un nuevo blanco.

—¡PEEVES! —gritó una voz irritada—. ¡Peeves, baja aquí AHORA
MISMO!

  Acababa de entrar apresuradamente desde el Gran Comedor la profesora
McGonagall, que era la subdirectora del colegio y jefa de la casa de Gryffindor. Resbaló en el suelo mojado y para no caerse tuvo que agarrarse al cuello de Hermione. Lucy puso sus ojos en blanco.

—¡Ay! Perdón, señorita Granger.

—¡No se preocupe, profesora! —dijo Hermione jadeando y frotándose la
garganta.

—¡Peeves, baja aquí AHORA! —bramó la profesora McGonagall,
enderezando su sombrero puntiagudo y mirando hacia arriba a través de sus gafas de montura cuadrada.

—¡No estoy haciendo nada! —contestó Peeves entre risas, arrojando un
nuevo globo lleno de agua a varias chicas de quinto, que gritaron y corrieron hacia el Gran Comedor—. ¿No estaban ya mojadas? ¡Esto son unos chorritos! ¡Ja, ja, ja! —Y dirigió otro globo hacia un grupo de segundo curso que acababa de llegar.

—¡Llamaré al director! —gritó la profesora McGonagall—. Te lo advierto, Peeves...

  Peeves le sacó la lengua, tiró al aire los últimos globos y salió zumbando
escaleras arriba, riéndose como loco.

✓ DRAGONS, harry potter [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora