33. 𝗠𝗔𝗧𝗔𝗥𝗘́ 𝗔 𝗥𝗬

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.capitulo treinta y tres

         La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los manjares favoritos de Lucy y que terminó con un suculento pudín de melaza

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         La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los manjares favoritos de Lucy y que terminó con un suculento pudín de melaza. Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora. Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama.

  A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se
levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas
por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Lucy al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

  A Harry no le entraba en la cabeza que nueve personas, siete baúles
grandes, dos lechuzas y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia.

  Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había
añadido el señor Weasley.

—No le digas a Molly ni media palabra —susurró a Harry al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado mágicamente para que
pudieran caber los baúles con toda facilidad.

  Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un
vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Lucy, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo:

—Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? —Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque—. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?

  El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Harry se volvió para echar una última mirada a la casa. Apenas le había dado tiempo a preguntarse cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster.

  Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Lucy echase a  Fred de una patada por la ventana para que pudiera entrar a agarrar su escoba. Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez.

  Cuando Ginny subió al coche, después de buscar el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

  El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.

✓ DRAGONS, harry potter [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora