[Capítulo 58]

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No tuve objeto ni razón de rechazar las caricias del plano inmaterial. Aquella serenidad característica de su núcleo resonaba como la contrariedad al origen y visión de éste. Una mentira que tras contarse infinidad de veces, durante infinidad de vidas, compuso como su propia e indiscutible verdad. Lo vi en mis sueños o tal vez, la realidad contenida en el cofre así me lo quiso mostrar. Su forma y motivos, transmutados al engañarse hacia el camino del bien mayor.

58
Lo que no se puede olvidar

Lo dije soltando el aliento por lo bajo. La voz en mí, entonces pesada y sombría, tiñó de colores apagados todo desde aquellos muros derrumbados.

«Habría acabado así, de un modo u otro».

Era acertado, justo e inequívoco. La mansión Norikiyo había sido marcada por el paso de los años, viendo su final durante aquel combate. ¿Acaso una vida lejos de ésta había hecho la diferencia? Lo pude comprender mas no aceptar. Que la presencia y actos de un ser como lo había sido aquel que tomó posesión de mi antiguo hogar, tras la pista de eso que encerraba el legado de mi sangre, jugó un papel definitorio en los años alejado de mi tierra natal. Su búsqueda, el odio y lo que le orilló a jugarse la existencia más allá de los límites de su ser...

Sentí la silueta de una mueca mórbida apareciendo en mi rostro, consiguiendo desbaratarla con un suspiro.

—Es surreal —dije—. Que Sumiken pudiera ser eso que buscaba.

A mi lado Efuruto tomó aire llenando el pecho, preparada para soltar el aliento y palabras tras de este. Pero ahí mismo se contuvo, dejando escapar en su lugar un resoplido poco complacida.

—La estatuilla del tigre y eso que ha marcado su esencia por generaciones, así como el ataque dirigido a nuestro intento por descubrir el pasado —dijo—. Creí poder intuir lo que ocurría, que sostenía el indicio de lo que estaba por suceder. Pero todo se terminó con la cuerda que lleva consigo.

Habíamos deliberado por horas.

El resto del día previo había transcurrido dentro y fuera del plano inmaterial. Antes de regresar al mundo humano sin embargo, aún en el interior del cofre y tras poder despertar, discutimos por horas. Aquella cuerda que llevaba rodeando mi brazo se había convertido en una respuesta similar a esa que alguna vez hallé en Sumiken. Indudablemente me sentí cercano a ésta. Sostenerla despertó reminiscencias de eso que reconocí como el latido de un recuerdo que ardía más allá de mí. Era distante e impropio de mi persona. Estaba allí, mas no era capaz de alcanzarlo.

Pero lo conocía.

Como había sido con Sumiken y llevada por su curiosidad, Efuruto trató de mirar hacia el pasado de la cuerda que sostenía. Encontrando la misma reacción en un silencio inquebrantable.

La cuerda a la vez lucía como mi espada. Quizá en una extensión de la misma manera. Parecía reflejar una oscuridad como esa de un cielo sin luna ni estrellas.

Sólo pudimos concordar abiertamente con que esta había estado en posesión del nueve colas. Lo que habría estado buscando o que fuera dueño de la cuerda, queríamos estar equivocados. Aún podíamos estarlo y siendo francos, nos aferramos a esa idea.

Y es que si las piezas reunidas de nuestro viaje desvelaron algo, aquello no fue más que una maraña de intrigas indescifrables y misterios a medio armar. Cual pudiera ser la respuesta sin embargo, parecía apuntarnos hacia solamente una dirección.

A esa en la que nos dirigíamos.

Eché un último vistazo a las ruinas de la mansión antes de salir más allá de los muros hacia la montaña. Es la voz de Efuruto la que me alcanza antes de dar el paso hacia el exterior. Es delicada, casi cuidadosa.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora