[Capítulo 07]

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El peso de mis actos acabó esfumándose cuando pensando en la aldea humana, me percaté de los terribles errores que una vez realizados empezaron a trazar el camino que recorría con decisión a tan temprana edad. Conforme los días transcurrían estos daban lugar a que el pasado se convirtiera en un severo maestro. Me encontraba dispuesto en aprender del mismo.
      Una nueva resolución se formó en mí con el tiempo. Una que aún no ardería, pues apenas si se trataba de una débil llama a la que le faltaba vida para iluminar aquel camino.
      Y yo estaba allí para hacerle crecer.

7
Liberosis. Tercera parte

Las nevadas continuaron por el resto de la temporada. Durante aquella noche olvidada, las noches avanzaban lentas y en silenciosa transición delante de los vestigios de un fuego dormido. Me gustase o no, estaba acostumbrado al pequeño espacio de la cabaña que acabó convirtiéndose en mi hogar. Lo era todo para mí. Cada una de mis pertenencias que iban en aumento ocupaban su respectivo puesto alrededor, colgadas del techo o de las paredes. Algunas en el suelo. Transformando aquel sitio en algo distinto de lo que fue. Triste, oscuro y solitario, así lo recordaba; mas en esa noche al mirar las herramientas y demás cachivaches, hallé lo contrario.
      Solía trasnochar leyendo los libros que en mi estadía logré juntar con los tengu, así como otros que fueron obsequios de Aya. Ella solía repetir lo asfixiante que le resultaba pensar que en ciertos días elegía quedarme encerrado. Y que en respuesta, eso le impulsaba a entregarme libros y periódicos. Aunque sólo los últimos eran escritos por ella. Fue gracias a tan peculiar gesto desinteresado y la singular manera en que se expresaba en sus artículos, que pude mantenerme al tanto de lo que ocurría fuera y dentro de la montaña.
      Era tarde cuando leyendo de pasada las hojas, decidiera arrojar un último leño a las brasas ya casi extintas. Dejando que el calor creciera y que el interior se iluminara con las ascuas del trozo de madera seca. Su chisporroteo hizo oscilar en mí un recuerdo engañoso, llevándome a pasos de caer en sueños y hacia los matices de aquella memoria. Puedo verlo y sentirlo aún, lo tarde que era cuando ocurrió. La calidez de la pequeña hoguera abrazándome, consolándome en una noche fría y vacía cuando leía un verso del fuego entre las hojas ardientes del periódico, atrapando el nombre Hakurei en estas. No supe qué pensar con certeza. Sentí un extraño calor ajeno a las brasas que se apagaban. Es quizá por eso que no me causó remordimiento arrojar el resto del periódico al fuego y luego caer dormido.



—Sigues siendo humano —decía Takeno—. Eres débil, conformista y si has podido sobrevivir hasta la fecha, es sólo por esas trampas que conseguiste armar y esparcir por tus zonas de caza.
      La mañana llegó dejando la zona entera cubierta por una gruesa manta de nieve. La puerta había quedado bloqueada por un muro el cual, sin ayuda, no habría podido quitar solo. Estuve genuinamente tentado en ignorar a Takeno quien gritaba desde fuera con lo que parecían ser apenas débiles murmullos. Aunque no significa que pudiese ignorar los golpeteos y dejarle fuera. Pero sabía cuál era mi responsabilidad. No que por ésta no le dejase hacer la mayor parte del trabajo, pues no me apetecía helarme tan temprano.
      Lo menos que hice fue recibirlo con una bebida caliente una vez que entró cubierto de nieve hasta las orejas. Se sacudió sin reparar en dónde caía esta, avanzando para tomar el té y extender las manos hacia el fuego. En cuanto se hubo calentado empezó a tratar el tema que seguía siendo mi transición de humano a hanyou. Pero tras tanto tiempo desde que habíamos empezado, sus palabras me causaron fastidio. Él no demoró en notarlo, como era usual.
      —Moléstate todo lo que quieras. Sabes que es la realidad —sentenció.
      Si lo sabía no lo tuve en cuenta.
      —¿Y por qué no decírmelo directamente?
      Takeno era un tutor excelente. Pero a esa edad tendía a verlo de un modo arrogante y fastidioso. nunca me enseñó ni entregó nada del modo sencillo. Sus lecciones las debía descubrir por mi cuenta, sin ayuda de terceros. A veces él estaba conmigo y en ocasiones pasaban días e incluso semanas en donde no tenía ni la menor idea de su rastro. Borraba el mismo y me dejaba a mi suerte. O eso aparentaba hacer. Estuvo siempre pendiente de cada una de mis acciones, vigilando y listo para intervenir si ameritaba hacerlo. Jamás corrí peligro con él de por medio, mas en ocasiones era necesario que creyera lo contrario. Se repetían las veces en que si no cazaba y pasaba hambre, maldecía su nombre hasta que me asqueara de gritarlo. Pero en general Takeno resultó ser más que un amigo. Cuando él estaba cerca pude encontrar un poco de seguridad y calma. Incluso sentía que era prudente bajar la guardia. Casi como un hermano.
      Aun así tantas incógnitas y sorpresas ya no las soportaba. Una vez al descubrir aquello que hacía, empezó a parecerme ridículo el actuar tan reservado. Aya y Momiji estaban en lo suyo y en consecuencia, desesperaba con lentitud.
      —Supongo que será necesario decirlo.
      —Pues estoy listo para escuchar.
      —Más te vale —dijo apuntándome de manera retadora—. Sigues siendo humano, tanto como en la noche que llegaste. Claro, aprendiste a valerte por ti mismo. Lograste desprenderte de lo que fue de ti en la aldea, superar esa etapa y avanzar por el bien del recuerdo que armaste con Keine. Quizá ya no seas un niñito llorón que se cansaba de chillar hasta la noche, durmiendo entre sollozos. Pero eso es todo. Para lo que importa no eres diferente a un gatito destetado.
      Le escuché atento, en silencio y con una quietud artificial mientras mancillaba mi orgullo con palabras que llevaban una verdad detrás de otra. Fui incapaz de refutarlas, decir que no eran sino inventos suyos. Que desde entonces había conseguido más de lo que aparentaba escupirme a la cara como si fueran meros hechos banales. La furia empezó a brotar en mí al escucharle y conforme más déspota era el deje en su voz, más burbujeaba la ira en mí.
      Todo se tornó blanco y poco faltó para que acabara abalanzándome sobre él en un torbellino de golpes y patadas. Pude verle alzar una mano, deteniéndome a la par que sonreía. De no haberlo hecho habría seguido y muy seguramente, no lo hubiera escuchado.
      No me hubiera escuchado.
      —Eso es lo que buscamos —dijo.
      Un rugido. De mí había salido el estallido de un poderoso rugido que se escapó de la cabaña hacia la montaña, dejándome irremediablemente confundido. Me cubrí la boca apresurado, mirando hacia todos lados con los ojos abiertos, descolocado y tratando de hallar una explicación para que tan feroz vozarrón saliera de mí.
      Takeno suspiró.
      —Desconoces tu propia naturaleza. Te es terriblemente ajena pese a que sepas cómo tomar los pequeños aspectos de esta —meneó la cabeza—. Lo es todo o nada. Ahora vamos, empezaremos hoy mismo.
      Demoré en salir. Las partes en mi cabeza que se desmoronaron continuaron tratando de comprender lo que acababa de ocurrir.



—Aun si tratases de repetir el rugido anterior, no serías capaz de hacerlo. Y eso está bien.
      —No entiendo qué es lo que buscamos —repliqué—. ¿Es el rugido?
      —En base sí, lo es. Hasta ahora la única razón por la cual has conseguido mostrar los aspectos de tu esencia youkai, es debido a que te has visto sometido a experiencias intensas en donde tu vida ha corrido peligro. El miedo y la debilidad de tu esencia humana hacen que la youkai crezca en un intento por compensarlo, porque no existe un balance.
      No hubiera sido difícil notarlo. La respuesta estaba ahí.
      Fui consciente del peligro por el que mi vida corría cuando había sido detenido por los aldeanos a quienes robé. Algo más allá del miedo me invadió cuando tuve la realización de que entonces, las cosas no serían como siempre. Mis ojos entonces se tornaron amarillos. Meses más tarde cuando me vi en la necesidad de huir, envuelto de ese mismo temor por mi vida, mis ojos mostraron adaptarse a la oscuridad de la intemperie. Fui capaz de ver como si del día se tratase.
      En esa misma noche en la montaña al permanecer al filo de mis emociones, mi oído se agudizó siendo capaz de captar una frecuencia imposible para los humanos. Algo que se repitió al adentrarme al bosque para cazar a mi primera presa. La determinación que corría por mí hizo que una vez más mi esencia youkai se mostrara.
      Por último estaba el rugido de la cabaña. En mí sólo corrió furia descarriada, no pensando en nada más que el resultado que quise ver realizado por mis manos. La fuerza que le faltaba a mi esencia humana, de la que sentía carencia para afrontar lo que tenía frente a mí, fue reemplazada por la del tigre. Ese rugido brotó por la ira y el orgullo herido.
      —Debes hacer algo al respecto. Despertar la verdadera esencia hanyou.
      Escucharle de pronto me hizo volver del ligero ensimismamiento por el que pasaba.
      Le sostuve la mirada con mordacidad, escupiendo cada palabra hacia su persona.
      —Por supuesto. ¿Cómo no se me pudo ocurrir? Comencemos de una buena vez. Si lo que debo hacer es despertar a mi esencia youkai, hagámoslo de una maldita vez. Si es que cazar por mi cuenta no es suficiente, y la supervivencia a diario es sólo una distracción; entonces pelea contra mí. Aquí y ahora, luchemos. Entre dos hanyou. Enséñame lo que necesito para entender lo que es ser un híbrido.
      Claramente había dicho aquello en el calor del momento, mirándole aún con una expresión de inmenso desdén. Conocía si acaso lo básico del combate, pero nada verdaderamente brillante o para defenderme.
      Takeno me observó sin comentarios y aunque en un principio parecería dejarse llevar, sin convencerse por el tono de mi voz, al final asintió a gusto.
      —Así que después de todo lo entiendes. Debo admitir que por el más ínfimo instante, creí que estabas tomándome el pelo. Pero no fue así. Luchar —repitió, asumiendo pose de combate—. Si no empiezas tú, lo haré yo.
      Le miré estupefacto e incrédulo conforme se acercó.
      —No, Takeno. Espera...
      —Vamos Kenro. Luchemos.



Existen híbridos cuyas mitades se encuentran tan entrelazadas que los mismos no demuestran ser una entidad distinta. En los humanos por ejemplo existen casos donde los padres, ambos de distintas naturaleza, tienen hijos que demuestran razas contrarias. Hablamos de un padre tengu y una madre humana. El hijo mayor es un humano, mientras que el menor un tengu en todo su esplendor. Sus hijos pueden no mostrar signos de poseer un lado youkai o humano para lo que importa.
      Así pues, un híbrido es una existencia de lo más singular. Incluso se puede afirmar que se tratan de seres únicos.
      Concebir a uno es incluso algo complicado. Aquellos que nacen siendo híbridos pueden que no lleguen a vivir muchos años; hablamos de una apuesta. Pero no le decimos de ese modo.
      Los humanos con descendencia youkai directa son un caso similar. Han aceptado su propia humanidad y saben que les pertenece. Sin embargo cuando es enteramente necesario, cuando la supervivencia se encuentra por encima de todo lo demás, es entonces cuando la mitad dormida puede surgir y adaptarse lentamente al cuerpo.



Quisiera decir que entonces descansaba sobre la nieve, mas la realidad es que yacía botado. Adolorido, agotado y con la visión borrosa, apoyando la cabeza sobre el montículo para mirar al cielo grisáceo. Recordaba lo que Takeno me contó alguna vez, cerrando los ojos cada que comprendía lo que ocurría.
      En ningún momento asestó un golpe contra mí. Aseguró que en mi estado, siendo tan humano, uno solo habría bastado para que no me volviera a levantar. Sólo uno. En todo combate interceptó cada una de mis acometidas, mandándome al suelo de donde me levantaba para continuar. Eventualmente acababa inmóvil, herido y sin la motivación o fuerzas para seguir moviéndome. Aunque de todo lo que más me dolía, era el orgullo. Perder de esa manera era humillante.
      Él no solía ocupar tiempo innecesario. Solía marcharse sin muchas palabras, siempre diciendo que volvería al día siguiente y que mientras tanto, pensara en lo que aprendí de nuestros encuentros. Está de más decirlo, pero cada día no hacía más que dormir.
      Pero el tiempo avanzó y mi desarrollo también lo hacía. Pese a que esa fuera una lección para aprender sobre mi naturaleza, también me vi instruido en el combate marcial de los tengu. Takeno nuevamente demostró ser un excelente tutor, mostrándome las posibilidades, entendimiento y control sobre mi cuerpo con la extensión de un arte marcial. Aun no representaba una amenaza para él, pero es cierto que también improvisaba al ir creciendo.
      Tratando esta transición de este modo me parece correcto adelantarse al momento en el que aquel rugido se repitió.
      —Lucha —decía él—. Lucha como si en verdad significase algo. No luches como un humano, hazlo como una bestia. Domina ese instinto, hazlo tuyo y dirígelo hacia tu presa. Ahora levántate y repítelo.
      Quizá no sea del todo claro la dureza de aquel reto. Tras medio año combatiendo de ese modo, día tras día sin detenernos, pese a que no demostrara un cambio extraordinario, él se convenció a luchar con mayor eficacia. Sus golpes aunque no fueran certeros causaban cardenales en donde los pusiera. A veces me los debía curar y en ocasiones, ni podía dormir por el dolor de estos al rosar con la ropa.
      Pero tras seis meses sin parar, pude capturar el ritmo de un combate. Pese a que continuara siendo humano, hice gritar a mi esencia para capturar ese ritmo.
      Nuestros encuentros siempre terminaban del mismo modo. Si ya no podía acometer contra él, esa era una señal para detenernos. De inmediato desistía en sus ataques, parándose en seco y tendiéndome una mano en señal amistosa. Minutos más tarde nos encontrábamos conversando en la cabaña, descansando para continuar al día siguiente.
      Salvo entonces en donde se rompió el patrón.
      En el preciso momento en donde me mostró la mano abierta, yo se la aparté de un manotazo. Me impulsé nuevamente hacia él, golpeando cada una de las aperturas que había dejado por abandonar la posición de combate. Atacaba sin ceder, apuntando a sus pies y cintura para deshacer la base y centro de sus posiciones. Conforme incrementaba la velocidad mi vigor también regresaba, brindándome el aliento para cambiar el curso. Takeno se mantuvo imperturbable a la par que proseguía, pero fue evidente que aquella secuencia de movimientos le había quitado el balance. Lo había sorprendido. Retrocedía, incapaz de romper mi defensa porque en primer lugar, no recurría a esta.
      Continué, me exigí más allá del límite que por días delimité. Mi cuerpo ya no se podía detener. No planeaba hacerlo; mas sin embargo, como se dijo, seguía siendo humano.
      Sucedió en apenas si la fracción de una exhalación. Mi cuerpo se vio invadido por una ola de intenso dolor, dándole un alto súbito y definitivo a cada uno de mis movimientos a la par que se esparcía por cada fibra de mi ser. Empezó desde la boca del estómago y como un temblor, lo sentí resonar en los brazos y piernas. Fue un dolor indescriptible, como un millar de astillas rompiéndose dentro de mí, dejando mi cuerpo ardiendo en carne viva.
      Lo más que recuerdo desde ese punto es que grité hasta desmayarme.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora