[Capítulo 34]

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La oportunidad de una gran noticia partía hacia lo oscuro del camino, escapando con brío en sus pies y corazón. Llevado por la prisa del viento que desde el comienzo le acogió. Ha tomado una decisión. Quienes no le conocieran le verán y pensarán en lo lamentable que es tal escena, con su imagen perdiéndose en el atardecer, yendo a perseguir lo que otros no comprenden pero que él mismo sabe. Yo no formo parte de semejante grupo. No veo adecuado dejarse llevar por dichos momentos de sentimentalismo, puesto que no se me es capaz de conmover al mostrarme las hazañas que otros han podido ver realizadas gracias a una gran e inamovible voluntad. Al final del día es su mérito, no el mío; no obstante hoy he de admitir que encuentro desafortunado el hecho de no poder alcanzarle —en términos estrictos y precisos—. Se trataba de la noche perfecta para el principio de su primicia, mas ésta verá su fin en las páginas del mismo cuaderno en donde otras tomarán su lugar. Al menos hasta que la suerte le perdone.

Ha cambiado. Me alegro por él.
No fui capaz de llegar a tiempo.
Por primera vez, eso me alegra.

—Shameimaru Aya.

34
Eco

El deseo de morir alguna vez fue una promesa por la cual esperé paciente. Busqué y por lo mismo traté de anticipar su llegada para darle la bienvenida. Aceptarle. Mi propia voz fue incapaz de pronunciar lo desesperado que anhelaba el fin a la fatídica casualidad que aparentaba haber sido mi aparición en Gensokyo, en donde todas las noches los recuerdos de tan corta vida, errores cometidos y palabras que pude haber dicho así como acciones que pude haber cambiado, se volvían lúcidos, hiriéndome para dar lugar a un vacío que me dejara sentir su cruel presencia con los días que alimentaba en mi haber. Jamás llegó, por supuesto. Yo mismo me consideré un cobarde y valiente en partes iguales, puesto que nunca fui capaz de cruzar el límite reconocido como tabú tanto por humanos como por los youkai. Con el tiempo y su suave flujo aprendí más que sólo de la experiencia, sino que también de la perspectiva que se le puede tener al fin de una vida y al comienzo de otra. Dejé de temerle a la idea de morir ya que por extraño que parezca, jamás dejó de allanar los rincones de mi interior. Se convirtió en algo natural. Su compañía como contrapeso se volvió en una necesidad.

Ignoro cuándo olvidé el característico ritmo con el que el final de una vida resuena, ya sólo podía escuchar el eco de su comienzo. Del origen. De Hakugyokurou, lugar en donde el deseo de años, olvidado y esperado, pronto se volvería realidad. Y bien aunque cargaba con las dudas sobre cómo es que sería recibido debido al momento en el que emprendí el viaje al mundo espiritual, con el atardecer apenas si empezando a presentarse, no me detuve. Ver el sol posarse por encima de aquella tierra a lo lejos sembró un débil dejo de inseguridad en mí, pequeño pero persistente. No llevaba conmigo dulces ni bebida, nada más a un saludo junto a mis espadas, además de la vida que pudiera entrar en una mochila llena de libros y fotos.

Aun así el peso se fue aligerando al saber que no debía cruzar el mismo camino hacia el río Sanzu, siendo en su lugar que debía hallar la entrada al Meikai situada en lo alto del cielo, muy por encima del templo Hakurei. Tuve la certeza de reconocer la ubicación de ésta, aunque demostró ser un reto cuando al posicionarme en lo que yo creí era una suposición acertada, diera como resultado que viera un mar de nubes extenderse. Pensé que tal vez estuviera levitando demasiado alto o quizá no lo estaba lo suficiente. Cada vez tardaba más y al ritmo que iba la tarde se escapaba. Haber gozado de un viaje sin contratiempos se basó a simple mesura y paciencia, tomando en consideración la poca experiencia de la práctica de vuelo. Esa curiosa habilidad la cual se ligaba al desempeño mágico. Expulsar este tipo de flujo a través del cuerpo no bastaba para levantarte del suelo sino que también debías mantenerlo constante, lo suficiente para que se manifestara. Resultaba ser un esfuerzo latente y que mantenía como algo aún demasiado consciente. Durante los primeros intentos debía contraer el abdomen para lograr mantener la altura, y si bien practiqué tanto hasta adquirir un tipo de entendimiento que reemplazara a la experiencia y tiempo donde preferí sentar cabeza y seguir con los pies sujetos al suelo, igual es que decidí no dejarlo a la suerte.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora