Las dudas y preocupaciones al mirar su rostro, hallar una paz y serenidad intactas en éste, en su tez pálida y grisácea, fueron como un recordatorio de los eventos que había dejado partir con anterioridad. Entonces si había hecho lo correcto o no, si acaso mi intervención fue obra de un acto desinteresado, llevado por el anhelo de un cometido pasado ansiando ser resuelto; o si por otro lado se había tratado de solamente una coincidencia. No tuvo importancia. Aquello fue acallado por el comienzo de un murmullo sosegado, sesgado por el minúsculo resonar de una ira visceral que despertaba tanteando los bordes de mi conciencia. Había permanecido arraigada en mí dormitando a la espera del impulso que la orillase fuera de los confines de mis memorias. Pero el mismo susurro sólo se trató de eso. Enmudeció una vez que mis pies tocaron el suelo con su cuerpo en los brazos, quitándome el chaleco que descansó ocultando mis espadas en mi cintura. Cubrí a ella con mi gi, estaba bien si sólo usaba la camisa oscura de debajo.
Frente a las puertas de la enorme casa me esperaba un rostro familiar. Dos sirvientas elegantemente vestidas hacían de compañía y escolta a ella, a una joven con ropas fáciles de hallar en familias nobles, resguardando cada uno de sus pasos al andar. Lo suficientemente cerca para actuar y llevársela de ahí si lo precisase.
A la niña de Miare. A Hieda no Akyuu.
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Detrimento empíricoJamás intercambiamos palabras entre los dos pese a las ocasiones en que coincidimos. Nuestras interacciones fueron las mismas dadas por un saludo cordial o una despedida formal. Si habíamos acaso ocupado la misma habitación, en dichas situaciones el resultado lo partía el mismo instante. Una vida opuesta a otra. Aun cuando la oportunidad así lo presentase, otorgando un momento para romper la línea que compromete al silencio, la respuesta fue la misma. Por lo tanto, referirnos como conocidos eran formalidades. Conocíamos del otro por palabra y acto de una persona en común. Por Keine. Sabía de su posición como cronista de Gensokyo y del legado Miare, lo más superficial de ello. Ella a su vez supo de mi origen en el mundo humano y mi travesía por Gensokyo. Pese a ser virtualmente desconocidos, ese punto al que respondíamos parecía haber bastado para continuar.
Miró a la niña que cargaba. Hubiera querido cubrirle el rostro también, pero el resto del cuerpo, especialmente sus piernas, estaba lleno de tierra y sangre seca. Al verla su expresión entristeció. Un lamento, pesar y dolor ocuparon lugar en sus facciones. Y como quien no puede cambiar lo que ha visto desvelarse, apoyó una mano en su pecho, estrujando sus prendas de aspecto lujoso, en señal de terrible angustia.
—Kamigo-san... —avanzó diciendo mi nombre pero antes de seguir, su mirada se extravió detrás de mí hacia las calles y hogares.
Los adoquines cercanos, casas y los postes en donde yacían las lámparas, estaban destruidos; parcialmente, al menos. Fue un tiro de suerte que aun invadido por la esencia youkai, el escenario fuera aquel y no uno más disperso.
Akyuu nuevamente observó a la pequeña en mis brazos. Miró a una de sus sirvientas con quien intercambió unas cuantas palabras. Hubo duda, se cuestionó un fin y en menos de un minuto, ya estaba todo acordado. La joven sirvienta se acercó a mí y asentando con resolución me aseguró que tomaría el cuerpo de la pequeña. Akyuu llamó a la segunda sirvienta y le dedicó un par de palabras a ella también. De pronto reflejó duda mirándola seriamente y luego a mí. No fue sino hasta que le aseguró diciendo «está bien, es el hermano de Keine», oculta entre una mano y sus cabellos morados, que la joven se marchó aliviada junto a su compañera de regreso al interior de la gran casa.
No había sostenido por mucho el cadáver de la niña y aun así, seguía sintiendo el frío de su cuerpo en los brazos. Su peso. Se trataba de un frío completamente distinto al de los espíritus, al de Yuyuko-sama o de Youmu. No fue una experiencia grata; pero por supuesto, cómo iba a serlo.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfic[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...