[Capítulo 17]

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Blandirla fue como apreciar el manto de la noche desenvolverse ante mis ojos, correteando con gracia hacia el horizonte en donde desaparece tímida, huyendo de la luz. Vi un arma sin precedentes, de belleza insólita y cautivadora. En mis manos su filo era una realidad, reflejando la luz que presumida alejaba a la nerviosa oscuridad. En su hoja, afilada como el más despiadado silencio, donde la luz se posaba sin decoro, encontraba la silueta resplandeciente de la artífice de miles de suspiros robados. Ese haz de luz blanco fue el contraste perfecto entre el abismo y mis manos, como si sostuviera el borde de la luna tras haberla arrancado arrogante, reclamándola de los cielos.

—No... no tiene nombre.

Mirar y comprender lo ocurrido, lo que tomó lugar ahí; por encontrarnos en el templo casi di por hecho de que se trató de un milagro.

17
Cuatro por seis

—Dices que no tiene nombre —dijo Reimu—, que no conoces su pasado y que incluso creíste estuvo poseída.

Antes de que pudiéramos siquiera pensar en responderle ella miró al cielo, cubriéndose el rostro del sol. Ni una sola nube. Dio un par de pasos hacia el templo con expresión de fastidio, arrebatándome la espada al pasar junto a mí. Youmu le siguió.

—Yo tampoco entiendo lo que está ocurriendo.

—¿Y qué se supone que fue eso? —me apuntó— ¿Es que sólo ustedes que entrenaron con espadas pueden desenvainarla? Maldito cachivache sacado de cuentos.

—No es un cachivache —le contestó molesta.

—Pues algo más tendrás que saber. Comprendo que antes le perteneció a tu mentor, que hizo, viró y rehízo con ésta de todo. Pero ¿qué más? ¿Cómo?

Youmu contuvo el aire un instante, bajó el rostro y se rindió soltando el aliento. Nos miró derrotada.

—Fue su deseo no hablar de ella, de cómo la obtuvo. Pero es necesario, lo entiendo.

Nos acercamos. Reimu se la devolvió al volver a guardarla. Youmu la tomó como si abrazara ésta, resguardándola en su pecho.

—Ocurrió en esta tierra. Mi mentor conoció a un humano quien resguardaba la espada con su vida. Jamás nos dijo su nombre, salvo que fue un anciano sabio y verdaderamente hábil.

—Nos dirás que el abuelo falleció —comentó Reimu.

Ella nos mostró una sonrisa apenada.

—Me temo que mucho antes de que incluso yo naciera —dijo—. Él quiso tenerla tras escucharle decir que se trataba de un objeto mágico como ningún otro en Gensokyo, que sólo podría ser blandida por aquellos dignos en el arte del kenjutsu.

—¿Tu mentor la recibió tras su muerte? —pregunté.

—Así es. Con el final de sus días contados, el humano le entregó ésta junto a sus conocimientos, así como la promesa de que en algún momento él debería dársela a quien fuera digno de portarla.

Reimu dejó escapar un gran bostezo, sobreactuando el modo de llevarse la mano al rostro.

—Escucho razones pero no explicaciones —dijo—. ¿Debería conformarme con decir que reconoce a ustedes como aptos?

—Debe tener un hueco lógico —comenté.

—Pues explícamelo.

Extendí una mano con la palma abierta, extendida hacia Youmu, pidiéndole amablemente si me permitía tomar la espada. Seguramente no fue lo primero que interpretó y en vez de dármela, se sobresaltó un poco. Al entender mejor me la dio. La desenfundé con facilidad.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora