[Capítulo 23]

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Llamarlo festejo probablemente pueda caer en lo pretencioso además de apresurado. Tras volver al templo se les dijo a las demás lo ocurrido esa misma tarde, sobre cómo conseguí un control básico mas suficiente sobre el viento.

La tarde no demoró en volverse en una agradable noche en donde nuestra única preocupación fue que ésta no durase lo suficiente. Bebimos y escuchamos al coro de ranas cantantes de Suwako, quedando impresionados de lo bien que lo hicieron. Nuestra velada finalizó cuando quedé de acuerdo conmigo en que desde ese momento los días avanzarían para bien. Fui a dormir pensándolo, que quizá no fuera un experto del tema, pero que en efecto las cosas parecían volverse un poco más sencillas.

23
Dominio del viento

La pobre Sanae recibió el día siguiente no con el pie izquierdo, sino que con el rostro entero. No paró de pedirnos disculpas a Kanako y a mí, quienes despertamos como si aquella noche hubiéramos bebido meramente agua. Ella siendo una deidad y yo habiendo experimentado de primera mano la cultura de bebidas espirituales con los tengu, aquella noche no fue la gran cosa. Sanae por otro lado lidiaba con la terrible resaca, volviéndose a su habitación tan pronto como le facilitamos un pequeño remedio. No saldría y no se lo tuvimos en cuenta.

Suwako no se molestó en respondernos, mas Kanako me alentó a dejarle. Que seguramente no tuviera nada por el alcohol y sencillamente lo que quería era dormir hasta más allá del medio día.

—Por este día seremos solamente los dos —decía ella—. Será apropiado que sea así desde ahora, al acompañarte podré guiarte por el resto de lo que constará esta etapa.

—¿Significa que me volverá a tirar desde un pilar? —pregunté bromista.

Kanako fue a encogerse de hombros, mas se detuvo y en su lugar expulsó una bocanada de aire.

Puso los ojos en blanco.

—Si tú puedes verle el lado gracioso no entiendo por qué ella no.

Recorrí el camino de siempre, ahora con ella haciéndome compañía, contándome historias una tras de otra. Le ofrecí mi sincera gratitud y en su lugar, ella me dio valiosos consejos sobre la afinidad elemental. Sobre la nueva etapa de mi enseñanza como aprendiz del viento, ésta se resume con los siguientes días en donde puliría las habilidades que obtuve, corrigiendo errores y deslices que pudiera estar cometiendo tras haberme adentrado al dominio. Y es curioso pensarlo, pero en ningún momento busqué o se me otorgó poder como tal, sino que se me dio el entendimiento de éste. Saber cómo usarlo. Lo que ocurriera desde entonces, retroceder o avanzar, sería asunto mío.

Cuando al fin llegamos a la zona de siempre Kanako no perdió tiempo y señaló el lugar que ocuparíamos desde entonces. Un grupo de postes —que lucían más bien como agujas—, de distintas alturas y con una separación aleatoria entre cada uno. Tras tantos días viéndolos desde que empecé allí pasé por alto para qué siquiera podrían servir.

Me le quedé viendo.

—¿Qué haré aquí?

—Irás a lo alto de uno y te sentarás a meditar.

La expresión de mi rostro no cambió y por un segundo la miré a ella con detenimiento. Del mismo modo miré a la punta de las agujas, cavilando un poco sobre lo que dijo.

—¿Y es todo? —pregunté.

Kanako notó la falta de reacción en mí. Se limitó a dejar caer los hombros y lanzar un resoplido.

—No, cuando subas... —torció los labios— ¿cómo que si es todo? ¿Es que esperabas algo más?

—No es que la respuesta sea «sí», pero ciertamente esperaba algo distinto —alcé los brazos en defensa al verle fruncir el ceño y continué—. No lo tome a mal, es sólo que parece algo que podría esperar encontrar en los mangas de Sanae. Lo próximo que sabré es que unas ranas me enseñarán a pelear al convertirme en un ermitaño o un sabio. Algo por el estilo.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora