[Capítulo 14]

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Fue resumido con su sonrisa. Cada instante y respiro de años que se creyeron perdidos. La distancia entre ambas vidas, las historias que se mezclaron siendo todas las mismas, siempre iguales. Cada sollozo hundido en el silencio, enorme y hueco. El dolor de una obligación imposible de rechazar contra la quietud de una solución precipitada. Mi vida se iluminó. Cada pequeño fragmento carente de color se vio adornado por distintos matices. Verle como una joven de mi edad fue como encontrar a una persona distinta. Apenas si pude contener en mí la felicidad al saber que se encontraba con salud, convertida en toda una sacerdotisa como siempre aspiró a ser. Saber que su labor la cargaba tal y como se le encomendó, que vestía incluso los mismos colores de su predecesora. Claro, estaba contento por ella, pero Reimu ya no era la pequeña que una vez conocí; una estupidez haber mantenido esa expectativa, sí. Saber que en ella encontraría esa sonrisa libre de preocupaciones, de donde esos labios que la formaban saldrían todas las canciones que entonaba con gran gozo hacía años. Fue tonto creer que así sería, y por ende, yo mismo lo fui. Encontré en ella una imagen diferente, una que no creí posible poder atisbar. En cierto modo apreciaba un poco de aquella mujer en su persona. Poseía una semejanza etérea, complicado de expresar en palabras que lograsen capturar la esencia que desprendía de su sonrisa o de sus ojos. Cada una las facciones que al mirarme sin el menor entusiasmo, de igual manera miraba a una persona diferente.

Y sin embargo, a pesar de todo...

—Hola Reimu.

Fui feliz por ella.

14
Firmamento vítreo

Las razones que me dije al huir del templo fueron todas mentiras. La anterior cabecilla del templo Hakurei no causó ninguna clase de repercusión en mí como para hacerme dejar ese lugar por las buenas o las malas. Su desaparición a lo mucho me tuvo desconcertado, pues una mujer con su fortaleza y determinación no es el tipo de persona que ves por allí enterándote que ha desaparecido por decisión propia o a causa de alguien más. Tuve un motivo y razones las cuales, como infante, pudieron haber sido compresibles. Pero desvarío. Que su sombra diera la impresión de acechar a la pequeña Reimu, siempre buscándole furtivamente, pudiera haberse tratado de lo que desencadenó mi decisión. Inclusive lejos de su hogar su presencia se mantuvo fuertemente arraigada a éste. No sólo ella podía sentirle, sino que yo también. Provocó que una parte de mí lo entendiera. Ninguno de los dos podríamos haber crecido en lo que estábamos marcados a ser. Ella una sacerdotisa, y yo, un híbrido completo.

No tuve opción más que aceptarlo, pese a no ser consciente de lo que ocurría. Una parte de mí comprendió que aquello por lo que vivía Reimu lo debía vivir por sí misma para así crecer en la joven que tenía frente a mí. Ella tuvo que abandonar sus días de infancia así como yo, puesto que al aceptar su posición como la nueva sacerdotisa Hakurei, estos se vieron contados tal y como ocurrió conmigo. En el fondo tener el indicio de esa verdad me tranquilizó, siendo que nuestras vidas nos llevaron a caminos que nos dejaron en ese momento.

—¿Se conocen? —preguntó Keine.

—No creo que nos hayamos visto antes —dijo Reimu—. Lo que es más, no estaba enterada de que tuvieras un hermano.

—Quizá visitó el templo antes —comentó Mokou detrás de mí, casi volviendo sus palabras en una interrogación.

Esa explicación pareció satisfacerles. Fue lógico pensar por qué. Como sacerdotisa Reimu pudo haber brindado servicios tales como purgas o exorcismos, trabajos los cuales le mantenían en contacto con distintas personas, demasiadas como para poder contar o recordar, por sobre lo demás.

Por mi lado no pude evitar sentirme ligeramente incómodo. Yo le reconocí, siendo impensable siquiera no poder evocar sus facciones que recordaba aun cuando ella era una pequeña. Conservé tanto de nuestra corta infancia que su confusión me frustró. Aunque entre los dos yo pasé por un cambio drástico en comparación a ella. Claro, era toda una joven, y su figura siendo delineada por sus prendas de sacerdotisa dejaban en evidencia el físico femenino incapaz de ignorar. Pero yo cambié de ser un mocoso a un joven adulto igual. Era alto, al menos unos quince o veinte centímetros más que ella y no como antes, cuando ella era más alta que yo. En vez de ser flacucho y apenas si huesos, era lo opuesto. Debido a la naturaleza de híbrido no poseía una musculatura prominente que delatara mi fuerza, y pese a que cualquier prenda holgada lo ocultase, se apreciaban los músculos de mis brazos y las ya ligeras cicatrices que apenas si se marcaban en los mismos. De entre todo, mis ojos también cambiaron, además de los colmillos que me acostumbré a portar sin molestias.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora