La cálida promesa aguardando al desvanecerse el invierno. El acorde que desbarata el silencio. El dulce trago de licor que humedece tus labios. Una tierna mentira. Supe lo que era en realidad. Quien yo era. Un insidioso secreto, calamidad entre el barullo de susurros tras la tormenta. Quietud que se cierne sobre un escenario desolado.
60
GnosisTal vez dieras por sentado eso en lo que pensaba durante el alto que vino tras ella. Que al escucharla pronunciar mi nombre una vez más en apenas si un hilo de voz, sumida entre el pesar de los recuerdos pasados de nuestras vidas me dejó de rodillas, rendido ante un pequeño pero tangible rastro de esperanza. Me sentí dichoso, sí. Y afortunado. Existía semejante coincidencia no por una acción predestinada ni por forzarla a ser. Era. Simplemente existía. Se había presentado para nosotros, dándonos una oportunidad.
Y aunque la realidad, en el fondo no podía dejar de pensar que entonces era la segunda ocasión en la que me presentaba ante las puertas de un ser querido con las manos vacías. Era impertinente creer que algo así pudiera importar o caracterizarse de alguna manera como prioridad.
A fin de cuentas era mejor así.
Por otro lado me evadía cómo es que Saiko me había reconocido. ¿Acaso el recuerdo de mi persona brillaba con tal intensidad en ella? Escuchar su voz desvaneciéndose con mi nombre complementó algo en mí. En las montañas los tengu le dieron un propósito a mi vida como youkai rumbo a la existencia hanyou. Lo entendía. Pero eso que perdí y que se me había entregado a cambio, eran dos aspectos irremediablemente distintos. Lo que había dejado de buscar al no poder recuperarlo o reemplazar, me lo dio ella. La solitaria voz de Saiko en un intento por alcanzarme le dio una razón a mi vida como el humano que alguna vez fui.
Todo lo que era, aun si lo desconocía, ella lo aceptó.
No hay nada más allá del momento. Soy sorpresivamente consciente del tiempo, de cada suspiro y fragmento de los últimos once años. De mi respiración y el latir de mi corazón entrelazado al suyo. Del silencio. Desconozco qué ocurrió con exactitud, si su mano detiene a la mía o soy yo quien temeroso retrocede ante el abrupto alto al encontrar la suya. Hay un sobresalto y una exhalación que tantea aquella calma con una caricia. Es así que se vuelve certero e inequívoco. Mi cuerpo entero se adelanta y la sostiene, acatando el grito fúrico del instinto diciéndome que me dejara llevar.
Es así que hallo una respuesta.
Saiko se deja vencer por el peso que carga, llevándonos a los dos al suelo contenidos en los brazos del otro. La sostengo con cuidado, casi temeroso. Como si por hacerlo ella fuera a romperse. Contrario a ella. Sus manos se aferran a mi ropa con fuerza, marcando sus nudillos blancos contra mí. Cuando su voz vuelve a escaparse, incapaz de ser contenida, esta restalla en un lamento doloroso. Puedo sentir la espera y cada noche rota. Cada una de las palabras huecas de una habitación vacía. El llanto enmudecido de una niña que no ha tenido otra opción, más que la de fingir haber madurado.
Y el mismo sueño roto que una vez perdimos.
Aún no tenía la seguridad de qué es lo que haría tras la decisión premeditada que tomé.
—...Te he extrañado tanto...
Fui prudente en un impulso que no lo había sido.
——
——No sería impropio atribuirlo a una misma coincidencia, mas he de darle mérito a la suerte que jugó un papel importante en nuestro encuentro. Dadas las circunstancias de cómo ocurrió, habría sido inevitable contar con las miradas de vecinos y curiosos inoportunos. Pero no fue así. De hecho, era improbable. Después de todo la calle entera de aquel vecindario solía vaciarse todas las mañanas. Con excepción de Saiko. Por los días en que miraba el mundo externo por medio de Efuruto, sabía que la casa cruzando la calle no la ocupaban sino hasta entrada la tarde incluso los fines de semana. Los dueños, un matrimonio joven, eran conocidos por su excentricidad algo inusual aunque inofensiva. Los Kageyama.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...