[Capítulo 26]

244 67 8
                                    

Recuerdo que ni el sol se asomaba fuera cuando un timbre de voz suave irrumpió el silencio del bosque, haciéndole desaparecer momentáneamente. Lo suficiente para abrir los ojos. En el frío sereno y la oscuridad, en la pausa de ambas, sentí el cuerpo desperezarse en respuesta, recuperando vitalidad aun en lo improvisto de ese llamado que pudo desbaratarlo todo. Di por hecho que se trató de Mokou, pues a poco de escucharle ella entró sin tocar la puerta, arrojando un fajo de papeles a pies del futón. Invitándome a salir de la casa y a perder noches de sueño.

Qué más iba a hacer. Los tomé y me encaminé con ella siguiéndole el paso de cerca. Qué poco sabía de lo que entonces me esperaba.

26
Entendimiento lineal

Quedaba un vistazo de la luna que se escapaba dejando ver apenas su silueta. El cielo empezaba a aclararse y aun así, continuaba sin saber hacia dónde es que nos dirigíamos. Habló sobre un lugar seguro, el adecuado para lo que se aproximaba. Tuve la seguridad de que al menos se encontraba con buenos aires de humor ya que en varias ocasiones me incitó a adivinar adónde es que iríamos. A la vez preguntó por los papeles, si sabía para qué los usaría. Tuve ciertas ideas que preferí guardar hasta llegar al lugar indicado, según decía.

Cuando salimos del bosque no reparamos siquiera en haber dejado éste atrás, siguiendo hasta que las señales de caminos fueron prácticamente inexistentes. El terreno que quedó ante nosotros fue ocupado rápidamente por colinas, mismas ante las cuales nos detuvimos para un necesario desayuno improvisado.

—Subiremos —decía Mokou, apuntando arriba—. Allí seguirás aprendiendo el dominio del fuego.

Seguí su mano y pasando el bocado de comida con agua, agregué:

—¿Puedo usar el dominio del viento para eso? —ella ni se movió, mirándome de forma desaprobatoria en reacción. Alcé las manos en defensa— De acuerdo, a la escuela antigua.

Al subir y de cualquier otro lugar, pude apreciar la inmensidad del bosque. Lo consideré ilógicamente gigantesco; o me lo pareció como mínimo. Por primera vez pude ver el borde de éste como una muralla verde que apresaba todo lo que se adentrara a él, con el resto oculto en su propia enormidad. Lo que por otro lado fue causa de asombro es que el ritmo de ese lugar se tratase del contrario al bosque. Si estar allá abajo era misterioso, penumbra y confusión, entonces aquella cima respondía con el ritmo opuesto. Un sitio que hasta sin haber visto antes parecías conocer. Familiar, iluminado y que te permite ver hasta donde la vista alcance.

—Me gusta este lugar —dijo—. Es agradable poder venir cuando existe la oportunidad. O cualquier excusa siendo honesta —lanzó un resoplido y mostró seriedad—. Empecemos.

Se giró hacia mí y entonces pidió que le facilitara uno de los papeles del fajo. Eran tan grandes como un talismán, siendo cómodos de sostener con sólo dos dedos. Cuando ella lo hizo, mostró un semblante carente de cualquier reacción, sosteniendo éste a la altura del pecho hasta que se encendió. Lo levantó permitiendo que se consumiera para que luego el fuego permaneciera imperturbable en su mano abierta.

—Tienes que conseguir empezar el fuego desde cualquier parte —dijo—. Bastará con uno para que comprendas lo necesario y termines esta fase. No olvides cómo alimentar el fuego, ese que reside en todos por igual, que nos aviva en el día y nos conforta de noche; sin embargo, tenlo presente también, que somos nosotros los que podemos hacer más con él. Y también recuerda lo que la afinidad elemental dicta: Es imposible crear un resultado de la nada.

—En pocas palabras —añadí—: la calma, furia o la fuerza, serán el combustible que una vez almacenados podrán alimentarlo y darle vida.

—El fuego ya lo tienes —puntualizó—, así como el combustible. Lo que te hace falta ahora es... —no esperó a que lo dijera, señalando a que me lo guardara—. Empieza.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora