Osadía del destino, de la casualidad espontánea. Producto del capricho. Aquel solitario hilo que aguardaba a cerrarse sobre mi cuello, murmuraba con sutil malicia que no. Aún no. Podía vivir.
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Dichoso errorYatsume se había mostrado renuente en aceptar que la información respecto a lo que involucraba a los núcleos primordiales acabase en oídos ajenos a nosotros. Por evidentes razones coincidía con ella, mas en una misma instancia, expresé mis motivos de por qué debía hacer caso omiso de ello. Al menos de manera parcial. Y si bien nos llevó hablarlo desde que dejamos su casa hasta momentos antes de partir caminos, ella aceptó con dos condiciones las cuales debía cumplir.
La primera fue que se le concibiera libre acceso a Hakugyokurou. De vuelta en la mansión se esperaría aquello por lo cual fui llamado al templo Hakurei, de modo que la ambigüedad respecto al tema no era una elección. Pero iba más allá. Antes ya habíamos inquirido en las decisiones de Tenma, de modo que conocer el trasfondo de estas nos podría brindar cierta ventaja con la información correcta en su lugar. La imagen se hacía más grande si consideraba lo que Efuruto y yo sabíamos a causa de nuestro viaje. También pensé en incluir a Keine en el tema, pero ya sabía que Yatsume se opondría a la idea. Aun así, le aseguré que al día siguiente entraría en rigor una invitación abierta a la mansión sólo para ella.
Su segunda condición se trató de algo a lo que aún si hubiese querido, no habría podido oponerme. Me pidió ayudarle a recuperar la pieza faltante de su arco. Y ya que la unión con Sumiken ocurriría y con ello el Vástago Tengu actuaría, es que no quedaba cupo para ninguna otra respuesta, salvo aceptar.
Y podría haber vuelto al mundo espiritual para acelerar lo más imperativo que acudía a nosotros, pero pensé que lo mejor sería simplemente caminar un poco como había pensado en primer lugar, hacia la aldea. El comentario previo de Yatsume, sobre lo que implicarían mis ausencias repentinas y cómo estas harían actuar a los tengu, hizo que de buena gana optara por quedarme sólo un poco más en Gensokyo para no levantar sospechas.
Aunque algo no comprendía del todo, y eso era la manera en que podían dar conmigo. Llevaba la mayor parte del tiempo considerando a los scouts y hojas rojas que como Momiji, podrían observarme desde kilómetros de distancia sin que yo lo supiera. Pero si la naturaleza primordial era el método infalible que utilizaban, y que los dioses podían reconocerme con exactitud, eso me hizo dar por hecho que Tenma y el Vástago tengu podían indicar con goce de sencillez el momento en que yo hacía acto de presencia.
Y por descontado, pensé en que los dioses de Gensokyo, al menos el templo Moriya, serían capaces de brindarnos ayuda en ubicar al Vástago de los tengu. Pero si Yatsume era capaz de ocultar su presencia, era imposible descartar que el hermano de Tenma no pudiera hacer lo mismo. Igual de importante era que de recurrir a ellas, una explicación metódica sobre la verdad no era el mejor intercambio por sólo una ventaja efímera. Fue entonces que de pronto la realización cayó en mí. Un año era poco tiempo, apenas una formalidad, para lo que se avecinaría. Estábamos en el preludio hacia el punto crucial ante el cual se marcó mi vida.
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-El horario de clases solía fluctuar en paralelo de las necesidades de Keine con la aldea, rara vez por asuntos personales. Aunque no cabía en ser un evento fuera de lo común ver a la escuela vacía a esa hora, reconocí lo extrañamente más grande que me pareció encontrarla como tal. Aunque tomé relativa prisa en mi andar, tratando de dispersar en todo lo que pensaba, noté lo solitario de las calles y las pocas personas que aun así, no daban suficiente importancia a mirarme pasar. Ya al llamar a la entrada me llevé una inusual sorpresa cuando al anticipar una cabellera blanca, encontrase esta, mas no de la persona a quien esperaba le perteneciera.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...