[Capítulo 13]

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Corro. Me detengo. La noche cae y las veo danzar. Cuatro figuras que en armonía bailan al ritmo de un compás sin igual. Una melodía sin fin. Danzan ajenas al tiempo y al mundo. Y a mí. Adonde fueran trazaban tras de sí un tramo entretejido de las sombras que acompañaban a sus intrincados y cautivadores movimientos, inundando aquello que tocasen con su apacible oscuridad de la cual la noche partía. Ellas son el rumor del viento, la música de los corazones y el aliento de la vida. Anhelante intento alcanzarlas, abriéndome paso por entre un mundo de niebla.

Engullido por esta mi voz se pierde.

Su danza continúa.

Me derrumbo. Incapaz de seguirlas. Sumida en dolor y de pesar una de ellas detiene su danza. Aquella silueta no duda en correr hacia mí descalza, derramando a la noche de sus pies. Sus pasos son disonancias para las demás. Una nueva melodía. Sus brazos sostienen mi debilitado cuerpo y acercándome a su pecho la noche se vuelve eterna. Junto a ella encuentro serenidad. Su voz, un susurro, me rompe.

«Estoy aquí. He despertado. Por eso, ven conmigo»

El resto de la noche tuve el mismo sueño. No pude dormir.

13
Tiempos iguales

Tuve el mismo sueño el resto de la noche. Tan pronto como cerraba los ojos, ahí estaba. A veces observaba a las cuatro siluetas danzando. O sólo estaban estas allí sin mí de por medio. Otras veces estaba yo a solas sin que ninguna estuviera presente. En otras sólo era a una de ellas a quien observaba. La más pequeña. Sin importar cuál escenario se desplegase, siempre acababa del mismo modo. Ella atendía a mi repentino colapso, acercándome a su cuerpo para no separarse. Y siempre sin fallo al observarla lo hacía con la certeza de reconocer su silueta. Así como su voz la cual parecía provenir de un recuerdo infantil.

Y en cierto modo así lo daba por hecho. Desde mis días en el territorio tengu me vi abrigado por sueños de toda índole y descripción. Solía tener pesadillas con las historias que contaba Takeno como venganza por haberme comportado con prepotencia. Dejaba volar mi imaginación con los relatos de Aya, así como soñaba con el trabajo que llevaba con Momiji. Siempre que mis emociones corrían dejándome al borde, los tenía. De modo que entonces era claro por qué las tenía. Mokou y la persona con quien Keine habló llegarían ese día. Estaba impaciente y apenas era capaz de disimularlo.

Esa mañana el comedor de la escuela no atendió a los alumnos, por lo que quedé libre de alimentar más de una veintena de bocas hambrientas. Así mismo, no hizo falta comprar nada de la zona comercial, lo que me dejó horas libres por delante y que honestamente no me emocionó. Ninguna de las personas que iría a la escuela ese día dejó en claro un plazo de tiempo durante el cual pudiéramos esperarles, lo que hizo de la expectativa casi una tortura. Con el día por delante y la promesa de quedarme dentro, este relato encuentra su primer muro. Quisiera decir más sobre la espera, pero lo cierto es que fue todo lo aburrido que podría llegar a ser. Keine aprovechó el día libre para preparar sus siguientes clases, lo que dejó al menos a uno de los dos con algo por hacer.

La paciencia es una virtud, una que tanteé por años.

——
——

—...y es por eso que te pusiste a cocinar.

—En mi defensa diré que la hora del almuerzo se acerca. Además esperamos visitas, quizá.

Una vez que descarté el estante de libros, aquél que no mostraba ni uno solo que no hubiera leído de antemano, así como de resignarme a practicar mis abandonadas lecciones de espada, empecé a cocinar. Por un lado el aburrimiento y las ansias asesinas consiguieron me comportara como un niño malcriado, mas por el otro lado estaba la verdad. Era pasado del mediodía.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora