[Capítulo 25]

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Ni la calma que provino de las calles, que entró acomodándose entre los pasillos, pudo aliviar aquella impaciencia infantil que revoloteaba en mí al saber que la noche no me lo perdonaría. Que no conciliaría el sueño. La oportunidad por la que tanto esperé y en su momento desconocí al fin se encontraba cerca. Cómo no desesperar. No sólo deseaba aprender. Lo necesitaba. Aun si ya no se trataba de una apuesta perdida, comprendí que lo que estaba por tomar lugar no sería un juego.

25
Verso del fuego

Las puertas de la escuela abrieron esa mañana recibiendo a los pequeños quienes se acercaron a saludar y conversar un poco. Preguntaron por mi ausencia, mas limité las respuestas a unas vacaciones lejos que no pude explicar más que al momento como algo casual. Fuera de eso fue agradable saber que muchos quienes pasaron por momentos complicados, como familias batallando con el dinero y otros aspectos similares, entonces se encontraban en mejores condiciones. Tras finalizar los saludos las clases empezaron sin demora, aunque acabaron temprano, mucho antes del mediodía. Keine habló sobre cómo deseaba asegurarse de que cada uno estuviera en buen estado para soportar el ritmo de los estudios que pensó para el futuro, mandando de vuelta a todos a sus hogares.

Aunque claro, esa sólo fue una razón.

—Sé que Mokou vendrá hoy —mencionó cuando el último alumno se marchó—. Míralos a ellos, se encuentran como nuevos.

—Si se tratase del mundo exterior faltar un día de clases alarmaría a los padres lo suficiente como para asistir ellos mismos para saber a qué se debió regresaran a sus hijos —comenté—. Al menos así fue en mi escuela. Me parece gracioso.

—Pero este no es el mundo exterior —dijo tocándome la nariz, traviesa—. Esperemos a Mokou dentro.

No lo consideré como algo importante hasta ese momento con Keine, pero al conversar con ella comprendí que el templo Moriya dio lugar a un cambio importante en mí. Recordaba con mayor lucidez los recuerdos que creí cubiertos por la vida en Gensokyo. Fue un comienzo, pues aunque imperfecto, pude complacer la curiosidad en ella al revelarle tanto más de mí. Quedó fascinada cuando preguntas de años atrás que no tuvieron respuesta, al fin la recibieron. Pero aún olvidaba mucho y di por sentado una porción del exterior. Hay tanto que seguía desvinculado, mas no me preocupé al saber que eventualmente volvería. Aquello duró unos minutos, pues sin importar cuánto más quisiéramos hablar al respecto, fue entonces cuando tocaron la puerta. Keine se inclinó hacia el pasillo, alzando la voz al decir «está abierto». Mokou entró campante, deteniéndose al vernos a los dos sentados, saludándole casualmente.

Se nos quedó mirando sin cambiar la expresión, al menos lo que tarda una larga inspiración. Me apuntó.

—Me regalaron una botella de sake —dijo alzando las manos como si la sostuviera—. Así de grande. Exactamente así de grande. De saber que estabas aquí la hubiera traído.

—¿Qué te he dicho del alcohol en la escuela? —replicó Keine mudando la expresión a una de enojo.

Mokou alzó los hombros y dejó salir aire por la boca.

—Bueno, es que no veo que haya clases. El salón está vacío, no hay niños por ningún lado y...

—La escuela es la escuela. De día o de noche.

Fue a decir algo más pero ambas suspiraron.

Mokou avanzó y se dejó caer a un lado mío, quedando en trance al verme directo a la cara. Entonces y sin decirlo me sostuvo de la cabeza, acercando el rostro para mirarme mejor y a detalle. Me abrió los párpados y estiró la cara, lo que en respuesta hizo que optara por pellizcarle las mejillas, estirándoselas a la par. Nos soltamos al mismo tiempo cuando le dejé marcado el rostro y ella el mío.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora