[Capítulo 08]

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Fue tras años que ese sitio, lejano e intrigante, se volvió en un susurro de mi vida. Importante mas no estridente. Ese lugar en donde nuestros éxitos y fracasos se encuentran, en donde cada memoria alegre y dolorosa yace esperando a formar parte de nuestro recurrente presente y hasta del futuro, con la fuerza de lo que llamamos determinación, llenándonos el pecho con el aire de los días transcurridos. Cada quien se sostiene de esto con fuerza o agonía, anhelo o rendición. Y eso está bien. Porque es nuestro. Es cierto que se puede compartir y hacerlo crecer con cada latido de aquellos que concebimos son importantes en nuestro vivir. Podemos tratar de destruirlo, olvidarlo o hasta extinguirlo. Al final nos percatamos de que es innecesario y carente de sentido. Sin importar si nos aferramos a esto o lo queremos destruir, nada de eso realmente importa pues lo queramos o no, seguirá allí. Siempre.
      De eso se trata nuestro pasado.

8
Sentencia precisa

Es importante abordar este nuevo inicio de un modo en el que pueda abarcar lo que concierne a mi vida transcurrida dentro del territorio tengu.
      Dicho esto veo necesario apuntar que durante mis años de infancia, adolescencia e inicios de joven adultez —vistos desde una perspectiva estrictamente humana—, jamás bajé de la montaña. Ni siquiera dejé los dominios, aun si entre estos se hablaban sobre los incidentes que con el tiempo llegaron a Gensokyo. No hice por ver en su dirección más allá de lo socialmente pertinente pues pese a que el cotilleo fuera mal visto, la indiferencia no era mejor. Los tengu resultaron ser recelosos con el manejo de la información. Fuera externa o la que corría por entre su gente. No supe de su repercusión hasta que Aya me lo dijo, lo cual cambió mi vista hacia cómo comportarme entre la villa y sus habitantes.
      Entre los tengu todo se controlaba cuidadosamente, casi ritualista. Mantenerse informado se volvía en parte importante para el cumplimiento de la comunidad, mas lo mismo no hacía imperativo que toda la información se filtrara hacia los rangos más bajos.
      Es por mi falta de interés mas constante reconocimiento de los hechos, que ocupaba el tiempo de distintas formas. Recibía la visita de una gran variedad de miembros de la villa. Desde mi integración al territorio principal los mercaderes comenzaron a verme con amabilidad y a realizar tratos conmigo. Conocía sus rutas por lo mismo, lo que me daba la ventaja para adelantarme a ellos antes de que dejaran la montaña. En momentos como esos podía escuchar noticias y hacerme de consumibles o bien, sólo de materiales antes de que fueran vendidos por un precio mayor o por cambio de la moneda. Con mi experiencia se hizo natural que me terminara integrando a un mundo distinto al que conocía pues si bien no era un tengu, gran parte de ellos me consideraban uno de los suyos.
      Por lo mismo el trabajo que sustentó todos mis caprichos y necesidades se presentó. Empecé como cazador que proveía de carne, pieles y frutos silvestres a los mercaderes que lo necesitasen para vender estos a los humanos u otras razas que manejaran algún tipo de comercio. Tuve que volverme un mejor cazador que cualquiera para sacarle provecho. Y no fue sencillo. Considerando que todos los jóvenes tengu contaban con la experiencia de sus vidas, de toda la vida, y yo apenas de un par de años. Takeno me había enseñado a poder aprovechar mi fuerza y destrezas como hanyou, mas fue Momiji quien me mostró cómo utilizar la fuerza, velocidad y resistencia de un youkai. Conté con la fortuna de ser llevado bajo la guía de su escuadrón en donde pulí aquellos aspectos que desconocía de mí. Me volví un mejor peleador y cazador, convirtiéndome en un Hoja Roja por un año entero. Momiji fue inflexible, feroz y una maestra increíble. Aprendí a pelear en su escuadra, con ellos y hasta contra los mismos. Después de todo no era raro que los Hoja Roja quisieran poner a prueba mis habilidades como hanyou.
      Gracias a ello expandí mi territorio, pudiéndole plantar cara a quien fuera para demostrar que estaba allí para quedarme. El Bastión de los Vientos se convirtió en mi zona de caza, lo que me permitió gozar de riquezas a mis anchas.
      Seguidamente me especialicé en la artesanía de la peletería pues cada vez se me complicaba más deshacerme de las pieles de las presas que cazaba. Necesitaba aprovechar todo aquello que la montaña me entregaba, y dedicarme a ello me dotó de una gran oportunidad ya que la demanda de materiales usados de este modo era alta. Los huesos y las pieles se vendían a un buen precio. A veces conseguía una ganancia mayor por las pieles que por la carne.
      Con los meses la necesidad por cazar para sobrevivir desapareció, lo cual aproveché para adentrarme a la comunidad. Y si fue suerte o azares del destino, comencé un puesto para convertirme en cocinero. Empecé con el único trabajo que pude tener en el comedor de una escuela; aunque llamarle escuela a ese lugar sólo es una aproximación. El edificio reunía a distintos grupos sociales, donde se impartían conocimientos y se entrenaba a los mismos tengu. No se manejaban calificaciones, tareas o exámenes. Con ellos aprendí un par de cosas, mientras que me rompí la cabeza con otras.
      Cocinar se me dio de manera natural gracias a un secreto el cual decidí seguir manteniendo oculto y pronto me encontré recibiendo los halagos de varias personalidades. Tras los reclamos y palabras de aliento de varios miembros de la escuela, decidí empezar con mi propio negocio. Gracias a esa decisión pude reunirme con quienes ya casi no me veía, así como conocer rostros nuevos e inesperados.
      Vivir en el interior fue descubrimientos seguidos de sorpresas. El cambio a un híbrido en su totalidad causó que se hablara de mí en todas partes, refiriéndose a mí como alguien y ya no como un simple forastero. Así empezaron las especulaciones sobre lo que era, ya que los tengu pronto dejaron de ser capaces de identificarme de manera atinada. Les costaba decir en un principio si era humano o youkai. Quienes conservaban una mayor cercanía a mí insistían que yo era algo diferente pero no muy lejano de lo que percibían como primera impresión. Algunos afirmaban que me veía como un humano, para luego cambiar sus respuestas y viceversa. Por otro lado no tan curioso, quien nunca mencionó palabra alguna al respecto fue Takeno. Para él ese cambio fue más sencillo de identificar pese a que nunca lo mencionara abiertamente. Lo habrá dicho una vez para no repetirlo una segunda.
      Pues así mi vida continuó, con mayores comodidades de las que fui capaz de recordar severos años atrás. Todos los días era recibido por una abundante y muy amable clientela, o al menos la mayoría de las veces. Congeniaba con todos y de toda clase de tengu, de eso no se puede decir lo contrario.
      Fui invitado más de una vez a beber y recuerdo haber aceptado más de la mitad de las veces.
      Tras la jornada de la tarde se hizo rutina recibir a Takeno a quien lentamente reconocí como un rango alto entre los tengu. Se le veía a todo momento de manera casual, lo que no le daba la figura de autoridad que emanaba para los demás. Él formaba parte de esos a quienes conocía mejor que a cualquiera, y en especial cuando solía pasarse con la bebida, soltándole la lengua y hablando más de la cuenta. Aquellas veces le podías ver el rostro rojo, sonriendo y riendo como si no pudiera sacarse de la cabeza un chiste buenísimo. En una de las tantas veces que se le volvió espuma la moral, una noche estando solos, confesó haber pasado más que una linda tarde con cierta tengu. Dijo tanto que en más de una ocasión tuve que mandarle a callar yo mismo, por más interesante que fuera lo que soltaba. A veces hasta tenía que llevarlo a su casa o pedirle a alguien que lo hiciera por mí.
      Una vez que Takeno llegaba Momiji solía aparecerse. Al pasar la noche, Aya siempre hacía acto de presencia para sumarse a la ronda de sake y comida.
      Los cuatro pasábamos el tiempo en ese puesto a gustos sin que existieran preocupaciones. Las noticias llegaban y se volvían humo llevado por el viento. Fue una vida sencilla la cual aprendí a disfrutar, trabajando honestamente para ganarme mi propio lugar con algo que llegué a amar. Pero esto no es de lo que se trata esta historia. No llegaría al punto de todo esto si me quedara hablando de los tengu.
      Como miembro activo de la sociedad tengu poseía responsabilidades claras. Y por mucho tiempo había evitado las mías.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora