Aquello que marcó a mi voz tras la brevedad de mis palabras fue un silencio inusitado, en donde la apacible cima de la montaña pareció serlo aún más, envolviendo a los presentes. Las entonces débiles memorias sobre un mundo el cual ya sólo existía en mis recuerdos me dotaron de una increíble lucidez, como si de pronto me percatara del lugar en el cual me hallaba. No en la montaña, no de frente a una diosa, su sacerdotisa o su templo.
En Gensokyo.
Pero bien, eso fue todo. Aun si mi voz fue acompañada por una fuerza desconocida me sentí extrañamente distante de aquella realidad de la que tan seguro me mostré. Mi propio nombre ya no se trataba sino de un murmullo el cual fue callando por los días consiguientes a mi llegada. Ya no parecía pertenecerme, pese a que se tratase de una de las pocas cosas que pudiera afirmar conservaba como el humano que alguna vez fui.
20
Ráfaga inicialHasta Reimu se notó ligeramente descolocada por la historia de mi pasado. La sacerdotisa rojiblanca, cuyo rostro retaba con expresión imperturbable cada problema, ya no mostró esa seguridad de la que hacía gala con sutileza. Si con ello recordó nuestra niñez y lo relacionado a ésta, no lo supe. Entonces de pequeños insistió repitiera la misma historia una y otra vez, e incansable siempre escuchó.
«¿Qué es un automóvil?» «¿Qué es una prefectura?»
Las inocentes preguntas de su antigua persona pronto se volvieron complicadas, unas cuyas respuestas ni tras años conocí. Esas mismas dudas las vi reflejarse en su rostro, así como de quienes teníamos frente a nosotros.
—No lo sé —dije oportuno—. Desconozco cómo o bajo qué propósito vine a Gensokyo, si es que acaso fue casualidad o algo más.
—Ni mi predecesora lo supo —dijo Reimu—. Siempre que escuchaba esa historia, tal como yo, terminaba confundida y hasta frustrada.
Sanae se mostró incómoda, habiendo soltado la escoba a la que no le volvió a prestar atención; Aunque en verdad se le vio más preocupada. Suwako por otro lado, quien no me quitó la vista de encima, continuó observándome debajo de su sombrero que apenas si le cubría el rostro. Lo hacía de un modo inusual, distinto hasta para un dios.
—Fuiste un humano —dijo ella—, además de un ser nativo del exterior. ¿Veinte años? Diez viviendo aquí.
Avanzó con cautela, mas sin aire de intimidación. Tampoco se plantó molesta o a la defensiva, mostrando un carácter en una posición ni por encima ni por debajo.
—Por más difícil que sea aceptarlo, creo en cada una de tus palabras —en un acto infantil se quitó el sombrero, lanzándomelo—. Enhorabuena joven, has engañado a una deidad sin hacer uso de argucias. Sin siquiera saberlo.
—¿Disculpe?
Le quitó importancia con un ademán exagerado.
—Mejor dime otra vez, ¿cuál es tu nombre?
—Kamigo Kenro.
Ella estiró un brazo hacia mí, simulando sostener algo en el aire, justo delante de mi boca.
Asentó para sí misma convencida.
—Ahí está, esa cadencia inconfundible —nos miró a los tres que ahora le entregábamos expresiones desiguales. Nos tranquilizó abriendo las palmas, como si dejase eso que tomó—. Cuando alguien pronuncia una verdad de la que se está convencido, sabe que le pertenece y conoce su propia fuerza. El modo en que pronuncias «Kenro» posee ésta, contrario a la forma en que dices «Kamigo». Se encuentra oxidada, débil y escondida detrás de una puerta que no ha sido abierta, mas sabes que es tuya. Siempre lo ha sido.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...