Existían al menos dos docenas de formas en las que fallaba, errando hasta en el más sutil de los pasos, cometiendo deslices los cuales en un principio ni siquiera diferencié como tales. Que confundía como apropiados y decisivos. Lo que alguna vez creí se trataron de movimientos certeros y correctos no fueron sino el reflejo de una postura que por sí sola demostraba rigidez y torpeza. Defectos que transformaban a la torre que debía ser en una erguida por papel. El cuerpo que por tanto adiestré al someterlo a duras rutinas de combate, soportando el golpe de cada día, volviéndolo así en el contenedor apropiado para la esencia humana y youkai; aun con los huesos rotos de esos años y cada una de las lecciones que aprendí y valoré, eso que en algún momento me aseguró que iba por el camino indicado, no tuvo significado alguno. Por primera vez presenciaba a mi cuerpo no siendo capaz de comprender cuál era el cometido al que me entregaba. Con qué fin. Ni siquiera la obstinación o fuerza de voluntad sirvieron para afrontar el reto delante de mí.
La caligrafía puede volverse un tema serio.
Te machaca.
38
AlforjaExisten detalles que ignoramos seguidamente en nuestras vidas por más efímeras o longevas que éstas sean, y eso es que todo día en nuestro haber cuenta con un potencial indescriptible. Si te pierdes pensándolo de más lo habrás malgastado. Pero eso está bien. Es completamente natural que no seamos capaces de descubrir algo que aparenta ser una obviedad. Inclusive a los infantes se les dice lo mismo, lo que cada día nos puede llegar a ofrecer si lo aprovechamos. Quizá sea una forma de prepararnos aunque poco efectiva; ni el observador más diestro se salva de cometer errores tan grandes como lo es perderse de lo que hablo. Y me refiero a cada una de las oportunidades que se nos presentan, por si no ha quedado en claro.
Es en cada día que nos encontramos con una de éstas, a veces reconociendo el modo en que podemos sacar provecho de ellas. A veces no. Aun sabiéndolo, que no podamos diferenciarlas no es sinónimo de que sean inexistentes. Tan sólo ocurre que éstas esperan pacientes a que las derroches o hagas algo con ellas.
¿Por qué menciono esto? Porque es importante. Porque no fue sino hasta que completé el suzuri de Youmu que por fin pude atrapar una oportunidad como ninguna otra. Lo que en ese momento y a partir del mismo lograría, iba más allá de mis delirios y expectativas. Y curiosamente no me refiero al kenjutsu o la caligrafía. No que les reste importancia. Ambas son imperativas en esta historia. Ocurre que como en muchos aspectos que faltan de ésta, no lo sabría aún, pero estaba encaminado en aprender sobre mi propia verdad. Yuyuko-sama hablaba de ésta, de la que los seres comparten no como un todo, sino que más bien como algo en común y que es individual a cada ser. Cuando la oportunidad se presentaba me relataba un poco más, siempre con palabras que no dejaran pista sobre cómo descubrirla; o de que esa era una posibilidad. En aquél entonces todo ello parecían ser conversaciones y nada más, pero una vez más volviendo al tema y para empezar: debes saber que este tipo de pensamiento rige sobre todos y todo sin excepción. Lo que se conoce como La Verdad Absoluta nos dicta que si por ejemplo tu camino es vivir, vivir es lo que harás. Si éste es morir, ver tu pronto final, pues así será. Las flores al prado y las piedras a los bordes del camino. Unas eran recogidas, cuidadas y admiradas, mientras que las otras apartadas o evitadas. Conocer los secretos de lo que nuestra existencia nos prepara sin embargo va más allá de ideologías sobre flores y rocas. Se trata de un conocimiento espeluznante y definitivo, uno al cual te aplicas o derrotas. Y no, estas palabras no se me revelaron tan temprano. A decir verdad ni siquiera se me dijeron. Yo hablo con la experiencia del ahora, eso que ha guiado a este relato. De lo que conocen algunos como el final.
Y puesto que seguir de tal modo es ser negligente a la historia, es irrelevante para la misma. Por ahora. Debemos continuar tal y como la dejamos:
Con la revelación del suzuri restaurado, aquel pequeño tesoro el cual aún me ocultaba gran parte de sus secretos, Youmu me entregó un nuevo tipo de amistad. Probablemente no fuera un cambio enorme, pero estaba allí y fue indiscutible. El contacto físico de improvisto fue una muestra de ello y de cómo cambiaría mi compañera mitad fantasma. De no haber sido claro ya, ella no es el tipo de persona que prioriza este tipo de cercanía en señal de amistad o comodidad. Todo lo contrario, pues cuida mucho ese aspecto de sí misma. En especial por su mitad fantasma. De ser posible ella se mantendrá alejada, siempre apartada de cualquier individuo ante la posibilidad de chocar con alguien más. Aunque afirmar que rehuía a muestras menores y sutiles es una asunción equívoca ya que es fácil confundir el respeto al espacio personal y de un trato igual hacia su persona, como aversión. Ambas mitades son perfectamente capaces de sentir lo que la otra siente, asunto que te puede llevar al error fatal de olvidar que esa malvavisco flotando es una muchacha quien espera respetes su espacio; no que yo haya cometido ese error.
El cambio verdadero se presentó poco después, cuestión de un par de días para que se notara como tal. Y es que empezó como una sorpresa grata, pues por primera vez desde mi recibimiento a Hakugyokurou, le vi entrenar el kenjutsu. A veces le escuchaba en el dojo de la mansión mientras que en ocasiones la veías al aire libre, lejos pero al mismo tiempo en el rango de vista de mi tutoría de la caligrafía. Si ocurría lo primero eras perfectamente capaz de captar sus pisadas y acometidas que retumbaban por parte de las paredes, revelando el cambio producido en ella por recuperar algo que creyó perdido. Yuyuko-sama me sonreía cuando ambos éramos capaces de oírle.
Si no se le encontraba entrenando la podías ver llevando a cabo su trabajo como jardinera de la mansión. Es sólo cuando mi tutoría de caligrafía terminaba que se me presentaba la oportunidad de acercarme a Youmu, en donde ella me compartía su amplio conocimiento sobre las plantas silvestres. Aromáticas, medicinales y en general. Nunca fue algo de lo que me percatara, pero el cuidado que le brinda al jardín no es menos al de una experta. Sus manos aunque resistentes, también eran suaves y cuidadosas en su trato con el entorno de las plantas. Quedé asombrado al momento de que me mostró ese potencial que de cualquier otro modo se podría ignorar por completo.
Sin así habérmelo propuesto y por meramente haberme acercado a curiosear, se mostró más que dispuesta a instruirme todo lo que encierra la jardinería, lo que incluía el cuidado de las plantas con las que contaba el Meikai y hasta algunas que sólo crecían allí. Yo también le enseñé y aunque ni remotamente tanto como ella, con algo debía defenderme. Ella demostró verdadero interés en lo que tenía por ofrecer respecto a la recolecta en otros entornos como las montañas. Con ella me divertí y sobrellevaba la enseñanza de la caligrafía que en muchas ocasiones sacaba lo peor de mí. Siempre podía hallar un momento de diversión cuando terminábamos de sembrar, recolectar o hasta podar arbustos con la forma de animales y otros objetos. No pensé que aprendería algo así, pero no estaba de más sumar tal habilidad a mi repertorio ya creciente.
Mientras viví en la escuela aprendí el uso correcto de los kanji y una base sobre la historia de Gensokyo, aunque todo desde una perspectiva humana. Con los tengu, quienes fueron los que más me enseñaron, aprendí sobre la posición de los astros y los aspectos del cielo oculto. A rastrear, cazar y sobre supervivencia. Jamás me quedé atrás con ellos, pues hasta las matemáticas fueron necesarias en mi vida allí. Sabía sobre muchas cosas pero no me consideraba un experto en algunas. Inclusive la peletería fue más un pasatiempo y fuente de ingreso adicional. Sólo en la cocina sobresalí; lo que quiero decir con esto es que mucho de lo que una vez aprendí fue mejorado en Hakugyokurou. Aprendí más cosas sobre el firmamento de las que creí posibles. De cómo éste es uno solo aun si fuese el mundo espiritual, Gensokyo o el humano. La lógica y sus aspectos, los textos y demás caracteres a los que no les prestaba atención. Todo ello fue llevado a otro nivel.
Salvo la caligrafía.
En sí cada uno de los errores repercutían en mi falta por haberla descuidado, nunca prestándole la debida atención al verlo como 'algo más'. Bonito pero innecesario. Rectificaba con lentitud todas las faltas que años causaron, siendo necesario recalcar lo tardado que fue este proceso. Decir que fue cuestión de una noche le quita credibilidad a mis palabras, pues la verdad es que se tomó dos meses enteros para poder sacar adelante lo que quedó arruinado. Sólo el principio. El año veía su final, pero aún teníamos asuntos por cumplir con nuestra nueva vida.
Durante esos meses aún sentí reflejada la angustia por vivir en el mundo espiritual. No se trataba del hecho respecto a que habitara en una tierra de espíritus, donde para cualquier otro el miedo de verse afectado por estos es más que una realidad. Tampoco se trataba de lo que Gensokyo aguardaba para mí cuando mi regreso, aunque temporal, ocurriese. Aún era demasiado inocente y corto de vista como para que lo tuviera en cuenta, el hecho de que esa posibilidad siquiera existía.
El riesgo más grande al que me exponía día tras día se originaba en Yuyuko-sama. Mi corazón ya no podía sino latir en terror y tristeza, partiéndose al saber aquello que compartía con la clara imagen de mis recuerdos los cuales rescataba cada que le veía, cuando su proximidad se transformaba en el contacto de nuestras manos y hombros. Hallar en ella una promesa por completo distinta, saber que ese matiz de antes ya no existía, uno que olvidé por mi propio bien. Era devastador. Pero al mismo tiempo al saber que existía una efímera oportunidad de que algo más pudiera cambiar, lo era aún más.
Temía que mi insensatez me costara más que un sueño roto. Me inquietaba el camino que la prudencia y el decoro marcaban para mí.
El comienzo de un nuevo tipo de locura.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...