[Capítulo 68]

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Aquella oscuridad que me contuvo y la serenidad que emanaba desde su eternidad, lo que creí se trató de un abismo infinito, había sido el núcleo primordial despertando ante mí, conteniéndome en su interior. Los Aspectos del orden, furia, el miedo, el caos y la locura, habitaban en mí como piezas fundamentales del Vástago en que me había convertido. Por una razón es que Sumiken respondía ante mí. Por algo es que junto a ella, todo se volvía certero e inequívoco. Esa era la razón de por qué su ausencia provocó gran disturbio en mí. Ambos éramos el eco de un mismo ser.

68
Añorada nostalgia

Es evidente que mis reacciones no fueron las que se esperarían de aquello que recibía de Yatsume. Me notaba sereno y calmo, casi imperturbable, mas esto es debido a que era esencialmente incapaz de discernir la dirección la cual había tomado mi vida desde hacía mucho. Los caminos que recorrí, incluso aquellos abandonados por el deseo y la indecisión, pronto volverían a cruzarse en una encrucijada familiar.

Entre tanto y sin embargo, el impacto inicial de lo que implicaba ser un Vástago apenas si podía acoplarse en mí. Por ello mi aparente indiferencia se presentó, con la cual se disfrazaba la verdad sobre lo tanto que me costaba asimilarlo.

Dicho de otro modo, estaba perplejo.

—Lamento que no nos hayamos conocido antes —dijo ella con irritación—. De haber acompañado a Suika a la superficie en vez de retenerla aquí, nos habríamos conocido cuando tú y Sumiken lo hicieron.

Le sonreí sin saber qué decir.

—Tal vez hubiera sido bueno saber esto antes —dije sin pensarlo mucho, procurando que no quedara oportunidad para el silencio.

Aun así ella se quedó callada, lo suficiente para entonar con gravedad una mueca de preocupación en su perfil pensativo.

—Sabrías cómo ocultarte —sentenció absoluta—. Aunque aún si aprendieras a hacerlo, no recomendaría que lo intentaras.

No disimulé comprender a qué se refería. Llevado por el giro de la conversación, sus palabras causaron poco más que disonancia.

—¿Por qué? —pregunté a secas.

—Aquellos capaces de reconocer nuestra existencia son escasos —dijo—. La excepción a nosotros, son los descendientes de los Vástagos de tiempos pasados. Los dioses.

Mi silencio marcó un alto repentino.

Yatsume había predicho mi reacción, aguardando entonces al decir esas palabras. Cumplí con su expectativa, recibiendo aquella noticia como un suave golpe en la cabeza.

—¿Dioses? ¿Los dioses son descendientes primordiales?

Estuvo por asentir, pero tan pronto levantó el mentón, decidió no hacerlo. Ladeó la cabeza, aunque tampoco pudo negarlo. Suspiró.

—Los dioses antiguos provienen de un linaje de Vástagos primordiales —explicó—. Los núcleos formaron los planos existenciales, pues de estos se irradia un don nato para manipular los Aspectos fundamentales que conforman a cada uno. Quizá no fueron conscientes de que lo hicieron, pero dejaron su marca al expandirse, resonando con su propia creación.

—Entonces, ¿los núcleos formaron la vida? —pregunté sin proponerme el interrumpirle. A ella no le pareció molestar, asintiendo—. Pero, no todos los dioses se formaron de ellos.

Ella me dio la razón con un leve movimiento de la cabeza.

—Somos afines a los núcleos y poseemos la capacidad de unificarnos a estos —dijo—. No es que lo comprenda del todo, pero un pequeño número de deidades nacieron por Vástagos como nosotros, quizá tras largas generaciones. Y aun si dejó de ser así desde hace mucho, ellos mantienen una cercanía intangible con nosotros. Como un recuerdo que se reniega a ser olvidado.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora