[Capítulo 52]

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Su mirada, el reflejo de la mía. Un claro iluminado por los despojos acallados de una misma luz. Sin temores de por medio. Sin la incertidumbre de un error pasado nació una voluntad en reminiscencia. Los movimientos de una gentil muñeca apartando la hierba en su andar complementaron mi silencio y sin saberlo, aquello fue perfecto.

52
Dualidad kafkiana

Antes la silueta de su sombra fue motivo de desasosiego para mi acelerado corazón. Cómo ser siquiera capaz de olvidar aquel rostro taciturno de expresiones suaves que le arrebataron propósito a mi camino durante un breve suspiro del tiempo en mi regreso a la aldea. Entonces guiado por el temor que lentamente decantó en un capricho ajeno a toda atracción física o emocional, la busqué. Su figura y presencia eran un retrato, uno que de mucho parecía conocer. Una vista que sin parangón, ardía con un incontenible deseo sujeto al sinsentido.

No sólo me había hallado una vez más. De haberlo así querido podría haber alargado los brazos y tocado su rostro. Su lenguaje corporal no se traducía en duda, mas este tampoco hablaba con la seguridad de un conocimiento de eso que conseguía al acercárseme.

—¿Quién eres?

Tuve la vaga impresión de que mi voz no pudo salir más allá del jardín y que sin ser un murmullo, mis palabras fueron sólo para ella.

Reaccionó a mi voz mas no a las palabras. Hubo una respuesta pero no dirigida a la cuestión. Un sobresalto invadido por una tímida calma y sus manos, como si no supiera qué hacer con ellas, contenidas contra el pecho. Me miró con una intensidad adiestrada, lo que no quiere decir que el contacto visual se hubiese roto previamente. Su mirada era vaga y más o menos ausente, con unos ojos inmutables acentuados por expresiones nacidas en levantamientos de cejas. No apartaba la vista de ella y ella no lo hizo de mí. Ocurre que entonces en una corta inspiración, se apagó. Ella, como si una súbita decisión le dictara callar.

A la vez y bajando el rostro se encontró con el agujero que hice al reclamar la estatuilla de este. Fue con hallarlo y descrito con absoluta sencillez que el hecho de estar allí, específicamente allí, le fascinara.

La chica se giró y sin pausa ni duda metió las manos en la tierra.

No me agradó su silencio pese a que quise tomar lo mejor de este. Y es que todo lo que previamente tomó lugar en Gensokyo fue deliberadamente ignorado, presentando en su lugar, entre el momento que demandaba por una respuesta, una quietud rayana la insolencia. La misma situación y el cambio que tomó me devolvió a mis sentidos. Que estaba allí por una razón ajena a eso que ocurría.

Ella no era humana. Pude concluir y hacer paces con aquella línea de pensamiento entre noches sin sueño y amaneceres sobrios. Si la respuesta sin embargo hubiese sido tan sencilla y así discernir entre una naturaleza a su existencia, entonces no la habría estado mirando frente a mí ocupándose de algo más, como una prueba de tolerancia puesta sobre el fuego. Sus ojos gritaban con una alarmante similitud ya no allegada a la apariencia compartida, sino que su color y cadencia como los míos, podían conectarla quizá con la afinidad al yin.

Después de todo sus ojos antes fueron oscuros. No olvidaba ese detalle. Sabía con tal certeza que no se trataban de delirios recordarlo así.

¿Habría sido capaz de portar mi espada? ¿Era acaso la razón por la que me buscaba? Ambas cuestiones no pude sino descartarlas en el acto al considerarlas. Nuestra persecución en Gensokyo tomó lugar meses antes de que conociera a Youmu, a quien le perteneció la espada y que resguardaba en Hakugyokurou. Incidentalmente, no volví a toparme con la chica hasta ese día en el mundo humano. Verla entonces dejó en claro que poseía además de un objetivo, la habilidad para moverse entre los distintos planos a su antojo. Dada su ventaja para seguirme la pista y escaparse de mí cuando la buscaba frenéticamente por las calles de la aldea. Fue alarmante pensar que sin embargo, parecía conocer cada uno de mis movimientos, pues que entonces me hallara allí, en la mansión de mi familia en una montaña de Yamanashi, decía que había podido seguirme el paso con una exactitud cronometrada. Que lo había estado haciendo desde hacía mucho.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora