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Luna rotaSu prioridad había cambiado. De pronto su objetivo había dejado de ser la niña de Miare y entonces, clavaba la mirada en mí. Era necesario, pese a que aquel encuentro careciera de sentido. Y aunque al verlo de manera externa temieras por el resultado que pudiera emerger, este sólo podía ser uno. La sacerdotisa Hakurei estaba allí, al verla los humanos sentían la seguridad de que solucionaría aquel y cualquier incidente por fortuito que este pudiera ser. Además que le acompañaba la jardinera y guardiana de Hakugyokurou, así como el chef y guardián de la Princesa Fantasma. Tal vez todo apuntara a una victoria al alcance, pero sólo podía darse un único resultado.
—Usa a Sumiken de una vez —dijo Reimu, exigiéndolo—. Aún puedes interrumpir la posesión y...
—Mi fuego fantasma y Roukanken pueden eliminarlo —atajó Youmu.
Ante tal solución el rostro de Reimu se contorsionó en una mueca de irritación.
—Sigue con vida —sentenció alzando la voz—. Terminarás matando a quien está allí.
Las dos habían asumido posiciones diferentes con lo que conocían de los hechos. Y ninguna tenía la culpa por apegarse a ello.
Reimu como sacerdotisa aludía a proteger a los humanos. No habría defendido una postura como la que entonces tomó, si esta fuera inútil. O al menos desde esa misma perspectiva. Quizá fuéramos culpables de su visión, por evitar informarle a cualquier otro sobre la naturaleza primordial y aquella de los despojos. Pero no parecía ser todo. Había algo más. ¿Era salvar una vida insalvable motivo suficiente?
Youmu contaba con un acercamiento más agresivo, uno que yo mismo defendía. No necesitaba reconocer la vida emanando del cuerpo para creer en las palabras de Reimu, siendo consciente de que tenía razón. Pero es a causa de que conoce la verdad sobre los objetivos de Tenma y su Vástago, que opta por terminar con la situación de manera eficaz.
Y ciertamente, el fuego fantasma era la solución. Si Sumiken irrumpía y separaba el flujo de la posesión, el mismo fuego de Youmu sencillamente consumiría lo que le obligaba a tomar el poder de aquel cuerpo.
Pero Reimu era obstinada y no permitiría que Youmu usara el fuego fantasma sino como recurso final, lo que me obligaba a hallar una apertura para poder usar a Sumiken.
Podría haber decidido alargar el combate, haciendo que el mismo despojo consumiera la vida de a quien poseía hasta perecer por sí mismo. Pero no estaba a favor de arriesgar qué clase de medidas estaría dispuesto a tomar con la niña de Miare tan cerca. Si ya teníamos su atención sobre mí, no había más opciones.
Mientras ocurrió en medio de lo que iba a ser el principio de una discusión entre ambas, el despojo se arrojó contra los tres. Ya que estábamos en el mismo lugar, tomé la iniciativa de saltar y tomar a ambas con viento para provocar que siguiéramos el mismo camino. Aunque no fuera planeado, ellas se adaptaron a mi decisión.
Reimu me observó por un instante antes de bajar en dirección del despojo, tomando su gohei el cual sólo hasta entonces noté que llevaba consigo. La figura de varios talismanes que brillaban con un fuerte resplandor rojo fueron arrojados desde sus manos, azotando al despojo que rápidamente se centró en ella.
—Efuruto evacuará a los humanos —declaró Youmu—. De modo que usaré el fuego fantasma.
Estaba de acuerdo con ella, pero no podía sólo ignorar a Reimu. Si Youmu se apresuraba, estaba seguro de que Reimu no vería diferente sus actos a los de haber matado a un humano inocente.
—Dame tres intentos —le dije—. Si en tres intentos no consigo terminarlo, úsalo.
Había sido un límite impuesto por decisión propia. Mi cuerpo ya reconocía al núcleo primordial y con cada uso de separación, la unión con este se perfeccionaba. Había elegido cinco como un límite consecutivo que podría usar la técnica en un día sólo como una corazonada. Y puesto que ya habían sido dos las veces hasta ese momento, creí que sería lo correcto.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...