[Capítulo 51]

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Sin dominio sobre ella la curiosidad decanta en pasiones y errores. Alientos que en momentos menos pensados dan lugar a decisiones que alteran el curso de lo que debió ser, haciendo verdades de mentiras y viceversa. De pronto una ilusión deja de serlo y tangible, aquello se le atribuye al destino o a la magia. Un sueño se vuelve realidad, llamándolo esmero. Dedicación. Pero tienes que saberlo. Todo comienza en la curiosidad y perece con la indiferencia. Y fue así como la mía entonces nació en el mundo humano.

—Efuruto, deseo que me muestres el pasado que comparten mi familia y esta mansión.

Con un deseo roto.

51
Ceniza, flores de glicina

La despistada brisa de la montaña que entonces soplaba incesante a la rota mansión, sacudiendo los árboles que aparentaban pertenecer a una era ya olvidada, amainó hasta cesar con el sube y baja de mi respiración. En la comisura de los labios de Efuruto así como en sus ojos de fuego y oro, estalló un deseo compartido, reflejo del mío. No era impersonal ni errado, pero tampoco era inocente. Era interés y genuina curiosidad. Un vínculo hacia un secreto entre dos mundos opuestos. Entonces lo vi y ella también lo hizo. Así es como debían ser las cosas. En orden, abruptas e insensatas. Medidas e improvisadas. Así eran perfectas.

No hubo palabras de por medio. Efuruto sólo asintió feliz, dispuesta a lo que fuera, alzando una mano y haciendo sonar sus dedos.

No importó si el chasquido entonces retumbó por la montaña o que como el trueno y el hielo, partiera el cielo con el son de una tormenta. Apenas pude notar ese restallido, pues los destellos provenientes de su magia, aquellos en sus manos que desprendía el fuego, de estos se materializó un pesado libro de páginas vacías como aquel que falló en revelar la historia de Sumiken. Frente a ella y como el más solemne rito sus manos describieron símbolos en el viento que causaron que el libro tras abrirse en la última página, éstas empezaran a cambiarse por sí solas hacia el comienzo. Como si una fuerza distinta las estuviera arrojando con una rabia descontrolada.

Por instantes me encontré perdido sin saber qué había ocasionado mi deseo, por lo menos hasta que vi mi alrededor cambiando.

El escenario en el que estaba cambió, haciéndome ver incontables atardeceres volverse amaneceres que dieron lugar a la noche y consecuente día. Un retroceso constante del tiempo. Y la respuesta se encontraba en ese libro, aquel que contenía la historia de mi familia y su mansión. Siendo esta tal y llanamente un relato, lo que Efuruto había conseguido fue adentrarme en las páginas que contaban aquellos días y noches abatidas de un pasado que compartía sin saberlo con vidas desconocidas. Con una familia. Entonces y tan solo con una luna plateada adornada con las estrellas del firmamento, como una imagen estática que sólo desborda quietud domada y silencio, lo que una luz blancuzca de frío y nostalgia me mostró fue una mansión eco de Hakugyokurou. Sin un detalle de sobra o faltante salvo su jardín. El único punto discordante en una melodía que de otro modo sería perfecta. Era más pequeño, pero con cada cerezo bañado con la luz de la luna, cada uno con una delicada sombra debajo siendo proyectada.

Aquello además que difería era la vista de la montaña y entonces, un poblado lejano, precursor de la ciudad en donde nací.

Ocurrió en dos largas inspiraciones, jamás las podría olvidar. Bastó para dar aquel paso inicial con el cual la imagen congelada echó a correr. Una solitaria ave voló por encima de la mansión, alerta de la luz del día que presumiblemente horas antes, había dejado de iluminar la montaña. Observaba las visiones de aquel pasado sin ningún otro objetivo más que el de hallar eso que desconocía y que en el fondo, creía dar por sentado. Nada así me lo dijo con antelación pero entré por las puertas principales de la mansión antes de ir a cualquier otro lugar de ésta. Al principio creí que se resistirían a mí, puesto que no pertenecía a ese lugar y tiempo. De hecho, siendo precisos, ni siquiera estaba allí del todo. Pero el tacto de la madera en las manos y el sereno en éstas me dijo lo contrario. Encontré el interior débilmente iluminado por la luz de un par de solitarias lámparas sobre una mesa de las cuales sombras se formaban. Esas que bailaban con el altibajo de las flamas ocultas que aún ondulaban por capricho del viento, haciendo danzar a esas sombras. A todas menos a la mía. Hallar mi figura en esa pared acompañando al resto en calma me hizo avanzar por los pasillos a oscuras. Los sentidos de hanyou me hicieron ver todo con claridad pese a la pesada presencia de la noche dentro de las habitaciones y tras cada puerta. En un principio fue de esperar, pero entonces no hizo sino producir un estado de alerta conforme tras cada alcoba, tras cada pieza de esa mansión, no encontrara el rastro de nadie más.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora