Despertamos cuando las luces de la aldea aún se mantenían encendidas, con las calles casi vacías y el aire surcando entre las intersecciones, silbando por los escondrijos. Nos despedimos de Keine quien a puertas de la escuela expresó sus deseos de un buen viaje y que pudiera hallar eso que tanto ansiaba. Mokou se apresuró a la entrada de la aldea, recordándome que lo mejor era tomar prisa. Ese día tendría que hallar a cierta shinigami.
29
Trotamundos—Pero en serio tigre, dime: ¿Alguna vez imaginaste aventurarte al Meikai?
—No. Si me lo hubieras dicho antes te habría dicho la verdad, que parece una idea sacada de cuentos.
No se discutió más sobre el hecho de que sí, iría al mundo espiritual por mi cuenta. Mokou quien entonces me acompañaba no iría conmigo más allá del bosque de bambú, pues dijo que si acaso estaba tan seguro de la decisión que tomé, bien era capaz de afrontarla como en primer lugar la concebí. Keine se mostró aún descontenta con la idea de que fuera solo y si me dejó ir al final, fueron por los sobrantes de las golosinas y el té que la convencieron al comprender que iba en serio. Y cabe mencionar que no pude reproducir el resultado con el fuego una tercera vez. En ambos casos, durante el templo Hakurei y entonces en la escuela, el grado de estrés al que fui llevado en tan poco pudo haber tomado un papel importante en mostrar ese «algo». Saber que iría por Sumiken quizá lograra apaciguar aquello, pues con el conocimiento del viaje conseguí silenciar otras dudas sin respuestas.
—¿Qué más trajiste para el viaje? —preguntó ella mirando hacia la mochila.
—Las sobras del almuerzo —dije algo desilusionado. Se encogió de hombros aceptándolo, tomando el recipiente de madera que llevaba dentro—. Disculpa por no haber preparado nada más.
—Ni lo menciones, comida es comida; además que te superaste con los dulces.
Esas golosinas representaron un nuevo horizonte en lo que el arte culinario se refiere y de lo que me creí capaz alguna vez. En lo que respecta a mi habilidad en la cocina tenía la seguridad para afirmar que no cualquiera se acercaba a mí. Sean recetas del mundo humano o las más tradicionales de Gensokyo, cualquiera de éstas se volvió una realidad en mis manos; no obstante fueron esos dulces los que significaron algo distinto a lo que yo mismo acostumbré. Un ingrediente como ningún otro. Eran suaves mas de esencia persistente, floral. El aroma de primavera en su más radiante esplendor, a cosquillas de felicidad y sonrisas capturadas. Y por si fuera poco, degustarlos fue más allá de eso. Fue increíble: frescura e inocencia, canciones alegres y el ritmo de un corazón cándido. Un sueño cumplido y la brisa de besos en las mejillas. Tuve que ejercer una gran demostración de fuerza de voluntad para no terminar comiendo el resto, así como bebiendo el té que preparé con los pétalos que no usé y que consiguió minar la escuela entera con su fragancia. Haber comido o dejar que comieran uno más no hubiera sido digno de un profesional.
—Jamás consideré comprar esos pétalos —dijo—. Es decir, su precio es absurdo y no parece valga la pena para ser simples pétalos que puedes conseguir fácilmente.
—O eso pensabas —comenté.
—O eso pensé, sí. Es lo más delicioso que he probado, sin bromas. Y te lo digo yo.
Los halagos fueron buenos, pero aún así la idea de una bolsa vacía me seguía doliendo.
Antes de pasar el bosque miramos más allá, hacia las montañas que seguían en la distancia. Allí debíamos ir y realmente no hay mucho más que se pueda decir de nuestro recorrido salvo que fue agradable tener la compañía de Mokou quien llevaba las conversaciones. Me comparó muchas veces con el chiquillo que fui dejando la aldea, poniéndome entonces en un lugar más alto. Al final le entregué el resto de comida que llevaba, ya que presentarme con restos o platos vacíos no se trataba de una impresión que quisiera causar. Me quedé con un poco de agua, pero me desharía del contenedor luego.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...