[Capítulo 36]

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Yuyuko-sama se refirió a aquel día como a la unión de los distintos caminos que nos llevaron a cada uno de nosotros hasta el mundo espiritual, hasta Hakugyokurou. Así el comienzo haya dado lugar en distintas épocas, empezado en ella o con un individuo sin rostro, en el Meikai o dentro del mundo de los mortales. Se refirió a éste como algo más allá de lo conocido como un destino o comprendido como coincidencia. Un fin que acomete a una sola razón, siendo ésta la razón misma. Una elección. Llamó a aquel día uno especial, como pocos.

36
Días con nombre

Hubo una pausa apacible tras el desayuno la cual cumplió con servir como su retirada. Yuyuko-sama tomó esta oportunidad y el tiempo que la misma brindó para apartarse lentamente del comedor, adentrándose nuevamente a la mansión por lo que serían largos minutos. Una ausencia predispuesta la cual estuvo allí para contar el principio de una nueva historia. Una contradicción aún desconocida.

No le presté mayor importancia a cuánto tiempo transcurrió para que regresara, pero mientras pasaba éste y de que completáramos las tareas pertinentes del momento de la mañana, Youmu y yo le esperamos ocupando los mismos lugares en el comedor.

—No dejo de sentirme nerviosa —dijo tan pronto como nos sentamos—. Emocionada también, pero no he parado de sentir estos escalofríos por lo que hemos decidido.

Sus manos abarcaron la habitación en la que estábamos, pero de un modo que hizo pareciera querer cubrir más. Se encogió de hombros después, sonriendo y con los ojos cerrados, casi trincándolos, tomando a su mitad fantasma sobre su regazo.

—Yo también lo estoy —comenté—. Tras haberme visto obligado a dejar todo lo relacionado al kenjutsu, el retomar éste hace que no sepa ni cómo reaccionar.

Ella inclinó el cuerpo hacia adelante.

—¿Cómo lo hubiera hecho tu mentora tengu?

—Sin duda se sorprendería.

Sin otra mención de por medio tomé a Ken no Ganseki, colocándola sobre la mesa entre los dos, alentándole a que la tomara. Lo hizo sin quitarme la mirada al igual que desenvainaba lentamente la espada. Verla en manos de quien no fuera Momiji o yo fue sorpresivamente natural; aunque claro, era Youmu quien la sostenía entonces. La hoja una vez al descubierto reveló el color gris en ésta que le hacía imitar esa apariencia que tantas veces he repetido: la de una piedra. Lo dije tantas veces pero a causa de una razón en especial que pesaba para mí. Desprendía cierto brillo al sostenerla en determinados ángulos pero más allá de ello, es que sus colores simples le hacían lucir casi sin gracia. Y he allí ese detalle lo que en realidad le hacía resaltar. Al verla te hacía pensar en el arma de fábulas míticas y en todas clases de historias fantásticas de héroes en donde al fatídico personaje se le otorgaba el arma que le acompañaría en su camino, hecha de alguna piedra encantada por un poderoso hechicero o bendita por doncellas. Es extraño mencionarlo pero al verla la primera vez no pensé en ello. Eso que dejó en mí al sostenerla fue la responsabilidad del peso depositado en su hoja grisácea.

—Pese al entrenamiento que recibí y a causa de la afinidad elemental desatándose en mí, jamás pude usar una espada real. No hasta recibir a Ken no Ganseki.

—Es normal que se le otorgue su primera espada a un prácticamente del kenjutsu cuando su mentor sabe que se han cumplido con sus expectativas —dijo—. En tu caso...

—Ella sabía mejor que ningún otro que aún me faltaba por aprender —añadí—, y yo supe que preguntar o cuestionar sus razones para entregármela sería un insulto de la decisión que tomó. De modo que no lo hice. La acepté y el resto se cuenta por sí mismo.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora