El jardín fue apenas el inicio de mi recibimiento al mundo espiritual en donde se me otorgó una identidad la cual no se pensó para reemplazar quien soy. Al contrario. Mi nombre, siendo el reflejo de mi esencia, me reconocía como el merecedor de esgrimir aquella posición. Desde aquel momento servía a Hakugyokurou como un habitante más de la mansión, aunque esta no es la verdad en su totalidad. El Meikai conservaba tantas historias recelosas, ocultas a la vista ajena. Hermosos relatos de vidas pasadas, pérdidas y sueños de distintos matices. Pesares, sufrimiento y sangre. Un eco que aun con el taciturno pasar de los años, resonaba con la misma fuerza de aquellos días. Cada historia merecía ser redescubierta, ser desentrañada de sus confines; por desgracia indagar en éstas llevaría a este relato en una dirección diferente y este quizá no sea el momento indicado.
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Promesa teñida¿Cuánto tiempo es el indicado para que una persona deje de serte desconocida? De la manera indicada, un par de días. ¿Y si quisieras conocerla a profundidad? Saber más que los secretos que cargan, volverse tan cercanos, tanto, que hasta la distancia pueda herir eso que han formado. Es una pregunta con una respuesta complicada, y es que habrá quienes afirmen que son meses o hasta años los necesarios.
Quizá una vida entera.
Había tanto por conocer de nosotros pero a la vez caía en la ilusión de que no se trataba de una necesidad al verlas a las dos. Y es que no hay nada que sea necesario entender que no haya mencionado antes: Yuyuko-sama poseía el mismo perfil que mi madre, lo que causaba me adelantase a sus acciones por pequeñas que éstas fueran. Si es que posaba una mano distraída en la mejilla, siguiendo la silueta de su rostro con un dedo hasta perderse al borde del mentón, en donde un tipo distinto de belleza comenzaba. La forma en que me miraba al perder los ojos en ella, sonriente y con impecable gentileza. Incluso al cederme la palabra siempre mostró ese remarcable encanto, abrigándote con la sensación de que todo estará bien. Era demasiado, pero a la vez ansiaba por más. Consciente de ello es que solía detenerme en silencio, soltándome un par de palabras en reprimenda necesaria. Evitando mostrar cualquier signo de que llevaba a cabo el acto de morderme la lengua.
Youmu y yo siempre pudimos congeniar naturalmente pues desde el día que nos detuvimos a platicar encontramos que tantas similitudes en realidad nos diferenciaban aun más. A ella la veía como una cajita que llevaba a cabo su mejor esfuerzo para resguardar de forma celosa tantos secretos en su interior y que a la vez, ella misma ansiaba hacer brillar intensamente, pero que de un modo u otro se retenía de enseñar. El ser diligente le era un arma de doble filo, una que por emoción y jovialidad que cada poco veías en ella, le estorbaba un poco más con el final de cada día. Compartíamos una imagen similar del otro, una la cual no cambió aún con mi llegada al Meikai. Sabíamos de qué es de lo que éramos capaces, de confiar en el otro además de ser alguien de quien siempre quieres saber más. Pero claro está: nadie te entrega la mano con la esperanza de que se la tuerzas.
Mi recibimiento a Hakugyokurou se extendió del comedor y la noche hasta el jardín y la madrugada. Tuvimos la oportunidad de conocernos un poco más, haciendo que la intriga por saber más creciera. Pero para eso aún nos quedaba una larga vida por delante. No tomaríamos prisas en el proceso. Al final se me enseñó una habitación junto a la de ambas. Las tres juntas formaban un triángulo si apuntabas a las puertas. Me parece curioso destacarlo.
De ésta sólo puedo decir que es perfecta.
———
———
————Kenro. ¿Podrías acudir al jardín antes del desayuno?
—Claro, Yuyuko-sama.
—Te lo agradezco.
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[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.
Fanfiction[東方] 𝐇𝐚𝐧𝐲𝐨𝐮 𝐧𝐨 𝐦𝐨𝐧𝐨𝐠𝐚𝐭𝐚𝐫𝐢: 𝐉𝐢𝐧𝐬𝐞𝐢 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐛𝐢𝐤𝐢. Soñé con la luna y el filo de su figura, con el aroma de las flores y el sereno de las mañanas. Conocía el nombre de la oscuridad. La llamaba y ella acudía a mí. Su nombre...