[Capítulo 50]

172 55 12
                                    

Temí a la lucidez con la que pude ver que habían sido años los que se marcharon. Que el paso del tiempo y la idea que nació hacía tanto, habían dejado de allanar mis noches sin previo aviso. Eso que pude reconocer, el concepto de lo que creía conservar en mí y la ansiedad que corría por la sombra de mis decisiones. Temí por ello. Temí de la certeza con la que atisbé esa verdad. Temí porque más que un sueño, lo que mi voz pronunciaría se trataba de una oportunidad la cual aun ajena, me pertenecía como parte inexorable de quien con seguridad sabía que era.

Kamigo. Ankou.

50
Punto álgido

«¿Intuyo que mi querido maestro ha conseguido atisbar eso que más añora?»

«Así es. Intuyes correctamente».

«Me causa dicha saberlo, de verdad que sí. En ese caso usted lo sabe de antemano: Sus deseos son órdenes que obedeceré gustosa por usted y para usted. Espero sus palabras, mi querido joven maestro».

«Respecto a eso, ¿podrías esperar por mi deseo hasta después del amanecer? Después de desayunar, si no te presenta inconveniente. Me gustaría que estemos todos juntos».

«Pero maestro, eso no necesita ni preguntarlo. Sería impropio de usted sugerir lo contrario. Ya sabe que soy su leal servidora y si hiciera falta, le esperaré y seguiré hasta el fin del mismo tiempo».

«¿Y qué tal hasta el comienzo de este?»

Fue una noche placentera, sutil en su presencia. Marcada sólo por el suave punto entre la oscuridad y el más allá del horizonte. Luego de nuestro improvisado encuentro cada uno partió sabiendo que hallaría descanso en la respuesta que tomaría lugar horas más tarde como acertada y correcta. Ella lo hizo adentrándose al plano inmaterial, en donde desde hacía tiempo ya sólo dormía. Y yo, volviendo el cuerpo al futón y la cabeza a la almohada. Fui acompañado por sueños serenos de colores cálidos, por canciones y sonrisas que ya conocía. Y el destellar de un millar de luces de colores a lo lejos. Una vez más.

———
———

Comimos fuera del plano inmaterial por petición personal y nadie pensó en ello como una rareza. Pese a la aparente costumbre que se había vuelto el encontrarnos allí con cada comida, entonces los cuatro nos sentamos a disfrutar de un desayuno bufé el cual fue del agrado de todos. Y me incluyo, por supuesto. Efuruto quien no había probado mi comida expresó con gran sorpresa descubrir que era tan hábil como afirmé alguna vez serlo y hasta más. Lo dijo sin vacile ni trazo de duda, que había quedado encantada de la habilidad que aseguraba excedía a la suya de poder replicar tantos platillos. Sobra decir que lo encontré halagador además de que infló mi ya hinchado ego. Pero eso hizo que la comida fuera mejor para los cuatro.

Al finalizar me encontraba listo. Aclaré la garganta, llamando así por la atención y ya sin titubear, lo dije:

—Pediré mi primer deseo.

Yuyuko-sama y Youmu me miraron enseguida, abriendo momentáneamente los ojos a causa de la expectativa. Sólo Efuruto, quien había chasqueado los dedos, apartando los platos de la mesa y limpiándolos en un instante, asintió con la cabeza en señal de esa misma expectativa cumplida.

—Claro joven maestro. Usted sólo necesita decirlo, yo lo haré realidad.

Yuyuko-sama soltó una risita y seguidamente añadió, jocosa:

—¿Por eso hemos comido en la mansión hoy?

—En parte —admití—. Quería poner en práctica y presentarles lo que he aprendido al experimentar los platillos traídos por Efuruto; además de querer usar las especias y condimentos elaborados por Mito. Todo antes de mi deseo.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora