[Capítulo 67]

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Conocía la forma y peso de su mirada. Ese brillo atenuado en sus ojos. La espiral que recorría con suavidad el contorno de aquel verde destellante, sumergiéndose en la profundidad de su color. Me eran reconfortantemente familiares, suaves y misteriosos. Hallaba una respuesta segura a la pregunta que ni siquiera había hecho, de la que alguna vez me desprendí sin saberlo y que aun así, conocía.

Como verme en un espejo.

67
Amor artesanal

Quizá sea más o menos difícil de creer que no perdiera la compostura y que más bien, mantuviera una reacción serena e indiferente. Aun si inconscientemente participábamos en un duelo de miradas silencioso. Pues bien, minutos antes de nuestro cruce entre los caminos, había sido instruido por un lado de la historia que no conocía respecto a Gensokyo. Hechos y fechas, cronologías de incidentes y resoluciones de eventos de los que ni siquiera Reimu tenía noción. ¿Por qué me debía sorprender que una oni como Yatsume conociera sobre mi espada? No lo hacía, sino que por razones evidentes, aquello que no me generaba esa misma respuesta era su petición sobre darle la cuerda que llevaba conmigo.

—¿Por qué?

Pregunté sin moverme al inicio. Aunque mis pies se mantenían en una posición hostil, pronto los acomodé para encararla a ella.

Yatsume sonrió sin moverse en su lugar.

—Sólo seré capaz de despejar sus sospechas y dudas, así como las que envuelven a Sumiken, si acepta esas dos condiciones —dijo en calma, sin borrar su expresión—. Acompañarme de regreso a mi hogar en el subterráneo, así como entregarme la cuerda de arco que lleva consigo.

Supe que no podría escapar.

O más bien, supe que no tendría caso que lo hiciera. No es que asegurara que ella me daría caza por el hecho de huir mientras trataba de perderla. Con la reverberación de la fuerza vital y el dominio del viento, por más fuerza con la que ella contara, no me podría alcanzar. Pero eso sólo si daba por hecho que ese fuese el alcance de sus habilidades y trucos bajo la manga. Pero no, en realidad algo en ella me decía que ni siquiera lo intentaría. Al ver aquella expresión amistosa, supe que si me decidía en dar la vuelta y echar a andar, ella sólo me vería alejándome para hacer lo mismo y retirarse también.

Fueron sus palabras las que me detuvieron. Que precisamente se refiriera a la cuerda como una de arco.

Ella sólo esperaba. No esperaba con una mano extendida y en un rostro desbordante de gentileza y comprensión, únicamente se limitó a esperar con las manos sobre su bastón. Un instinto perdido del cual sólo sobrevivía la consciencia nebulosa me recordaba desconfiar de su figura. Pero al verla a ella, a quien tenía en frente, una corazonada distinta me dictaba lo contrario casi por la fuerza.

Que no estaba tratando con una desconocida.

Algo en su persona despertaba un recuerdo improbable de que yo realmente la conocía y que incluso, muchos años atrás, habíamos mantenido largas conversaciones.

Pero eso era imposible.

Cubrí la cuerda con mi mano sin mostrar afán de nada.

—¿Quién eres? —pregunté a secas.

Yatsume cerró los ojos.

—Para ti, ahora, sólo soy una oni —dijo desbordante de serenidad—. Si aceptas entregarme la cuerda, sabrás quién soy. Pero además sabrás quién eres tú.

Ella se contenía a decir más de lo necesario, apenas lo suficiente para picar mi interés, ocultando a la vez todo rastro de impaciencia en ella misma. Lentamente removí la cuerda de mi muñeca, enrollándola con los dedos en un ovillo, cuidando de que no se enredara.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora