Celos entre hermanos

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Comía despacio, aunque su mente estaba muy lejos de estar calmada. Aún no podía creer que Black le hubiese besado. ¡El muy descarado se había atrevido a besarle! Sentía su mirada sobre sus hombros y no se atrevía a alzar la suya. No se atrevía a conectarse de nuevo con sus ojos, como si fuesen hipnóticos. Le sorprendía que Potter aún no le hubiese dicho nada referido a su padre o a Black.

«¿Es posible que no se lo haya contado? ¿Por qué iba a perder esa ocasión para reírse de mí?». Alzó la vista a la mesa de Gryffindor, buscando a la pelirroja. Ella parecía no estar enterada de nada. Lo sabía porque estaba muy tranquila hablando con su amiga y si lo supiera, seguro que estaría mirándole de forma acusadora.

Alguna cosa dentro de él le indicaba que había algo mal en todo aquello. Aquella voz que no dejaba de repetir que jamás sería amado por nadie. ¿Por qué debía ponerle aquello tan difícil? Había mil estudiantes más de los que poder burlarse.

El nudo de su estómago le impedía seguir comiendo. Dejó el cubierto y se levantó para marcharse directamente a su clase de astronomía. Esperaría allí hasta que fuese la hora.

Tomó asiento en la pared que quedaba al lado de la clase. Abrazó sus piernas, haciéndose lo más pequeño posible, aunque no lo suficiente para imitar el sentimiento que tenía dentro. Aquello le estaba superando. Black había tocado lo más sensible de él, sabiendo lo que su padre hacía. Se sentía culpable por haber permitido que él se acercase, que él supiese sus mayores temores y también por sentir una leve confianza.

«Soy un estúpido...», se reprendió. No podía ser que se sintiera casi agradecido por guardar aquella información que no debería tener. «Al final se lo dirá a sus amigos y estaré jodido».

—Hola, Severus. —Regulus tomó asiento a su lado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó de forma algo brusca.

—Has salido casi corriendo del comedor y me he preocupado. ¿Va todo bien?

Severus asintió no muy convencido. ¿Qué podía decirle a él, que se encontraba preocupado porque su hermano le había besado y sabía que su padre le golpeaba?

—Oye, ¿qué te parece si vamos a Hogsmeade juntos este fin de semana? —Propuso el menor de los Black.

—No sé. Tengo mi castigo.

—Pero el profesor Slughorn sólo te ha castigado durante una hora, no creo que haya problema con que vayamos. Estaremos de regreso a tiempo.

Los Black parecían tener un gran poder de convicción. Él ni siquiera había pisado Hogsmeade y ya era el segundo año que se encontraba allí. ¿Con quién iba a ir? ¿Con Avery y Mulciber para verles comprar artículos para sus bromas? ¿Y qué iba a hacer allí? No tenía dinero. Ni siquiera sabía cómo costearía los libros del siguiente año.

—No puedo ir, Regulus. Lo siento.

—Quizá en otra ocasión. —Le dijo el chico con una sonrisa, entendiendo de forma errónea que Severus necesitaba estar solo. El moreno le vio alejarse, imaginaba que se marcharía a su clase, aunque deseó pedirle que se quedara unos minutos más, acompañándole. Así era siempre. Él se negaba a participar en algunas cosas en las que se veía incapaz y todos se marchaban. Avery y Mulciber ya no le invitaban a muchos sitios. Tampoco tenía el derecho de molestarse o extrañarse por ello. Sabía que todo lo que recibía, lo merecía.


Sirius miraba a la pizarra, aunque no visualizaba nada, pues su mente estaba perdida en cuántos minutos y segundos faltaban para terminar esa tediosa clase.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora