Salió del baño y pasó por al lado de su hermano sin tan siquiera mirarle, incapaz de hablar con nadie en esos instantes, o eso pensaba hasta que se acostó en la cama y la soledad se hizo más presente. Recordó la imagen de Severus durmiendo allí plácidamente y su corazón se apretó provocándole dolor. Ojalá pudieran volver a repetirlo... Observó el techo imaginando aquellos días que pasaron juntos, sin ninguna preocupación, sin nadie que les recriminara nada.
Podían ser ellos mismos sin ningún temor a ser juzgados.
Se escucharon unos tacones por el pasillo y la voz estridente de su madre, que no sabía hablar en un tono más bajo.
—Regulus, ¿has visto a Sirius?
—No, mamá. Creo que ha salido. —Escuchó que respondía Regulus.
Los tacones se alejaron, dejándole respirar mucho más tranquilo, aunque en algún momento tendría que salir de su cuarto. Intentó aguantar despierto porque sabía que la carta de Severus no tardaría en llegar, pero sus párpados pesaban demasiado y llegó un punto en el que no pudo mantener los ojos abiertos.
Severus caminó junto al profesor Kettleburn, quien le había pedido ayuda para llevar unos ingredientes al jefe de su casa, debido a que él tenía que ocuparse de algunos asuntos.
—Hagrid sabrá qué darte —dijo acompañándole hasta la salida trasera del castillo—. No tardes en llevárselo a Slughorn, por favor.
—No se preocupe, profesor. Iré directo a su despacho para entregárselo —aseguró.
Se había topado con el profesor cuando llegaba de enviarle la carta a Sirius y no podía negarse a contribuir con lo que parecía ser una recolección de ingredientes para las clases.
Ambos se despidieron y tomaron su camino. Severus bajó la escalera de piedra con cuidado, visualizando la caseta de Hagrid con las ventanas totalmente abiertas, suponía que por el calor que hacía.
Notó que algunos gatos estaban acostados en el muro de piedra que formaba su pequeña parcela, sintiéndose cómodos en aquel lugar. No cabía duda de que el guardabosques tenía buena mano con los animales.
Llamó a la puerta con sus nudillos, esperando pacientemente mientras se escuchaban algunos ruidos dentro, como si cayeran ollas de metal. Los pasos agigantados hicieron temblar la madera bajo sus pies.
—¡Oh, hola! —saludó avergonzado el semi gigante.
—Buenos días, Hagrid. El profesor Kettleburn me ha pedido que viniera a buscar algo para el profesor Slughorn, me dijo que sabría qué sería...
—¡Por supuesto! Estaba esperando que vinieran a buscarlos. Me costó mucho cazarlos, pero sabía que a Slughorn le irían de maravilla —dijo Hagrid caminando hacia dentro de su hogar—. ¡Adelante, pasa! —exclamó al notar que aquel chico introvertido esperaba en la puerta.
Severus dio un par de pasos, ingresando a la cabaña, observando únicamente los movimientos de Hagrid, ya que le parecía descortés ponerse a explorar todas sus pertenencias.
—Aquí están —dijo subiendo una jaula de caballitos de mar voladores a la mesa—. ¿Recuerdas la plaga de doxy? —El menor asintió—. También recolectamos los huevos para Slughorn. Se negó a perder un ingrediente de tal calidad. Por ello, nos llevamos unos buenos mordiscos —comentó mientras se carcajeaba—. Al saber que cacé algunos caballitos de mar voladores comentó que ya tenía una clase preparada, aunque no sé muy bien qué podrá conseguir con esto.
—Quizá tiene pensado realizar poción vigorizante —respondió Severus.
—Olvidaba que eras de los mejores alumnos en pociones. —Hagrid sonrió—. Me hubiera encantado aprender más sobre ellas, pero...Bueno, no importa. Puedes llevarle la jaula a Slughorn.
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La rivalidad que crea la atracción
FanfictionEntrar a Hogwarts despierta un sentimiento único. Para muchos es considerado su segundo hogar. Severus lo verá como el único dónde podrá escapar de los abusos de su padre. Sin embargo, no todo será fácil para él, pues su turbia infancia provocó que...