Última sorpresa

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Sirius había intentado atesorar cada minuto que había pasado con Severus en su casa, aunque al saber que mañana Archie llamaría a la puerta sentía que no era suficiente.

Vio la cama vacía, deseando no tener que decirle adiós, pero no podía evitar que aquello pasara. El reloj ya marcaba las cinco de la tarde.

—¿Qué haces? —preguntó Severus desde el pasillo.

Los rizos se movieron con la negación de Sirius, quedándose observando aquella figura delgada tapada por unos pantalones negros que no quedaban muy ajustados y una camisa. Sonrió percatándose de que el primer botón estaba desabrochado, sabiendo que la razón era únicamente él.

—Estás increíble sin la ropa de Hogwarts, aunque debo admitir que da morbo verte con uniforme —dijo acercándose a él, posando sus manos en las mejillas y robándole el aliento en un beso apasionado.

—¿Aún no vas a decirme dónde vamos? —preguntó al recuperar el aire.

—Quiero que sea una sorpresa.

Severus alzó una ceja, pero eso no significaba que dejaría de seguir sus pasos, siempre sujetando su mano al cruzar el umbral de la puerta.

Era el último día y eso significaba que debía ser inolvidable. Quería que Severus deseara volver a su lado con motivos de sobra, aunque no fuera necesario.

Se adentraron en la boca del metro, donde Sirius pagó dos pasajes y buscó la vía que les llevaría a aquel lugar. El metro no tardó en aparecer y él guió a Severus entre los vagones para poder encontrar un asiento, permitiendo que se sentara en la esquina de éste, sabiendo que le resultaría incómodo tener a alguien más al lado.

—Tardaremos una hora en llegar —mencionó Sirius acariciando uno de sus mechones negros.

Escuchó el sonido de una arcada que provenía de alguien a sus espaldas. Se giró sin dudarlo, encontrando a un grupo de chicos jóvenes riéndose entre ellos. Apretó el puño que se encontraba en su regazo, dispuesto a levantarse y retarlos por su actitud, pero la voz de Severus llamó su atención.

—No te metas en líos.

—Se merecen que les parta la cara. —Estaba molesto. Su relación con otro chico no incumbía a nadie y aunque sabía que no conocían a Severus, no podía evitar sentir que iban contra él, como ocurría en el colegio, como había ocurrido con Tobías.

—Ya tienen suficiente con lo que tienen. —Severus dejó escapar el aire en una pequeña risa maliciosa dejándole ver aquel lado sarcástico que tanto le gustaba, sobre todo si no iba dirigido a él.

Se carcajeó permitiendo que los chicos se dieran cuenta de su complicidad.

—Es increíble que puedas dejar mal a una persona con tanta facilidad —dijo Sirius con sinceridad. Admiraba lo sagaz que era cuando se mostraba tan seguro de sí mismo.

Aceptó el beso que Sirius le rogaba, ganando una de sus hermosas sonrisas de victoria. Giró su rostro hacia la ventanilla, observando las pequeñas luces que se encontraban en el túnel pasando con velocidad.

Se percataba de la cantidad de niños que había en el metro, algunos se escuchaban emocionados desde el otro vagón que quedaba cerca de él.

—No hagas trampa. —Sirius le miraba fijamente, imaginando que intentaba adivinar a dónde se dirigían y no se equivocaba.

Severus rodó los ojos al ser descubierto, pero no podía evitar sentir esa curiosidad y estudiar su alrededor con meticulosidad. Apoyó la cabeza en el hombro del Gryffindor, tapando su vista con su mandíbula y decidió que se quedaría así todo el viaje, sintiendo las suaves caricias de sus dedos colándose por su camisa y escuchando su hermosa voz que le contaba la historia de aquel metro.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora